Dalva es el primer largometraje de Emmanuelle Nicot, una película belga que pasará por el Atlàntida Film Fest y que estará disponible en FILMIN este lunes 31 de julio.
Dalva narra un momento crucial en la vida de una niña de 12 años que en plena preadolescencia se siente mujer al encontrarse en una situación profundamente oscura con su padre. Cuando debido a esto, se llevan a Dalva de casa una noche, una nueva vida parece comenzar para ella acompañada de un trabajador social llamado Jayden y Samia, una adolescente.



Hay conceptos en el arte que son más difíciles de abordar que otros, y especialmente en el cine cuando se trata del realismo. No tanto por la naturaleza del tema en sí sino por la construcción social que se ha formado a su alrededor. Entre estos temas encontramos algunos de los que se tratan en Dalva como el incesto y la pederastia.
Dalva se diferencia de otras cintas que abordan temas similares y que suelen caer fácilmente en la trampa de lo morboso o el adoctrinamiento moralista, algo que las hace ser profundamente incómodas y con las que mucha gente choca violentamente. Dentro de esta propuesta tan arriesgada. Dalva, a través de sus miradas y sus silencios adopta una forma que hace observar y reflexionar al espectador de manera libre y sin esfuerzo. Esto lo hace siendo sutil y contando más cosas a través del subtexto que con los diálogos.



Además, hemos podido ver varias obras que partan de la misma idea, pero aquí hay un punto muy ingenioso y que la diferencia, que es el rol de sentirse una mujer de la preadolescente. Duele muchísimo ver a una niña convertida en un conjunto de intentos de complacencia hacia su figura paterna por el abuso que él comete hacia ella, y más cuando vemos que la propia Dalva se siente así «de forma libre» según ella.
La evolución de la mentalidad de la niña está muy bien llevada, la corta duración de la película a veces puede hacer que parezca un poco apresurado algún cambio pero en general el punto final es coherente con respecto al inicial.
En lo concerniente a los personajes, el trabajador social que acompaña a la protagonista durante toda la película no me ha terminado de convencer del todo. Durante todo el film no he parado de pensar que era un poco irreal que una persona así ocupara un puesto como el suyo, careciendo de sensibilidad y trato con los niños. Aun así, creo que esa incoherencia se complementa muy bien con Dalva y juega un papel fundamental en el desarrollo de ella.



La mirada observadora sobre la que hacía referencia antes se entiende a partir de los elementos formales, como el uso de la cámara muy cerca de los protagonistas, los huecos que dejan a veces los elementos del plano, los movimientos de cámara con Dalva como eje vertebrador… Me ha recordado mucho a otra cinta belga que también aborda una situación compleja en la infancia como es Close, del 2022, que personalmente considero que es una de las mejores películas de lo que llevamos de década y mi favorita del año pasado.



Por otro lado la relación de Dalva con su compañera de habitación, Samia, se construye de una manera muy emotiva desde la distancia y la frialdad inicial, siendo uno de los elementos principales de la trama.
Por último, destacar la gran interpretación de la protagonista, Zelda Samson, que reafirma la idea de que estamos viviendo en una época de niños/as actores y actrices muy especial y cuyas candidaturas a premios de cine europeo e internacional deberían estar encima de la mesa.



En resumen, un debut direccional notable que sobre el papel es arriesgado pero que es realmente efectivo abordando temáticas tan complejas como las ya mencionadas. Nunca sobra lanzar este tipo de mensajes, sobre todo cuando sirven para ensalzar la relevancia de la libertad de ser un niño y vivir como tal. Una niña no es que no pueda maquillarse o peinarse como una mujer, pero eso debe nacer del propio infante, siendo un deseo natural y sin estar manipulado por nadie, dando paso al autodescubrimiento.