Tick Tick… Boom es el debut cinematográfico de Lin-Manuel Miranda a través de la biografía de Jonathan Larson, en un musical más del 2021.

El multifacético Lin-Manuel Miranda debuta en el cine con Tick Tick… Boom, la biografía de Jonathan Larson en un año en el que los musicales vuelven con fuerza. El director sabe de qué habla, puesto que del tema sabe lo suyo. No sólo es músico, letrista y cantante, sino que ha creado varios musicales con los que ha arrasado en Broadway. De ahí que no nos extrañe el interés por contarnos la vida del creador de uno de los musicales más exitosos de la historia, Rent.

Es más, sabiendo que el director es un m̶e̶t̶o̶m̶e̶n̶t̶o̶d̶o̶ hombre del renacimiento que lo mismo te canta, que te escribe, que te actúa o que te produce, no me sorprende que lo que más le interese sea centrarse en el proceso creativo que llevó a Jonathan Larson a concebir uno de los musicales más míticos y representados de Broadway.

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Pero claro, hacer muchas cosas no significa hacerlas bien. Miranda ha ganado el Tony, el Pulitzer, el Grammy, el Emmy… pero va a ser que el Oscar no. Al menos, no por su debut. A Miranda se le olvida que lo que ha funcionado sobre las tablas, no tiene por qué hacerlo en una pantalla. No pongo en duda que hacer un musical en teatro sea una proeza, faltaría más, pero es que hacerlo en cine es apocalíptico.

Si existe un género complicado, desde luego que es el musical. En primer lugar porque en teatro sigue despertando pasiones, pero casi nadie quiere ver una película así. Y no es gratuito que lo diga. Ahora precisamente están promocionando West Side Story en televisión. Pues fíjate que evitan toda alusión a que sea musical. Más sangrante aún fue la promoción de Les Miserables, que con absolutamente todos los diálogos cantados, los anuncios de televisión trataron de obviar ese «detallito sin importancia».

El principal escollo de los musicales es que te tienen que gustar las canciones. Como no sea así, te tiras por la ventana cada vez que alguien se ponga a cantar y eso es algo que un director no puede olvidar nunca. Jamás ha de dar por sentado que al público le van a gustar las canciones. Incluso de títulos famosísimos como Grease o Mary Poppins, hay alguna canción de la que pases o, simplemente, que no te guste ninguna. Es decir: No puedes aferrarte a que la música te solucione la película. Lo que no te entre por los oídos tiene que entrarte por los ojos.

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Generalmente se soluciona deslumbrando al espectador con las coreografías, pero un director con verdadero talento hechiza al espectador sólo con la puesta en escena. Damien Chazell en La la Land sólo necesitó a Ryan Gosling andando por el embarcadero a la puesta de sol para dejar embaucado a la audiencia. Incluso un director de talento limitado como Tob Hooper tuvo la genial idea de mostrarnos sólo el primer plano de Anna Hathaway cantando I dreamed a dream para dejarnos a todos ojipláticos. Da igual que no te gustara ninguna de las dos canciones. La imagen lo compensaba con creces. Miranda confía tanto en que a él le gustan las canciones de su musical que ni se ha planteado que a alguien no. Señor Miranda, que sé que me está leyendo: Ese alguien soy yo y le ha faltado entusiasmarme con la puesta en escena.

Tik, Tik… Boom está basado en un monólogo musical del propio Jonathan Larson. La película recupera este origen dramático intercalando la narración en el escenario con la recreación cinematográfica. Este recurso ya lo vimos de manera muy efectiva en Guillaume y Los Chicos a la Mesa, que igualmente se basaba en un monólogo teatral sobre la vida del autor. Lo que pasa es que en la película de Guillaume Gallienne este recurso está mucho mejor resuelto: El cineasta francés da por hecho que la audiencia no tiene por qué saber en qué está basada su película y que si quiere hacer el juego de alternar las dos realidades ha de plasmarlo de manera evidente.

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Rob Marshall hizo algo parecido en Chicago y Nine, intercalando las escenas musicales cinematográficas con estilizaciones de lo que sería la representación en Broadway. Marshall recurre al origen teatral de las piezas convirtiéndolas en fantasías, no en una referencia al origen de su película.

Y le funciona. Está claro que la idea funciona. Marshall y Galleine lo cuadraron a las mil maravillas, pero Miranda debió pensar que bastaba con que él ya supiera que su película se basaba en un monólogo teatral. Puede que sea un error más de montaje que de dirección, pero sea de quien sea, lo cierto es que los insertos están metidos con calzador sin que quede muy claro si son la imaginación del protagonista o si son dos realidades diferentes.

Y ya que hablamos del protagonista, minipunto para Andrew Garfield por la interpretación que seguramente todos le recordarán el día de mañana. Y eso que no creo que el actor californiano sea verdaderamente talentoso. Justo antes de Tik, Tik… Boom acababa de ver Being the Ricardos, otra película sobre el mundo del espectáculo con un Javier Bardem en estado puro. El actor madrileño encarna a un personaje real que canta y actúa en la cinta de Aaron Sorkin. resultado: Se come la pantalla apareciendo una décima parte en su metraje de lo que lo hace el norteamericano en el suyo. Lo de Bardem es talento natural, sin embargo Garfield creo que es un actor voluntarioso, que suple su falta de genialidad siendo un currante nato.

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De momento, canta y nada mal. Lo que pasa es que en los tiempos de autotune no me atrevo a afirmar que el mérito sea suyo en vez del del ingeniero de sonido. Todos recordamos Evita, en la que Madonna canta a las mil maravillas. A ver… estamos hablando de Madonna, que tendrían que utilizar los ordenadores de la NASA para que no se colgara el autotune al editarle la voz. Si consiguieron que pareciera buena cantante, cualquier cantante en pantalla ya tiene la sombra de la duda, pero como no lo sé, vamos a otorgarle a Garfield el beneficio de la duda.

El verdadero problema lo encuentro en que Andrew Garfield tiende a crear a sus personajes con un tono bobalicón. Ya lo vimos en Hasta el Último Hombre y aquí vuelve a hacer lo mismo. Quizá en la película de Gibson funcionara por las características del personaje original, pero aquí tiene que encarnar a un ser muy complejo y oscuro, obsesionado con una única meta en su vida y anteponiéndolo a su pareja, a sus amigos, a su estabilidad… a todo. Jonathan Larson era una personalidad absolutamente tóxica que daba mucho juego en pantalla, pero que queda diluida por la actuación de princesa Disney que hace Andrew Garfield. No sé si fue lo que Miranda le pidió o que Garfield realmente no sabe construir un personaje con otro tono, pero disfrazar a alguien tan destructivo con todo aquel que se le acercara de yerno perfecto va en contra de la película.

Tick, Tick... Boom Poster

Resumiendo, película curiosa que te interesará si te gustó Rent y te gusta Garfield. Y a los que no les guste los musicales, amarraos los machos que este 2022 viene cargadito de ellos.

PD: Si no te crees el Autotune de Madonna en Evita, compara la versión de la película con la actuación en directo en la ceremonia de los Oscars. La cantante comienza a desafinar en el segundo verso y a partir de entonces ya es un no parar. Talento puro (el de los ingenieros de sonido, quiero decir).