Crítica de Michelangelo infinito (2019): Vita brevis, ars longa

Me gusta empezar las críticas de cualquier documental planteándome la pregunta clave: ¿Sé algo después de verlo que no supiera antes? ¿Supera Michelangelo infinito esa prueba? ¡Mira que estamos hablando de uno de los artistas más famosos y estudiados de la historia! Pues la respuesta es sí.

Michelangelo Infinito nos cuenta la historia del artista desde dos puntos de vista. El autobiográfico, de la mano del propio florentino, pero también de la mano de su principal biógrafo: C̶h̶r̶i̶s̶t̶i̶a̶n̶ ̶G̶á̶l̶v̶e̶z̶ Giorgio Vasari. Por si no lo conocéis, es un personaje verdaderamente curioso. Pese a no tener ningún cuadro conocido (tampoco es que fuera especialmente bueno), es una figura capital en la hitoria del arte. Se convirtió en el biógrafo de los principales autores italianos de su época. Casi todo lo que sabemos de l̶a̶s̶ ̶t̶o̶r̶t̶u̶g̶a̶s̶ ̶n̶i̶n̶j̶a̶ Leonardo, Rafael, Donatello y Miguel Ángel fue por este pintor menor, pero imprescindible para todos los historiadores posteriores. Por curiosidad, la Gioconda de la que habla en su libro no es la de El Louvre, sino la del Prado. Cuanto menos da que pensar… Bueno, sigamos que nos desviamos demasiado.

Quizá esta doble versión de su vida no está del todo bien aprovechada. El propio Miguel Ángel es el principal narrador de su historia, y la presencia de Vasari es casi anedótica y no del todo bien justificada en la narración. Así, el artista nos narra en sus propias palabras sus dos grandes obsesiones vitales: la ambición por ser el mejor y cómo el arte hace inmortal a su creador.

La película pasa muy de puntillas por la vida sentimental de Miguel Ángel. Una mera alusión a la homosexualidad, pero tratada más como relación platónica que sexual. Incluso degrada a Torrigiano de pareja a simple «compañero de clase».  Este innecesario blanqueamiento, no sé muy bien de qué, queda tan ridículo como cuando en Troya, Aquiles y Patroclo de repente eran primos. ¿p¡Pero sabes lo que pasa? Que Troya era una película de ficción. Si Wolfgang Petersen era un mojigato, pues me parecerá bien o mal a título personal, pero no voy a decirle cómo tiene que contar su historia. Pero Michelangelo Infinito es un documental, por lo que falsear la vida sentimental del protagonista ya me parece más censurable. Además, no le encuentro razón alguna. Si a Imbucci le supone un escándalo la vida sentimental de Migue Ángel… Lo tenía fácil: No hablar de ello. Fíjate tú si habrá cosas de las que hablar del genio florentino para, encima, inventarse una.

El documental se centra en la labor plástica del artista, pasando muy por encima sobre su trabajo como arquitecto. Además del David, la Piedad y el Moisés, se centra en obras poco conocidas que el espectador agradecerá. Puede que esas tres esculturas te suenen de sobra, pero quizá no conozcas ni su Baco, ni la Virgen de escalera ni el Sileno desdentado. Es un acierto, porque por más maravillosas que sean sus obras maestras… es Migue Ángel y están ya muy vistas.

A nivel técnico, la fotografía está muy trabajada y el trabajo de cámara de igual manera, la progresión de las luces sobre el mármol es simplemente precioso. Quizá la música sea algo estridente y demasiado obvia remarcando los momentos cumbres. Pero en general la factura de la película es más que notable.

Pero volvamos a la gran pregunta: Qué sé ahora que no supiera antes. Bueno, más que saber es ver cada detalle de la capilla sixtina, imposible de observar a primera vista, nos la pone Emanuele Imbucci ante nuestros ojos. Cada detalle del Juicio final, personajes que ni nos imaginábamos que estaban allí escondidos, se revelan ante nosotros. es lo más destacable de un documental que, a poco que te interese el arte, desde luego que vas a disfrutar.