Desde Chile nos llega una propuesta directa, contemporánea, y con capacidad para sorprender a unos cuantos, La Verónica, de Leonardo Medel.
Recuerdo haberme perdido esta película en la pasada edición del festival de cine de San Sebastián, así que no iba a caer en el mismo error una vez mas. Atraído por los cantos de sirena de su actriz principal, Mariana Di Girolamo, aquella actriz que nos maravillase en la poderosa Ema (2019), de Pablo Larraín, y con el buen hacer del cine chileno en la mayoría de festivales europeos de clase A, La Verónica parecía un win win de manual.
Y en parte lo es, aunque quizá, acaba siendo presa de su propia idea. La cinta nos sitúa en la vida de una mujer casada con una estrella del futbol chileno. De profesión: famosa. La Verónica es una mujer con metas tan frívolas, como las de aparecer en las portadas de algunas revistas, y con un más que claro trastorno narcisista, -aderezado con un coctel de traumas del pasado-, se nos presenta un personaje absolutamente ensimismado, frío, calculador, incomprensible e incluso cruel.
Ante una historia tan de nuestro tiempo, de esas en las que las redes esconden al monstruo, y solo filtran la mejor de nuestras caras y poses, el director de la película toma una decisión brillante: Construir toda la película en base a cuadros estáticos -como si de fotografías se tratasen, ya que son precisamente las fotografías el medio de supervivencia de esta mujer- pero siempre manteniendo a Verónica en primer termino, haciendo que todos los personajes entren en su cuadro constantemente, pero nunca abandonándolo ella en ningún momento. Todo ocurre a su alrededor, y nunca al revés. Una brillante forma de representar el narcisismo de forma visual.
El problema, es que este artefacto narrativo, es limitado. Y pese a que la película intenta bucear en cuestiones que van más allá, de la premisa inicial, como pueden ser los problemas de pareja, de maternidad, o incluso, del placer en el sufrimiento ajeno, estas siempre están sujetas a la fuerza de las actuaciones, con Mariana Di Girolamo a la cabeza. Pero precisamente, la radicalidad de la propuesta, la limita de tal forma, que acabes pillándole el truco a la media hora, y formalmente, acabe siendo una cinta previsible, hasta el punto de poder desconectar con rapidez si la historia no engancha con fuerza.
Es cierto que ante lo estático, la elipsis cobra fuerza, para jugar con el espectador e intentar dar un poco de emoción al hecho cinematográfico, pero los recursos utilizados, se acaban tornando un tanto escasos para la profundidad del planteamiento. Con esto, no quedamos con una cinta interesante, valiente en su propuesta de determinar todo el metraje a una sola idea, una brillante, eso si, pero escasa.
Encontrarse películas como La Verónica siempre es interesante, porque demuestran que con muy poco, se pueden conseguir planteamientos con fuerza, y que la limitación de los medios no debería ser una excusa para poder disfrutar de una buena película. Pero para hacer una gran cinta, hacen falta muchos más recursos, ideas, y planteamientos.