Worth, con Michael Keaton y Stanley Tucci al frente, llega a nuestros cines coincidiendo con el veinte aniversario de la tragedia terrorista del once de septiembre de 2001. Un drama, basado en hechos reales, sobre las indemnizaciones que negociaron con la administración los familiares de las víctimas del atentado. Worth nos invita a preguntarnos qué precio deberíamos ponerle a una vida humana.

La lista de películas y documentales basados temáticamente en los eventos de los ataques terroristas del once de septiembre de 2001 sobre distintos enclaves estadounidenses es, a estas alturas, suficientemente larga como para constituir por si misma un género aparte. Worth, de la mano de la directora Sara Colangelo, y con un guión de Max Borenstein, debuta en nuestros cines el próximo 10 de septiembre, completando una lista de películas entre las que encontramos United 93 (Paul Greengrass, 2006, World Trade Centre (Oliver Stone, 2006) o el documental Fahrenheit 9/11 (Michael Moore, 2004). En el caso de Worth abordamos una trama basada en sucesos posteriores a los del día del atentado: las arduas tareas de negociación entre víctimas y estado para determinar cuanto valía cada una de las casi tres mil vidas que se perdieron en aquellos ataques.

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Los hechos reales en los que se basa Worth, y que delimitan el marco temporal del film, suceden entre el mismo día del atentado (atención al momento que el libreto y su directora deciden para mostrar ese ¿dónde estabas cuando te enteraste?, verdaderamente logrado) y finales de 2003. Aquella era la fecha límite que el abogado Kenneth Feinberg y su equipo, designados por la administración Bush, tenían para lograr un acuerdo amplio que permitiera cifrar las indemnizaciones a los familiares. Michael Keaton y Stanley Tucci, de largo lo mejor de Worth (y cuyas interpretaciones bien justifican su visionado), interpretan a Feinberg y al líder popular de parte de las víctimas, respectivamente.

Sara Colangelo, directora entre otras de Little Accidents (2014), se decanta por un formato realista, incluso de cierta contención emocional, rehuyendo de una dramatización que persiga más el efectismo o el retorcimiento emotivo de ciertos sucesos (o la invención de ellos, directamente) como sucede en tantos otros dramas basados en hechos reales. Eso resta, concedemos, cierto empaque resultadista a Worth (a todos nos gusta emocionarnos, ¿no?) pero con ello permite a Keaton y Tucci, que imponen quilates de presencia en casi cada una de sus apariciones, navegar con inesperado éxito de credibilidad merced, precisamente, a que no parecen estar viviendo a flor de piel todo lo que les sucede.

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Worth, de ese modo, y durante sus dos horas de duración, no se desmelena en ningún momento. Intuimos, o deducimos, que esa es la intención de narrativa elegida: el trabajo de Feinberg es moralmente abrumador. Sus colaboradores, que sin duda aportan el octanaje de necesaria empatía, sufren durante el proceso. Charles Wolf (el líder de los demandantes, interpretado por Tucci) apenas levanta la voz: está en otra parte desde que fallece su esposa durante los atentados. Arriesgarse a optar por ese tono casi grisáceo, tal vez aburrido del duelo, aunque sea grupal, es probablemente la mayor virtud de Worth junto a las mencionadas interpretaciones del dúo Keaton/Tucci. Eso y, para los que ya tenemos una edad, recordarnos que el tiempo tiene la mala virtud de correr demasiado deprisa. Ya son veinte años.

Estreno en cines y próximamente en Netflix.