Vivimos tiempos complejos para el mundo del cine. La eterna pugna entre sala comercial y mercado doméstico por primera vez parece decantarse por el segundo. El pánico ancestral que la industria ha tenido siempre al salón de tu casa viene de lejos. Primero fue la televisión, pero el cine logró salir victorioso. Más tarde llegó el videoclub, pero no pudo vencer a los multicines. También se sobrepuso a las descargas ilegales por Internet. Finalmente llegaron los servicios de streaming… Y aquí ya no va a haber tu tía. El sistema clásico de consumo de cine en salas comerciales puede tener los días contados.
La industria del cine ha reaccionado de diferentes maneras a todos los envites del mercado doméstico: con formatos panorámicos, implementando las 3D, etc. El problema ahora no es tanto el modo de consumo sino que el nivel de calidad de lo que nos ofrece este sistema de streaming está, como mínimo, al mismo nivel que el de la sala comercial. Vivimos la edad de oro de las series televisivas, con unos presupuestos, actores, tramas y ambición propias de cualquiera de las principales productoras de Hollywood. La complejidad de las historias y personajes es posible gracias a la duración de una serie en sí.
Esto es justo lo que está copiando el cine «de toda la vida». Si las series son tan buenas porque tiene tanto tiempo para desarrollarse, hagamos nosotros lo mismo. Resultado: 7 de las 10 cintas nominadas este año a mejor película superaba las dos horas y media de metraje (y una casi casi). El callejón de las almas perdidas no es la excepción. Se da la casualidad de que este año, nada menos que cuatro de las películas que figuraban en la categoría reina eran remakes, y justo aquí el problema de la propuesta de Guillermo del Toro. Ni el hecho de ser remake ni el exceso de metraje son un problema en sí mismo… pero sí en esta nueva versión del clásico de Elmund Gulding de 1947. Vamos a verlo con un ejemplo muy cercano: El West Side Story de Steven Spielberg.
El neoyorkino nos ha traído su propia versión de uno de los musicales más famosos de la historia añadiéndole una hora más de duración. Ese tiempo extra lo emplea en dar complejidad a la trama, añadir complejidad a las relaciones de los diferentes personajes y que estos tengan más poso que en la película original. Cada minuto de más añade algo más a la cinta de 1961, cada segundo suma. En esta comparación, Del Toro se estrella estrepitosamente.
A ver, El callejón de las almas perdidas es impecable a nivel interpretativo, técnico y artístico. Aquí el fallo está en la dirección, puesto que tenemos la misma película de 1947, exactamente la misma, pero con una duración extra que no aporta nada en absoluto. ¿En qué emplea Del Toro exactamente esos 38 minutos de más? Esa es la pregunta que se te queda si has visto las dos películas, y de verdad que no sé qué responder. En marear la perdiz, supongo.
¿Es una buena película? En abstracto lo es, pero sabiendo que toma como base un trabajo anterior del que no se separa ni una coma pero que encima tarda notablemente más en contarlo… ya pierde puntos. Solo hay algo en lo que se separan y es en la profundidad moral de la película original, en la que Goulding incide en el dilema ético de la trama y Del Toro ni se lo plantea. Es curioso que en ese aspecto sea tan visible que estamos ante una obra del descreído 2021.
Ahora bien, Puede que el cine clásico te eche para atrás y no te apetezca ver una película de los años 40. Perfecto, en ese caso El callejón de las almas perdidas de Del Toro es lo que estás buscando, porque la historia es muy buena, el desarrollo de la trama funciona, los actores están estupendos y el acabado técnico es incuestionable. Eso sí… si te llama la atención atrévete a ver la original. Puede que te descubra una inquietud por saborear y saber más de cine clásico. En ese caso, Guillermo Del Toro habrá hecho su principal aportación.