Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora? como secuela directa de uno de los mayores hitos comerciales del cine francés de los últimos años tiene la misión de mantener los atributos cómicos y el estilo de la primera entrega. Veamos si lo consigue.
Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philippe De Chauveron, 2014) fue vista por más de 13 millones de franceses atraídos por las carcajadas de una propuesta que trataba de forma ligera el peliagudo asunto del racismo, los prejuicios y la familia en un país eminentemente proclive a ello como es la multicultural Francia. El toque cómico en un cine y una sociedad beneficiada de un singular talento para ello dio como resultado un triunfo notable en taquilla. La secuela era, como siempre, cuestión de tiempo. Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora? debuta en nuestras salas el próximo 20 de diciembre como alternativa cómica y europea al vendaval navideño de Star Wars.
Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora? se emplaza como secuela directa de la primera entrega: el matrimonio Verneuil (Christian Clavier y Chantal Lauby) emprenden el viaje mundial que prometieron en el anterior film. Su experiencia en Israel, Algeria, China y Costa de Marfil devuelve al conservador matrimonio con una inusitada renovación por recuperar las bondades costumbristas y adineradas (no hay que olvidar que, siguiendo aquel estilo WoodyAllenesco, hay traumas y traumas, y los de la gente con alto poder adquisitivo a veces son más digeribles) de su patria. Un efusividad francófona que se ve interrumpida cuando, súbitamente, sus cuatro hijas expresan el deseo de mudarse a los países de origen de sus maridos (salvo en uno de los casos).
Sin entrar en terreno spoiler, la trama de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora?, de tono más ligero que la anterior (y ya es decir bastante), se acomoda a una suerte de largo gag en el que el matrimonio Verneuil se propone como misión recordarle a sus cuatro hijas, y a sus cuatro maridos, que no hay nada en este mundo como Francia. La intención es clara, y se adhiere al propósito humorístico del film, pero tal y como ocurría en la entrega anterior uno no advierte cual es el mensaje real de todo esto ya que el guión jamás profundiza, no hay ironía, mala leche o ni siquiera riesgos. Es todo tan ligero que te da tiempo a pensar ¿Entonces todo esto es un enorme piropo a Francia? Bueno, sí, y no. En el fondo (no tanto, insistimos, estos films son la mar de ligeros), nos transmiten que, de nuevo, las diferencias raciales, o los conflictos del día a día francés a nivel cultural se pueden resolver en un país que alberga (o debería) lo multi cultural como parte de su ADN patriótico.
En Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora? aparece una trama B entorno a la boda de la hermana de Charles (Noom Diawara), el siempre divertido -por estricto- André (Pascal N’Zonzi), que retrotrae directamente a la fórmula del primer film sin que su secuela se resienta en su apuesta por todo lo que triunfó anteriormente. Si han disfrutado de la película original, van a disfrutar de esta, sin duda alguna. Y sino, pues ¡dos tazas!