Vortex por fin llega a nuestro país, estreno en el Atlántida Film Fest 2022. Próximamente (parece que el 7 Octubre), cómo no podía ser de otra forma, de la mano de Filmin, la plataforma por excelencia del otro CINE. El CINE con mayúsculas, aquel que no se preocupa tanto de la recaudación, ni tan siquiera del reconocimiento global. El CINE de Gaspar Noé.
Vortex nos cuenta simultáneamente, con la pantalla partida literalmente por la mitad, y con dos cámaras distintas, el ocaso de una pareja de ancianos. Sí, parece increíble, pero Gaspar Noé ha hecho una película sobre enfermedad y vejez. Aquel que asociamos a Irreversible, Enter The Void o la más reciente Clímax. Sus trabajos hasta ahora habían sido enérgicos, transgresores, de montajes histéricos, con luces estreboscópicas y pasajes psicodélicos. Y ahora, Gaspar Noé nos trae Vortex. Me recuerda a cuando Haneke realizó Amour, aunque este cambio es aún más drástico.
Y no es que no se respire la esencia de su director, porque, tanto con los malabarismos de partir la pantalla y contar al mismo tiempo dos puntos de vista diferente, como con los continuados planos secuencia, podemos discernir que es el mismo director el que se encuentra detrás de este trabajo. Debo decir que los planos secuencias no son tan alargados como los de Clímax, pero se sienten naturales y son totalmente funcionales, tal y como debe ser. No un mero artificio para saciar el ego del realizador.
Lo que hace enorme a esta Vortex son la cantidad de palos que toca. Es una película para ver acompañado y debatir las frases, los matices, las consecuencias, durante toda una vida. Por ahí leo que el tema central es la muerte. Discrepo. El tema central, lo que realmente subyace, es lo absurdo que es ser humano. Y eso es gracias a toda la verdad que hay en este filme en el que Noé nos habla directamente, sin tapujos, de forma totalmente sincera.
La muerte, sí, la inefable parca que no se toma días libres y el gran final de toda gran historia. Pero creo que en Vortex lo que tenemos es una discusión de cómo transitamos el camino y de cómo perdemos tiempo en banalidades, excusas baratas para sentir que perduraremos de alguna forma en el mundo terrenal.
Así, el anciano, sin nombre, no lo conocemos en ningún momento (al igual que el de ella), interpretado por el maestro del giallo Darío Argento, hace uso de las pocas energías que le quedan, después de haber sufrido algunas crisis coronarias, para escribir un libro. Su idea es maravillosa y no se cansa de explicarla a quien no le quiere o no le interesa escuchar. El cine es sueño. No quiere hablar de los sueños en el cine y cómo se representan, él quiere hablar de que el cine es sueño. De cómo cuando entras a una sala de cine o visionas una película en el lugar que sea y estás concentrado y metido en la película, estás en un sueño. Me parece una idea bellísima a la vez que muy acertada.
La escena inicial de la película, nos muestra unos momentos en los que los ancianos aún no están enfermos, o al menos no lo están tanto. Mientras toman su almuerzo en la pintoresca terraza de su casa, ella, tras tomar un trago de su vino, le pregunta a él…
-¿La vida es un sueño, verdad?
-Y él contesta: La vida es un sueño dentro de un sueño
Esta frase me encanta, se parece mucho a la que pronuncia Segismundo al final de su monólogo en ‘La vida es sueño‘ de Calderón de la Barca. Sin embargo, su significado es bastante distinto. Esta frase es de un precioso poema de Edgar Allan Poe, también muy famosa, usada en muchas películas, mi favorita entre ellas, Picnic at Hanging Rock, de Peter Weir. A Dream Within a Dream, para quien quiera buscarlo. En ese poema se habla de si el camino ha merecido la pena y de si ese camino es un camino que importe o es un sueño dentro de un sueño. Nos preguntamos si no vivimos en una Matrix. Las Wachowski llevan años dándole vueltas al poema.
La soledad, mítica frase… ‘Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Solo con nuestro amor y nuestra amistad podemos crear la ilusión del momento de que no estamos solos’. Pronunciada por Orson Welles y que nos sirve para conectar estos conceptos de soledad, muerte y sueño con los que nos impacta Gaspar Noé. Y es que en Vortex la sensación de soledad de cada uno de sus personajes es apabullante. El amor es algo que flota y es patente, conocemos del amor que se tienen entre sí los tres personajes (él, ella e hijo), pero no le interesa a Noé hablarnos de eso ni recurrir a la lágrima fácil. Lo que le interesa es contarnos cómo esos personajes reman cada uno por separado, a pesar de convivir juntos y cómo, llegado a un punto, cada vez se hace más patente esa certeza de soledad del individuo.
Por último, mi impresión, recalco esto, ya que en una película tan filosófica cada uno puede sacar sus propias conclusiones y que difieran, pero a mí todo esto y algún detalle más me llevan a no poder quitarme de la cabeza la idea de lo absurdo que es ser humano.
Cuando vemos cómo él busca desesperadamente alguien con quien hablar, porque comparte prácticamente la totalidad de su tiempo con una persona, ella, que está perdiendo hasta la capacidad de habla, más bien de expresarse porque no entiende el mundo que hay a su alrededor. Cuando vemos cómo se hace la víctima, cuando vemos cómo de deteriorado mentalmente está y cómo obvia y juzga a los demás, cuando vemos que se niega a ir a una residencia-hospital-manicomio porque dice que lo de su mujer no tiene cura, pero al mismo tiempo le habla a su hijo de las listas de médicos jóvenes que tienen algunas posibles soluciones al Alzheimer y que los va a llamar por teléfono… Un buen montón de situaciones donde vemos lo ridículos que es ser humano en realidad.
Y no solo en el personaje de él, sino en el de su hijo, la incapacidad que tiene para salir de su adicción, mientras es miembro de una asociación de ayuda a los yonkis, mientras vemos cómo sermonea a su padre poniéndose como ejemplo, mientras vemos cómo descuida a su propia madre luego de quedar totalmente sola, desamparada, con una enfermedad que la hace estar desubicada casi todo el tiempo, y cuando no lo está es peor, porque es consciente de su situación y en la que pone a los demás y solo pide que se deshagan de ella.
Para acabar ya, nada, solo decir que las actuaciones, tanto de Darío Argento como de Françoise Lebrun son sencillamente exquisitas, dos monólogos físicos de más de horas en los que parecen tan reales que cuesta trabajo imaginar que no estén enfermos de verdad. Vortex puede ser la película menos visceral de Gaspar Noé, pero también es la más personal y por qué no decirlo, la más adulta.
Crítica de Lux Æterna de Gaspar Noé : epilépticos, venid a mí