Nuestra revisión de Friends llega a su fin con la décima y última temporada: 18 episodios en los que, tras un ligero bache en la temporada anterior, recuperan el brío, cierran tramas, despiden a los personajes y bajan el telón con una hermosa secuencia final.
El 6 de mayo de 2004, tras diez años y 236 episodios, Friends llegaba a su final con The Last One, cerrando así una de las trayectorias más exitosas vistas en televisión. Un éxito instantáneo, ampliado sucesivamente conforme la serie llegaba a todas las partes del planeta, multiplicado en años posteriores merced de interminables reposiciones (de las programadas por las cadenas o las que los espectadores se montaban en casa) y recientemente en plataformas streaming y en el universo de las redes sociales en forma de menciones, anécdotas, memes…
Cuando Friends llegó a su décimo año (el segundo en el que cada protagonista se llevaba el famoso millón de dólares por episodio) se encontraba en una posición particular con la certeza del fin de la serie, sólo 18 episodios y objetivos claros partiendo de la necesaria simplicidad de las sitcom (tal vez en este género sí deba darse al espectador lo que quiere) y de lo que ya adelantaba la anterior temporada: la boda de Phoebe y Mike, la adopción de un bebe para Monica y Chandler y, especialmente, la reconciliación definitiva entre Rachel y Ross. Es innegable los objetivos se cumplen y una sensación de despedida, de inminente final, planea sobre toda la temporada y en especial, por supuesto, en la última tanda de episodios.
Sin embargo esta décima temporada empieza con los guionistas cerrando, a toda velocidad, casi reconociendo el tremendo error cometido en la habitación de guionistas, el breve romance entre Rachel y Joey. Esa aventura, casi incómoda de presenciar, termina de forma tan aleatoria como empezó: en aquella ocasión fue un sueño y en esta, repitiendo casi un gag de cuando Rachel y Ross se lían y ella se parte de risa cuando se besan, porque al parecer las manos de Rachel si recuerdan quien es ella, quien es Joey y la enorme chorrada narrativa en la que andan mentidos. Sin embargo esa trama tiene una joya, probablemente el mejor episodio de la décima temporada, incluso de toda la serie: el de cuando Ross está, pero no está, bien. No sólo David Schwimmer se sale desde su primera escena atónito ante el beso que acaba de presenciar sino que es capaz de ejecutar la dualidad sentimental de dicho episodio: absolutamente divertido (bebido durante toda la cena, quemándose con las fajitas, soltando idioteces varias…) y a la vez transmitiendo una dolorosa empatía (es fácil entender su dolor ante una situación similar) sin cambiar de registro. Cada chiste y cada gag son profundamente cómicos y melodramáticos al mismo tiempo.
Decíamos que este último año se concentra en cerrar tramas, en ofrecer a los personajes su gran momento, pero no descuidan los episódicos divertidos como el del primer aniversario de Emma (cuidado que Monica y Chandler, cuando se dirigen a la versión 18 años de Emma, citan el año 2020…) o el de Acción de Gracias. Pero donde más brilla el asunto es en esas despedidas desperdigadas durante todo el año y que no olvidan siquiera a los secundarios: los Geller, Gunther, el hermano de Phoebe, Amy, Janice, Estelle… Y en especial de los famosos flashbacks ochenteros (aunque nos comamos otra improbabilidad con ese beso de Rachel y Chandler) con la versión obesa, y excepcionalmente divertida y carismática, de Monica.
La boda de Phoebe (Lisa Kudrow) y Mike (Paul Rudd) se resiente en parte debido a ese suplicio aburrido que es este chico (la ausencia apenas de risas enlatadas para él nos da pistas de que ni para la cúpula era demasiado divertido o eso parece) y porque hay algo en esa liturgia de moral conservadora, de hacer lo-que-te-toca-cuando-te-toca, de Friends que no pega con el personaje de Phoebe. Además, como remate, la argucia narrativa de una boda bajo mínimos, por causa ajena, y con ello ganancia de un evento más romántico es un clon de lo ocurrido en Londres con la iglesia derruida de la boda de Emily y Ross. Tal vez esa tormenta de nieve sea un castigo divino por ese dinero que Phoebe y Mike finalmente no donan a los niños que lo necesitan.
Mucho, pero mucho mejor, es la trama de la adopción del bebe por parte de Monica y Chandler: desde la visita a los amigos que ya adoptaron uno (episodio en el que por fin Chandler reaparece en plena forma), la chica de la agencia, cada una de las buenas noticias y especialmente Erica. El fichaje de una Anna Faris adorable en cada una de sus apariciones es un acierto monumental desde que la conocemos en Ohio hasta que, ante la sorpresa de Monica y Chandler, completa su embarazo con el nacimiento de dos bebes. Una trama entrelazada con la compra de una casa (en la que habita una Dakota Fanning igualmente adorable) que pone fecha de caducidad al status quo con el que se iniciaba la serie.
La reconciliación definitiva entre Rachel y Ross es particularmente emotiva pero sin tiempo para desarrollo o sorpresas pues Friends esperó hasta el final para ello por lo que sobrevuela cierta sensación de oportunidad perdida. Tal vez ahora, terminando ya nuestro repaso de Friends, no sea buen momento para recordar la enésima intromisión de Ross en la vida privada de Rachel cuando negocia a sus espaldas sobre su futuro profesional, pero nos olvidamos de ello en cuanto Ross, destrozado en el sofá, avanza en su cinta del contestador y la voz de Rachel le informa de que, finalmente, se bajó del avión.
La escena final es particularmente emotiva y hasta dolorosa pues tras la despedida (aunque primero se van a tomar un café al Central Perk), y el momento de las llaves, los seis protagonistas de Friends abandonan el apartamento y la cámara realiza un último recorrido por la estancia, ya vacía, hasta posarse en el marco que rodeó la mira del portal durante estos diez años.
Mejor episodio: The One Where Ross Is Fine
Peor episodio: The One Where Chandler Gets Caught
Mejor personaje femenino: Rachel
Mejor personaje masculino: Ross