Todos hablan de Jamie llega a Amazon Prime Video como una de las apuestas de la plataforma. Este musical, traído directamente desde los escenarios a la gran pantalla, supone la ópera prima de su director Jonathan Butterell, director original del musical en Broadway, y el descubrimiento del joven Max Harwood, que debuta por todo lo alto en el papel protagonista.
Todos hablan de Jamie se nos muestra como una película de la que pueden extraerse varias definiciones o clasificaciones: un musical, un drama social, un “coming of age”… Y son todas correctas. Pero no importan. Lo que de verdad importa en esta película no son las etiquetas, y queda implícito en su mensaje: todos llevamos demasiadas etiquetas encima, ya sean las que nos pone la sociedad, o las que nos ponemos a nosotros mismos. Y solo cuando escapamos de todas esas definiciones y dejamos de intentar ponerle nombre a las cosas, llegamos a ser nosotros mismos.
Todos hablan de Jamie se nos muestra como una película de la que pueden extraerse varias definiciones o clasificaciones: un musical, un drama social, un “coming of age”… Y son todas correctas. Pero no importan. Lo que de verdad importa en esta película no son las etiquetas, y queda implícito en su mensaje: todos llevamos demasiadas etiquetas encima, ya sean las que nos pone la sociedad, o las que nos ponemos a nosotros mismos. Y solo cuando escapamos de todas esas definiciones y dejamos de intentar ponerle nombre a las cosas, llegamos a ser nosotros mismos.
En una historia adaptada de un documental, a su vez basado en una historia real, la identidad de género, el paso de la adolescencia a las primeras etapas de la madurez (o mejor, de una adolescencia más madura, aceptadme el oxímoron) y el rechazo o aceptación social son las caras visibles y fáciles de identificar en la verdadera historia de Jamie, que más allá de reivindicarse como hombre gay o como drag queen, datos que no son más que detalles que, si bien no son insignificantes, tampoco son de crucial importancia (ya lo dice el mismo Jamie cuando encara al “bully” de turno “Sí, soy gay ¿y?”), trata sobre encontrarse a uno mismo como persona, saber quién eres y qué quieres de la vida. Y por supuesto Jamie, con dieciséis años, está bastante perdido en este terreno, aunque empieza a encontrar los primeros pasos de su camino (“claro que no lo sabes, tienes dieciséis, aún te estás cociendo”, le dice Hugo a Jamie).
Mientras veía la película, uno de los primeros pensamientos que tuve fue: “este es el musical que haría Disney, si Disney hiciese musicales sobre adolescentes gays y drag” y lo cierto es que no creo que pueda definirlo mucho mejor. En la historia de Jamie le vemos como un joven orgulloso de ser como es, que cuenta con el apoyo de su madre y de su “tía adoptiva” (la mejor amiga de su madre), de su mejor amiga en el instituto y de un mentor, y que tiene la aceptación general de la mayoría de la gente que le rodea, aunque no se involucren mucho con él inicialmente. Y al mismo tiempo sufre el rechazo de su padre, del “matón” de clase y la oposición de su tutora. Y el final es tan idílico como lo sería en cualquier película de la productora del ratón. Quizás lo único que cambiaría de haber salido de allí sería que el padre de Jamie habría cambiado de ideas al final de la película (como ocurría en The Prom, de Netflix, con la que inevitablemente compararán esta cinta). Pero claro, esta historia no es una película de Disney: es una historia real y no todo sale siempre como uno quiere.
Todos hablan de Jamie es un musical vibrante y que sabe poner el foco sobre su protagonista, un Max Harwood que se come la pantalla con su carisma. A diferencia de lo que ocurría en The Prom, dónde el elenco de estrellas que rodeaba la figura protagonista acababa eclipsando la historia central del film y robando demasiado peso en la película, aquí el Butterell ha sabido entender muy bien qué era lo más importante.
Y sobre Butterell se podrán criticar algunas cosas (hay momentos en los que sinceramente creo que podría haber escogido mejor el plano o los movimientos de cámara), pero hay que alabarle el hecho de haber dejado respirar a su película, sin ser en exceso intervencionista, permitiendo que la historia y los números musicales hablaran por sí mismos y dieran forma a la cinta.
Y hablando de los números musicales en Todos hablan de Jamie, hay que reconocer que resultan vibrantes, divertidos y están coreografiados con maestría. Además, la banda sonora es potente, variada y está bien diseñada para llamar la atención de cualquiera… pero es cierto que las interpretaciones que vemos en la película están tan excesivamente procesadas a nivel musical, que acaban resultando algo impostadas. Sin duda es el aspecto más negativo de una película que, por todo lo demás, resulta agradable de ver y una historia interesante, actual e incluso familiar.