Analizamos la mastodóntica pieza documental de Todd Haynes, The Velvet Underground.
El documental tiene eso. Esa capacidad de perforar la distancia entre la pantalla y los sentimientos del espectador, de hacernos sentir alumnos ante una clase en la que se nos puede transmitir todo tipo de nuevos conocimientos, o como amantes, que desean conocer historias secretas de sus amores de adolescencia. Todo esto y más se dan la mano en la nueva pieza del director norteamericano Todd Haynes, The Velvet Underground.
Pocos directores se me antojan mas capacitados que Haynes para hablar de esta banda. Uno de esos realizadores que lleva toda su vida sumergido en la cultura underground anglosajona. ¿Recordáis su película Velvet Goldmine?
The Velvet Underground son palabras mayores. Uno de los grupos más influyentes e icónicos de una era, que no solo destacaron por su sonido, sus conceptos en relación al arte o su carisma desatado, sino por su actitud de cara a hacer música y entender la vida. Eran los inadaptados, los raros, los disidentes, los yonkis, los problemáticos. Unos marginados.
Pero estos marginados consiguieron que cualquier persona que escuchase su icónico primer álbum, quisiera montar un grupo. Todd Haynes conoce esto y no se limita a presentarnos un documental que ponga el ojo en tan solo la figura de The Velvet Underground, o si afinamos más, de su gran líder, Lou Reed. Haynes utiliza los 110 minutos de metraje para hacer un homenaje antológico al mundo del arte, a todos esos artistas vanguardistas y experimentales que se reunían en The Factory bajo los mandos de Warhol y que fueron responsables de desarrollar el lenguaje de cada uno de sus medios artísticos, a niveles exquisitos. Es realmente alucinante ver cómo tanta gente talentosa se dio la mano de forma orgánica en un espacio tan localizado.
Mediante un sistema de entrevistas, diferentes formatos en pantalla y una documentación inmensa en cuanto a piezas dadaístas, experimentales y de arte contemporáneo, vemos desfilar -tanto en presente, como en pasado grabado – a Andy Warhol, Lou Reed, John Cale, Maureen Tucker, Sterling Morrison, Jonas Mekas, Nico, Jonathan Richman, Doug Yule o La Monte Young, entre muchos otros. Todos, de una forma u otra, tuvieron un peso en el desarrollo de The Velvet Underground.
Todd Haynes nos propone un viaje a una vida que ya no existe. A una Norteamérica oculta, llena de éxtasis, emociones, y arte como única forma de vida. Aunque también hay drogas, autodestrucción, peleas de ego, y problemas de control emocional. No se censura nada ni se encumbra demasiado. En todo momento se siente que hay un trabajo de claridad moral muy depurado, en el que se nos quieren presentar los hechos tal y como fueron, aunque los puntos de vista de cada uno puedan ser contradictorios.
El genero documental tiende a ser plano en cuanto a estética, ya que pone casi todo el foco en el relato, en la conexión emocional con el espectador y la claridad narrativa. Pero Haynes nos da esto, tapizado con una base de color, luces y formas. Una historia de personajes mayores recordando lo que era ser jóvenes y haciéndonos desear, sin apenas esfuerzo para ellos, haber tenido 18 años en 1966, pasearse por Nueva York, y encontrarnos de casualidad dentro de algún garito oscuro, clandestino y peligroso.
Quizás te interese : Entrevista con José Luis Rebordinos
Con un poco de suerte estarían sobre el escenario The Velvet Underground y, junto al resto de asistentes, la mirada de Nico, la densidad de Cale, y las cuerdas vocales de Reed, nos dejarían hipnotizados.