Romance, drama, la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX y mucho estilo se mezclan en Primavera en Beechwood. Dirigida por Eva Husson, con Odessa Young, Colin Firth y Olivia Colman en el reparto, debuta en nuestros cines el próximo 18 de febrero.
Primavera en Beechwood es de esos films de difícil digestión. No tanto por su disfrute en pantalla, que en cuanto a servidor respecta, ha cumplido con creces. Sino por dirimir, a posteriori, en que categoría aterrizamos nuestra valoración. Sin duda Primavera en Beechwood (Mothering Sunday en su título original) es un buen film pero su apuesta estilosa, por momentos etérea, puede nublar nuestra percepción: ¿es un film apreciable bajo un bonito envoltorio? o, tal vez, ¿dicho envoltorio es la necesidad formal que eleva esta película hacia un rotundo notable?
Eva Husson, directora francesa, y de orígenes españoles, adapta la novela de Graham Swift bajo un guión de Alice Birch. Y esto es importante pues en él, antes que en los asuntos formales que acontecen durante la producción, se da el primero de los elementos distintivos de Primavera en Beechwood: una narración fuertemente apoyada en continuos saltos en el tiempo, desde el presente, brevemente al pasado, y a varios puntos en el futuro. Y, avisamos, es de aquellas que requiere cierto tiempo de adaptación aunque el trabajo de maquillaje, vestuario y detalles de adecuación al tiempo mostrado, ayudan a no perderse.
Con este primer manto formal, que no nos abandona en todo el film, Primavera en Beechwood sigue el romance furtivo que viven Jane Fairchild (Odessa Young) y Paul Sheringham (Josh O’Connor), en la campiña inglesa allá por 1924 al tiempo que, entre otros, saltamos unos años hacia el futuro cuando Jane es una escritora tratando de relatar todo lo que estamos viendo. Husson y Birch no cumplen totalmente las reglas del largo flashback (cuando una película es básicamente un flashback) pues Jane se establece como un narrador poco fiable, sometida a un recuerdo romántico y doloroso, precursor de una suerte de azares que propiciaron su transición de criada de un hogar acomodado a escritora de ficción.
Su mayor virtud, y posiblemente defecto, radica en el estilo etéreo, casi onírico, que transita sutilmente por todo el metraje. Concedemos: triunfa. Husson rueda con naturalidad y sin trucos la parte carnal para concentrarse en el punto de vista de Julie: la mezcla de pasión y a la vez tristeza por vivir un romance que no puede llegar a ninguna parte (ella es una criada, él rico y prometido) y fractura emocional de su versión futura tratando de recomponer su pasado. Pasajes visuales y sobre todo sonoros (gran trabajo de Morgan Kibby) someten al espectador que guste dicho estilo y, tal vez, puede llegar a resultar algo pesado para quienes reclamen algo más visceral.
Este punto, el de abrazar o no la propuesta formal, no es definitivo: Primavera en Beechwood funciona de ese modo. Sin duda. Pero uno echa de menos ingredientes pasionales, incluso de rabia vital, en una película cuyo ritmo viene marcado por la personalidad de Jane pero no por sus vivencias. Primavera en Beechwood, que cuenta con Colin Firth y Olivia Colman en escuetos papeles, llega a nuestros cines el próximo viernes 18 de febrero.