Misterio en Saint-Tropez, la nueva comedia del director francés Nicolas Benamou, con Christian Clavier interpretando al inspector Boulin, llega el viernes 23 de julio a nuestros cines.
Las comedias francesas, que pese al inevitable contraste cultural, siempre han filtrado su estilo con óptimo éxito en España sin perder con ello el toque propio del país galo, han tenido en los últimos años a Christian Clavier como protagonista de un buen puñado de éxitos. Desde las recientes Un verano en Ibiza o Vacaciones en África hasta el gran éxito de Dios mío, ¿Pero qué hemos hecho? y su secuela. Y por supuesto esta reciente Misterio en Saint-Tropez, la comedia francesa parece depositar en Clavier esa confianza comercial, de automatismo procesal en la propuesta buscando eso que parece demandar la audiencia. Se nos antojan paralelismos en el cine patrio pero no es el momento ni el lugar.
Misterio en Saint-Tropez cuenta con un intento de asesinato, en agosto de 1970, en una lujosa villa de la citada población de la Riviera francesa, propiedad de un pomposo matrimonio de millonarios cuyos invitados (a saber: desde un director de cine griego, pasando por un amigo de toda la vida, un enemigo idem, algunas actrices de cine etc) y personal se convierten en sospechosos del acto. Para ello la policía francesa, aunque se ven obligados a ello, envía al peor inspector disponible (Boulin, interpretado por Charles Clavier) en una misión que requiere pasarse por un miembro del personal de servicio al tiempo que investiga toda la trama.
Lamentablemente sucede lo peor que puede sucederle a una comedia. Especialmente a una volcada por completo a la intencionalidad cómica, sobre todo de corte grueso (caídas, caos mobiliario, querencia por los juegos de palabras etc), como es el caso de Misterio en Saint-Tropez: no hace gracia. Ni pizca. Y es una lástima porque entendemos que Clavier tiene los mimbres para ello, la premisa a lo Cluedo (aunque no nos acercamos a ello salvo al final y, por algún motivo, queda diluido sin sentido alguno), y por supuesto la ambientación costera, podrían habernos ofrecido un ligero film de risas y diversión. Se percibe, sin problemas, que pretendían dar con ello en casi cada escena pero la blandura del tono cómico, la confianza en un personaje (Boulin) que no es lo suficientemente desastre y el desaprovechamiento del resto del casting, o de gags para su lucimiento, lastran una película que siquiera tiene interés por su trama criminal.
En el desaguisado humorístico de Misterio en Saint-Tropez intervienen, o mejor dicho, pululan recitando diálogos sin chispa, perpetrando gags sin éxito, un casting en el que destacamos a Rossy de Palma y a un Gérard Depardieu más o menos correcto. Cuando sucede este pequeño drama, cuando las comedias se tornan un sopor sin su ingrediente que las identifica como tal, uno se pregunta que diablos ha sucedido. Si el problema lo tiene la película, o uno mismo, pero incluso las escenas post créditos (avisamos de ello, ya que estamos), son de una rareza muy curiosa. Es como si quien ideó las mismas, y todo el film, tuviera la plena confianza de estar firmando un libreto divertido. Tampoco se nos regala una bonita estampa de Saint Tropez pero, eso sí, hay una buena colección de coches clásicos de corte deportivo. Algo es algo.