Sex Education llega por fin a Netflix el próximo 17 de septiembre tras una espera mayor de la habitual debido, como no, a los estragos de la pandemia. Una espera que culmina con una tercera temporada al mismo nivel que las anteriores pero que, de nuevo, nos deja a todos con ganas de más. Esto se pone al rojo vivo…

Sex Education se convirtió, en su estreno en 2019, en una de las series de mayor éxito casi al instante (el consumo voraz de Netflix, merced a sus series en formato de película entregada por fascículos, ayuda). Y aunque todavía es pronto, pese a que ya da señales de ello, Sex Education tiene ese aire a futura serie de culto o, cuanto menos, generacional. No tanto por sus atributos formales, o incluso narrativos, pero sí por su papel como testigo (y a la vez catalizador) de la llamada Generación Z, y especialmente porque apuesta abiertamente por lo que más te pega al sofá en series de este tipo: emociones a flor de piel. Y en esta tercera temporada lo han vuelto hacer.

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¿Dónde nos quedamos en la segunda temporada? Pues, allá por el ya muy lejano enero de 2020, dejamos relaciones consolidadas (Ola y Lily), otras recién creadas (Eric y Adam), el embarazo sorpresa de Jean (Gillian Anderson), pero por encima de todo nos quedamos con ese nauseabundo gesto de Isaac al eliminar el mensaje de voz clave en el que Otis le soltaba, al fin, toda la caballería romántica a Maeve. Ríos de tinta digital se han escrito por parte del fandom recreándose en su odio hacia Isaac y preguntándose como demonios íbamos a salir del enésimo retraso en lo que se supone debe culminar en el inicio de la relación entre Maeve y Otis (Emma Mackey, Asa Butterfield). Y todo ello sucedía al mismo tiempo que Otis ascendía en experiencia sexual gracias a su primer, y borrado de la memoria debido a los estragos del alcohol, encuentro físico con Ruby. Esta es una crítica sin spoilers así que no podemos entrar en ello pero, ah, tiene sustancia la situación.

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Laurie Nunn, creadora y showrunner de Sex Education (las tareas de dirección suelen caer en Ben Taylor) exhibe en esta tercera temporada el secreto de su fórmula narrativa. Tan sencilla, tan compleja para atreverse con ello. Por un lado, si hacemos memoria, Sex Education empezó con sólo tres personajes completamente tridimensionales (Otis, Maeve y Eric), Jean como soporte cómico y adulto, y el resto completamente alojados en una suerte de hipérbole paródica de los distintos roles en el mundo de Moordale: los malotes pijos, la obsesionada con la literatura erótica alien, el deportista, el que maltrata a quienes le temen, el director severo y sin empatía etc Y todo ello bajo ese casi McGuffin que supone la educación sexual con un caso a resolver por semana.

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En esta tercera temporada Nunn pone una marcha más y deja casi en la nada la lista de personajes paródicos. Ya no es necesario ponerse serios cuando hacemos zoom en sus vidas (que es donde Sex Education triunfa: no, Ruby no es lo que parece, ni Adam, ni Lily… Todos, todos son como Otis, Maeve o Eric, sólo que no teníamos el ojo puesto en ellos, sino en lo que aparentan o en lo que creemos que son) por lo que toda la temporada abre su elenco de subtramas hasta el punto que la de Otis y Maeve, sin llegar nunca al segundo plano (eso siempre está… Ahí), llegan incluso a ser, cuando menos, igual de interesantes que el resto.

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Y ahí tenemos la relación entre Ola y Lily, la cual nos hará sentir una enorme ternura por una de ellas (concedo: no me lo esperaba); tenemos al gran Eric (Ncuti Gatwa) intentando que su relación con Adam funcione no sólo como pareja sino que el segundo entienda y acepte quien es y que es lo que desea; asistiremos a nuevas amistades, nuevos personajes, pero por encima de todo será el momento de entregarnos a Ruby (la gran sorpresa de la temporada) y… Por supuesto, claro que sí, Laurie Nunn volverá a lograr que nos levantemos del sofá gritándole a Otis y a Maeve que se dejen de chorradas y se lancen a lo que sabemos que están deseando.

El futuro de Sex Education, que podría a estos niveles llegar fácilmente a las cinco temporadas, queda asegurado. Y lo afirmamos con esa soltura porque, decíamos, Sex Education se despoja de su estratagema narrativa inicial para abrirse por completo a las emociones, a las relaciones, y con ello siguen con su labor informativa. Otis, en un momento particularmente excelso, advierte a uno de los nuevos personajes (Jemima Kirke) que la juventud de antes también tenía estos mismos problemas. Simplemente es que ahora se atreven a denunciarlos en voz alta.

Repaso a ‘Sex Education’, tercera temporada (¡spoilers!)