Dolan regresa a su cine más auténtico y más personal con Matthias et Maxime
Una casa al lado de un lago reúne un fin de semana a seis amigos veinteañeros que mantienen su amistad desde la adolescencia. Así empieza algo que parece ser la versión canadiense de Los Amigos de Peter (Kenneth Branagh). Pero enseguida veremos que nos encontramos con una película muy diferente. En esa primera noche Matthias y Maxime se ofrecen para participar en un cortometraje, proyecto para la universidad de la hermana pequeña de uno de los amigos y sin darse cuenta se ven atrapados en una escena en la que deben besarse. Ese beso les llevará a descubrir que entre ellos dos hay algo más que una amistad. Matthias et Maxime es el viaje hacia la treintena que nos propone Xavier Dolan.
Con Matthias et Maxime el viaje a la treintena es no solo el viaje de sus protagonistas sino también el de su director. Se trata de una historia de amor que se mueve entre la belleza emocional y la sensación de no entenderse a uno mismo. Pero no nos plantea un duda ante la homosexualidad de Matthias ni de Maxime. Lo que hace Dolan no es mostrarnos como se plantean su sexualidad sino cómo deben enfrentarse a esa atracción que sienten el uno por el otro. No se plantean su sexualidad sino la duda de esa atracción. Nos habla de cómo entender una relación en un momento de sus vidas que están encauzadas ante la normalidad de los cánones de la sociedad.
Matthias, interpretado por Gabriel d’Almeida Freitas, es de todos los amigos del grupo el único que ya se encuentra en una relación estable. Tiene un trabajo en un despacho de abogados y vive esa atracción de una manera más conflictiva consigo mismo y con su entorno. Maxime, es el papel de Xavier Dolan. Como en varias de sus películas el director también se pone frente a la cámara. Maxime tiene una marca de nacimiento en la cara que le hace ser retraído incluso a veces entre sus propios amigos y solo con Matthias consigue esa relajación para ser él mismo. Parece que lleva mejor esa aceptación de la relación aunque no la comprenda. La relación entre ellos sufrirá esa tensión del beso inicial que irá en aumento hasta, curiosamente, otra cena y fiesta en la que tendremos la escena más potente de la película.
Después de su aventura británica en The Death and Life of John F. Donovan de la que no se libró de unas duras críticas, Dolan ha vuelto a su Quebec natal para reunirse con un grupo de amigos con los que hacer su octava película. Seguramente un escenario en el cual se siente en mayor confort y en el que también se desenvuelve desacomplejadamente. El cine de Dolan está reconocible continuamente. La relación entre Maxime y su madre, de nuevo interpretado por Anne Dorval. La ausencia de figura paterna. La relación entre inglés y francés. Pero en esta ocasión también vemos cierta crítica social. La familia de Rivette en la que Dolan pone el foco en el trato que dan al mundo del arte con frialdad.
Nos encontramos a un director que se siente cómodo, que se está quitando el peso de la autoexigencia, que parece haber dejado de lado las críticas para centrarse en ofrecer algo diferente. No se nos pasa por alto el guiño a esa etiqueta que ciertos sectores le han puesto del nuevo Almodóvar con quien a veces se la comparado «muy Eldomóvar«.
En estos días en los que nos encontramos confinados debido a la epidemia del Covid-19 la película de Dolan va a tener que atrasar su fecha de estreno en salas. Pero la plataforma Filmin nos da la oportunidad solo hasta el domingo 29 de marzo de ver el pre-estreno de Matthias et Maxime. Una oportunidad que no debemos pasar por alto y poder disfrutar de otra joya del canadiense.
Estrenos en las plataformas de streaming (Netflix, Filmin y más)