Ariaferma, drama carcelario bendecido en la Bienal de Venecia, llega a nuestros cines el próximo 8 de abril. Cruda, directa, sin concesión alguna al espectador, podemos afirmar que tal vez no sea para todo el mundo. Lejos de sancionarse como un defecto, celebramos dicha cualidad como el mayor atractivo de Ariaferma.

Último día de actividad en una cárcel italiana. Los guardias de la misma, compañeros desde hace años, veteranos, disfrutan de la que debe ser su última jornada. Sin embargo la directora del centro les comunica que debido a un problema de traslado deben atender a 12 reclusos que serán, durante unos pocos días en esa ariaferma, los únicos residentes de las vetustas celdas del centro. El más curtido de los guardias, reservado y de pocas palabras, es ascendido a jefe. Los reclusos tienen a su propio líder: posiblemente el jefe de un clan familiar, igualmente comedido, que liderará una suerte de negociaciones durante los días en los que no van a disponer de cocina, salidas, visitas o actividades.

Ariaferma (01)

Ariaferma, como se aprecia en el argumento descrito, no sigue los postulados habituales de un drama carcelario. Siquiera transita sus zonas comunes. En este particular interviene, más allá de lo inevitable cuando hablamos de un film notable (libreto, dirección, interpretaciones), ese punto de naturalización del cine italiano con el que sentimos a los personajes (en especial a los protagonistas) mucho más cercanos que dos tipos de, por citar un lugar, Minneapolis. Y, por supuesto, rematamos con el inevitable de la localización en el país transalpino, en unas instalaciones completamente obsoletas y un aire malsano que parece olvidado.

Ariaferma (02)

Afirmábamos antes que Ariaferma no es para todo el mundo. Y no como un suponer peyorativo sino como una confirmación del atrevimiento formal y emocional de sus autores (Leonardo Di Costanzo capitaneando un guión firmado por él mismo, Bruno Oliveiro y Valia Santella): hablamos de un drama con unos veinte personajes, todos hombres, repartidos entre veteranos guardias y delincuentes de todo tipo en un ambiente sórdido y angustiosamente carente de cualquier punto de luz. Una rara avis interpretativa en los tiempos que corren pero perfectamente anclada en una coartada realista atendiendo a su premisa. La única mujer que vemos en Ariaferma es la directora de la cárcel y apenas protagoniza unas pocas líneas en una escena corta al inicio de la película.

Ariaferma (03)

El mayor atractivo de Ariaferma recae en aquello que eleva el proceder de su premisa (ese punto de contención de los guardias ante una posible revuelta) a su condición de film notable alto: el duelo interpretativo entre Toni Servillo, el jefe de los guardias, y especialmente un soberbio, monumental, Silvio Orlando como el -supuestamente- mafioso veterano que se erige como líder de los reclusos. El nivel exhibido por ambos, siempre en base a un libreto preciso, y una dirección de aquellas que te olvidas de su presencia, confiere excepcional naturalidad a dos personajes que pasan buena parte de Ariaferma en la cocina.

Ariaferma, a través de Alfa Pictures, debuta en nuestros cines el próximo viernes 8 de abril.

Reseña
Puntuación general
8
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critica-de-ariafermaUna antigua prisión del siglo XIX, ubicada en una zona inaccesible e indeterminada del territorio italiano, está siendo abandonada. Por problemas burocráticos, los traslados están bloqueados y quedan una decena de presos, con pocos agentes, esperando nuevos destinos. En esa atmósfera extraña, poco a poco, las reglas parecen tener cada vez menos sentido, los protocolos se relajan y se vislumbran nuevas formas de relación entre los hombres que allí quedan.