Graham Moore, ganador del Oscar al mejor guion adaptado por The Imitation Game, realiza su opera prima como director con El Sastre de la Mafia. Su personal homenaje a su abuelo. Una película ambientada en el Chicago de 1956 con mafiosos y una tienda como único escenario.
El abuelo de Graham Moore era una gran persona, por lo menos eso dice su nieto. Un médico que atendía a todo tipo de gente, entre uno de los pacientes se encontraba el mafioso Jerry Catena. Para el director era fascinante la relación entre un hombre gentil y amable con un asesino y esa idea la fue fraguando durante años hasta que dio con la tecla y escribió, junto Johnathan McClain, el guion de El sastre de la mafia.
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Mark Rylance, ganador al Oscar por El Puente de los Espías, interpreta a Leonard, un modisto perfeccionista hasta el mínimo detalle. Sensible, tranquilo y con buen gusto. Persona trabajadora, perfeccionista y que se preocupa por los suyos. Su ayudante Mable (Zoey Deutch), alguno puede recordarla en su papel de pija en la segunda parte de Zombieland, es tratada como una hija, ella tiene ganas de abandonar el barrio y ver mundo. Harta de vivir en un barrio humilde, flirtea con un capo, el hijo del jefe, algo que a Leonard no le hace mucha gracia. Los mafiosos utilizan la tienda como buzón clandestino, lo cual les traerá problemas.
Es en el trabajo del modisto cuando se disfruta más la película, con la delicadeza que transmite tanto actor como director en cada corte, medida, marca de tiza, más cerca de un matemático que de un simple sastre. Perdón, sastre son los que coses botones y hacen dobladillos, para ser modisto hay que estudiar y se nota. Por algo viene de Savile Row, la cuna de la sastrería londinense. Es una verdadera delicia ver trabajar a Leonard. Uno disfrutaría toda la película solo viéndole.
El plantear la historia únicamente en un escenario es una propuesta arriesgada. No resulta fácil evitar caer en la teatralidad, complicado y Graham Moore no lo logra. La dirección es dinámica, emplea travelings, planos/contraplanos y no cae en el plano secuencia hoy en día tan recurrente. Pero a pesar de ello, no consigue evitar sentir que estamos viendo un teatro filmado. ¿Por qué? La fotografía de Dick Pope, bastante plana. Lejos queda la atmosfera del cine negro clásico. Tampoco los actores secundarios me convencen. Tienen poca presencia física, no parecen mafiosos de los 50. Dan cero miedos. Y la puesta en escena es más cercana al teatro, entradas y salidas de personajes. Hasta tiene el típico actor que se esconde. Nada más falta que mire a pantalla y haga el gesto de silencio al público.
Es imposible no acordarse de La Soga de Alfred Hitchcock, no solamente por el uso de un escenario, además tiene algún guiño a la película del maestro del suspense y planos detalle tan del gusto del director. Y ahora que menciono el suspense, algo que no funciona del todo bien es la intriga de la película. Sin tener que ser un espectador muy avispado, uno se da cuenta de antemano los secretos que encierra. Desde el primer minuto el film tiene las cartas marcadas y se nota, lo que provoca que no sorprenda los diferentes giros.
No va a ser una película que vaya a pasar a la historia del cine, tampoco lo pretende. Graham Moore da el merecido homenaje a su abuelo en su ópera prima. Seguramente le gustarían aquellas películas de Hitchcock donde el asesino se sabía que no iba a salir airoso o ese cine negro de los 40, con Bogart investigando casos imposibles. El director ha realizado su personal recompensa a su ser querido que en la infancia tanto le dio. Estará orgulloso.