Crítica de Cold War (2018): Miradas en blanco y negro

Dirección: Paweł Pawlikowski | Guión: Janusz Glowacki, Paweł Pawlikowski y Piotr Borkowski | Música: Marcin Masecki | Fotografía: Lukasz Zal | Reparto: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Jeanne Balibar y Cédric Kahn | Productora: Film4 Productions

Cold War

El director de Ida nos regaló en 2018 una de las grandes historias de amor del cine contemporáneo. Cold War es un drama romántico rodado como pocas veces hemos visto en pantalla grande.

En un mundo en el que los cines van desapareciendo poco a poco, lugares como el Renoir Floridablanca de Barcelona es un templo para los cinéfilos. Este multicines ubicado cerca de la Ronda de Sant Antoni trae a la capital catalana algunas de las cintas de autor más interesantes del panorama europeo. Gracias a ello, en 2018 conocí Cold War, una historia de amor puramente cinematográfica.

Soy absolutamente ignorante con el cine europeo. Conozco a los grandes autores españoles y me suenan los grandes europeos (Haneke, Loach, Polanski, Denis…), pero jamás me atrevería a profundizar en el tema. Por ello son tan importantes los cines como el Renoir. Cold War, dirigida por Paweł Pawlikowski, es una de esas obras que jamás me habrían interesado si no llego a conocer ese cine.

Cold War es una historia de cine. El amor existe, pero jamás es tan cinematográfico. En menos de hora y media hemos presenciado una historia de amor de más de diez años, y ni nos hemos sentido sobrecargados. Es la sensibilidad con la que Pawlikowski crea Cold War lo que hace de ella tan personal e intimista. Las elipsis temporales son bruscas y constantes, pero no molestan. Vemos lo que tenemos que ver y sentimos lo que tenemos que sentir. Todo ello para llegar a admirar una historia de amor única.

El cuidado con el que el blanco y negro dota de elegancia e intimismo al film brindó a Lukasz Zal, colaborador habitual de Pawlikowski, una nominación al Oscar. La estética del film nos evoca rápidamente a The Lighthouse, tanto por el tratamiento del blanco y negro como el formato cuadrado de la pieza. Hay innumerables virtudes en Cold War, pero es la fotografía donde encontramos más magnetismo hipnótico.

Duele ver las miradas entre Tomasz Kot y Joanna Kulig. En ellas podemos ver un amor imposible, la rabia, la frustración y el deseo. Desde el primer momento en el que coinciden queda patente, y va en aumento a lo largo de la película. Como toda historia de amor, Cold War tiene episodios de enfado, de reconciliación, de pasión, de odio… y para todas estas situaciones Kot y Kulig tienen una mirada.

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Llamada a ser un nuevo clásico del cine europeo, Cold War enamora a todo aquel que la ve. Consigue contar una historia que hemos visto innumerables veces como si fuera lo más único y precioso del mundo. Al fin y al cabo, el amor consiste en eso.