Un repaso maratoniano de Friends demuestra no sólo la buena salud de su sentido del humor, el dominio absoluto de sus intérpretes sobre sus personajes o una inusitada habilidad para mantenerse en forma, sino la mejor cara del riesgo narrativo en un género que no precisa, de entrada, de artimañas de este tipo. Consagrar el retorno emocional de una temporada, ya avanzada, de Friends a la pareja Rachel-Joey era una jugada arriesgada que empezó muy, pero que muy bien.
Esto de ver Friends a temporada por semana, pese a que uno se la conozca de memoria, permite una observación pausada (dentro del ritmo frenético al que uno se somete sin darse cuenta), sobre como los productores (es decir, los guionistas, pues esto es televisión, no cine), con o sin plan maestro a la vista, ejecutaron cada temporada siguiendo las consecuencias lógicas (y a la vez atadas a la premisa: por ejemplo que el grupo no puede irse a vivir demasiado lejos los unos de los otros) de la decisión más importante, brillante y mejor establecida como giro argumental de la serie: el inicio del romance entre Monica y Chandler en el penúltimo episodio de la cuarta temporada.
Ese gran momento, esa aparición de Monica bajo las sábanas de Chandler en Londres, nos llevó a una quinta temporada marcada por la relación secreta entre ambos, y ello a la relación ya oficiosa en la sexta y al inicio de la convivencia de la pareja en el apartamento de Monica. Ahí Friends tuvo que elegir, sin opciones, colocar a Rachel en el apartamento de Phoebe y más tarde, incendio en el apartamento de Phoebe mediante, en el de Joey. Ese movimiento ignoramos si fue premeditado pero, viendo que la pareja Phoebe-Rachel no termina de ser tan exitosa como otras, tal vez probaron suerte con la otra combinación (además Phoebe y Ross casi siempre han vivido por su cuenta desde el inicio de la serie).
Friends, pese a su pátina moral bastante conservadora, se come desde el inicio la noción de lo que es raro entre parejas de amigos de distinto sexo así que nadie en ese mundo, ni siquiera nosotros, nos preguntamos si no tiene su cosa que Joey viva con Rachel. Que los guionistas, pues, se decidieran por un Joey cayendo románticamente, sin remedio, ante Rachel se nos antoja una decisión plenamente acertada a poco que se aplique cierto realismo al asunto. La polémica por su futuro romance es, eso, futuro (novena y décima temporadas) pero en este estadio hablamos de un Joey que, tras ayudar a su amiga organizando una cita como las que ella ya no suele tener debido a su embarazo, y mostrarle ella sus armas se seducción a modo informativo, de repente le ocurre lo que tantas veces sucede en la vida real: se abren las puertas del abismo, empiezas a caer y estás perdido. Joey se cuela por Rachel.
Para rematar el tema, como ejemplo de una de las mejores tramas de la serie, esta sucede y se cierra -de momento- de forma natural. Es plausible que Joey tenga esos sentimientos y es totalmente coherente que Rachel, en el fondo, pese a sentirse mal, ni tan siquiera valore el asunto como una posibilidad. Y todo ello en medio de un embarazo que dura todo el año (literalmente dura un año pero da igual) y que está igualmente bien ejecutado por los guionistas: la decisión de centrar las tramas iniciales en la identidad del padre, el momento del jersey rojo, el momento en el que Rachel (Jennifer Aniston) se lo comunica a Ross (de nuevo pletórico David Schwimmer), la cinta de vídeo (en la que conocemos que Barcelona y su Tibidabo fueron parcialmente responsables de la concepción de Emma)… Y especialmente la natural, progresiva reanudación de la relación entre Rachel y Ross. Un arco que termina en dos excelentes episodios, en el hospital, en el que todo (o casi, luego atizamos) sucede de forma emotiva y plausible.
Con todo esta octava temporada tampoco está parca en grandes episodios como el de Acción de Gracias con Brad Pitt como invitado o toda la autodestrucción que practica Ross sobre su relación con Mona. Por el lado no tan positivo, y sin duda razón esencial por la cual esta segunda mitad de Friends compite de forma desigual con los primeros años, es la continuidad de la pérdida efectiva del personaje de Chandler (Mathew Perry, de nuevo experimentando cambios en su apariencia física), y por extensión Monica, reducidos a escenas costumbristas alrededor de la mesa o el sofá. Incluso Joey (Matt LeBlanc), más allá de su trama con Rachel, y Phoebe (Lisa Kudrow), parecen algo faltos de grandes momentos (no ayuda el hecho de que Ross sí se mantenga como siempre por lo que el contraste, canta), pese a que esta última ofrece la escena de mayor retorno emocional cuando ella y Ross observan a la recién nacida Emma y empatiza plenamente con el cacao sentimental que tiene montado Ross en su cabeza.
Decíamos que el doble episodio final es de lo mejor de la temporada (ahí con Londres y la boda) pero termina con una escena muy forzada y que adelanta el gran error de la serie en la siguiente temporada: ese giro de Joey con el anillo de Ross en sus manos. Seguro que había otra manera…
Mejor episodio: The One with the Red Sweater, The One with the Videotape, The One with the Rumour, The One Where Rachel Has a Baby
Peor episodio: The One with Joey’s Interview
Mejor personaje femenino: Rachel
Mejor personaje masculino: Joey