Desde que George A. Romero, el padre del género zombie, popularizase en pantalla al Muerto Viviente en 1969 con La Noche de los Muertos Vivientes, se han vivido dos vertientes dentro de la temática que han decantado la balanza hacia buenos o malos títulos. A continuación analizamos los aspectos.
En el contexto del Período de Entreguerras (1918-1939), el teórico Harold D. Lasswell (1902-1978) desarrolló un modelo comunicativo basado en el conductismo. Este modelo apostaba por tratar a los individuos como una masa y olvidarse de la individualización de los propios, pensando que todos los mensajes afectarían a todos por igual. Sin embargo, durante los años 50, el teórico Wilbur Schramm cambió este paradigma y propuso un modelo funcionalista, creyendo en el protagonismo del individuo (alguien con criterio y contraste) y tratando de acercarse a los gustos/sensibilidades de cada persona.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque el género Zombie guarda muchas similitudes con este contexto, y desde Cinéfilos Frustrados os daremos las claves de todo ello.
Masificación
Desde que George A. Romero dirigiese en 1969 su obra de culto, La Noche de los Muertos Vivientes, y llevase al género a un nuevo nivel del que todavía parece estar muuuuy lejos de bajar, se han visto propuestas de todos los tipos. Desde la más pura Serie B hasta grandes súper-producciones. El Zombie como villano es uno de los personajes más completos que se han parido dentro de la industria del entretenimiento y la literatura, teniendo en su haber elementos como el Horror más extremo o incluso la comedia. Esto nos ha llevado a títulos de la talla de 28 Días Después (2002) o Zombies Party (2004), siendo propuestas muy diferentes entre sí dada su propia naturaleza. Pero es que además, el zombie reúne un requisito -muy difícil de conseguir, por cierto- que encanta al gran público: su caracterización. Nos encanta ver la forma de cada Muerto Viviente, su transformación e incluso los elementos gore que puede tener en su haber -desmembramientos, por ejemplo-, y esto nos engancha.
Ahora bien, os estaréis preguntando: ¿Qué tendrá esto que ver con la Masificación? Sencillo. A lo largo de la historia de este género dentro del cine se han dado dos vertientes: la masificación y la individualidad, siendo muy diferentes entre sí e incluso jugando además con otros subgéneros cinematográficos, como el suspense (individualidad) o la acción (masificación).
Por ello, ¿qué elementos conlleva la masificación dentro del género zombie?: la utilización, como su propio nombre indica, del No-Muerto como objeto de masa. Esto conlleva una presencia muy numerosa del personaje dentro del metraje, lo que da lugar a secuencias más enfocadas a la acción que al horror. Además, dado el volumen de estos dentro de pantalla, se suele optar por un maquillaje inferior en cada uno, lo que da lugar a un descenso del horror en ellos, algo muy importante para atrapar al espectador.
Algunos honrosos ejemplos son Resident Evil 2: Apocalipsis (2004), Resident Evil 3: Extinción (2007) y Guerra Mundial Z (2013), siendo esta el último ejemplo como portadora de este movimiento. Pero ojo, a pesar de su enfoque por el frenetismo y el caos global, no es la muestra más significativa de este grupo, pues en Resident Evil 2: Apocalipsis ni se veían los rostros de los zombies, sí existiendo un gran número de ellos. Además, en Resident Evil 3: Extinción eran prácticamente todos iguales -a excepción de las diversas mutaciones-.
Esta apuesta por el género Zombie nos aporta solo un 50% de las posibilidades de la temática, pues el horror queda prácticamente condenado a un segundo plano. Y no debemos olvidar que es fundamental.
Individualidad
Como contrapunto a esto, existen determinadas películas que apuestan por una mayor caracterización del Zombie y mimo en el maquillaje, lo que da lugar a un aumento del Terror y un descenso de la acción. Algunos ejemplos serían las recientes Train To Busan (2016) -más enfocada al anime-, Evil Dead (1981) [Rec] (2007) o la exitosa 28 Días Después (2002) -de la que hablaremos más adelante-.
Está demostrado, véase las críticas, que el Zombie bajo esta premisa funciona mejor que como objeto de masa. Tanto crítica como público queda más satisfecho con una mejor caracterización de los mismos bajo un entorno reducido, en el que la tensión y maquillaje más elaborado (tanto de los Muertos Vivientes como de las muertes que provocan) cobren protagonismo, junto con un desarrollo de los acontecimientos más pausado. 28 Semanas Después (2007), la secuela de 28 Días Después dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, intentó convencer con un equilibrio de estos dos aspectos, pero quedó patente que cuanta más acción, peores resultados. Esto lleva a preguntarse: ¿debería reducirse a mínimos necesarios? Sí y No. Sí porque el género está abierto a otros debates como el tinte filosófico, algo que le gusta a George A. Romero, pero no porque ello podría dar lugar a piezas demasiado pausadas para la temática. Y ello me lleva a uno de los grandes fenómenos de masas de la década: The Walking Dead.
¿Por qué veo The Walking Dead? Esa es la gran pregunta que se realizan muchos espectadores tras ver uno de los capítulos de la ficción. La serie, como muchos sabréis, goza de una caracterización magnífica de los Zombies, que se degradan en cada temporada, -gracias al maestro Greg Nicotero-, pero resulta insulsa a excepción, básicamente, de sus capítulos de acción. Lo que choca con todo lo visto anteriormente.
Pero ¡OJO! Que en otras artes pasa algo parecido. Haciendo alusión al mundo de los vídeojuegos, la saga Resident Evil ha vivido una auténtica montaña rusa en cuanto a resultados. Lo que empezó siendo exitoso con Resident Evil (1996), apostando claramente por el Terror, terminó siendo catastrófico con Resident Evil 5 (2009) o Resident Evil 6 (2012), que apostaron por la acción. Sin embargo, la saga parece haber remontado con Resident Evil 7 (2017), volviendo a sus orígenes…
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Masificación o Individualidad? En este género se presenta una cuestión muy interesante, y es que ambos movimientos se necesitan pero se pueden repudiar con mucha facilidad, lo que obliga a trabajar con suma maestría si se pretende construir un guion de muchos quilates. ¿Quién consiguió esto? Danny Boyle en 28 Días Después, un largometraje que gozó de una recreación minimalista de los No-Muertos a la par que muy terrorífica, lo que dejó vía libre a un equilibrio perfecto de masificación-individualidad, siendo posible ambas cosas.
Otro ejemplo podría ser El Amanecer de los Muertos (2004) de un nobel Zack Snyder, pero se quedó un peldaño por debajo.
En definitiva, Masificación e Individualidad se necesitan tanto en la Teoría de la Comunicación vista al comienzo como en el Género Zombie, pero se repudian -misteriosamente-. Esto hace una construcción de guion sumamente difícil, pero puede dar lugar a resultados realmente maravillosos -como Dead Set (2009), guardada par el final-. Y es que lo más difícil es lo que mejor sabe… o eso dicen.
Si te has quedado con ganas de más, no dudes en echar un vistazo a nuestra selección de 10 películas de Zombies imprescindibles. ¡Nos vemos en los comentarios!