Una turbia y famosa historia de amor entre una adulta y su amante adolescente, ahora convertidos en matrimonio feliz, con hijos a punto de entrar en la universidad, son los ingredientes de Secretos de un escándalo: un drama de compleja moral que sirve de excusa para un duelo actoral entre les grandes Natalie Portman y Julian Moore.
Secretos de un escándalo no está directamente inspirada en una historia real pero recuerda algunos casos que fueron carne de publicidad hace años. En especial la historia de Mary Kay Letournau y Vili Fualaau. Fue el caso en que una profesora fue sentenciada por mantener relaciones sexuales con un alumno de 12 años. Alumno del que tuvo dos hijos y con el que se llegó a casar hasta su separación hace pocos años. En esencia el punto de partida de Secretos de un escándalo recuerda a ese caso. Háganse pues una idea.
Elizabeth Berry (Natalie Portman), famosa actriz, acude al hogar de los Atherton para recabar información sobre su caso de cara a su próxima película en la que, claro, interpretará a la joven Gracie (Julian Moore). Esto es: un caso que conmocionó a la nación en los primeros noventa cuando Grace mantuvo relaciones con el joven Joe y el asunto terminó en los tribunales. En el presente viven una experiencia familiar aparentemente feliz: sus hijos gemelos están a punto de acudir a la universidad (su padre ronda los 36 años en ese momento), ella tiene su propio negocio de pastelería casera, en definitiva una vida completa. Pero no.
Secretos de un escándalorezuma ese aire de falso telefilm que puede desorientar un poco. De entrada porque no te encuentras todos los días a la Portman (que ejerce aquí de productora) y a la Moore en un telefilm. Por supuesto, y por suerte, copan casi todas las escenas del film y en ellas brillan de ese modo que sólo logran ciertos totems de la interpretación. Pero la chicha la rascamos en lo que sucede cuando ambas, o mejor dicho, sus personajes, intercambian impresiones. Ahí uno empieza a retorcerse un poco en su butaca.
El proceso, de asimilación del personaje y los hechos, que sigue Elizabeth de cara a su película transcurren de forma desigual entre el relato de Gracie y la percepción que su oyente, y por ende el espectador, azota su mente: una historia de abusos infantiles y en especial de compleja moral en cuanto se aborda lo sucedido entre ella y el entonces adolescente Joe.
En ese punto, Secretos de un escándalo (el original ‘May December’), deja atrás su formato telefilme. Es sólo una fachada formal. El jugo está en como Gracie interpreta su propio pasado, su relación con Joe, y en especial en que modo el libreto y la sobria realización de Todd Haynes, dejan al espectador la potestad para dilucidar o resolver ese puzzle en el que la moralidad revierte en las convicciones personales de cada uno.
Secretos de un escándalo llega a nuestras salas el próximo 1 de diciembre para, finalmente, recalar en el catálogo de Netflix.
El exorcista: Creyente quiere repetir el éxito que supuso la película original ¿Lo conseguirá? Se estrena mañana 6 de octubre en cines.
El exorcista: Creyente es la secuela directa del fantástico clásico de terror de 1973. La historia de posesión demoníaca del gran William Friedkin fue una de las primeras películas que transformó el género y abandonó la serie B. El exorcista era realmente aterradora, sobre todo para la sociedad de la época. Usando el mejor maquillaje y efectos especiales disponibles, Friedkin mostró a los espectadores lo nunca visto. ¿Quién no ha oído alguna vez que gran parte del público se desmayaba en la propia sala? Estos hechos solo servían para corroborar que el trabajo de Friedkin fue monumental. Cualquiera pensaría que si ‘El exorcista‘ ya es un producto perfecto, ¿es realmente necesaria una secuela? Obviamente no. Sin embargo, no solo originó una, sino varias secuelas, además de una serie. Todo eso sin contar la influencia que supuso y supone todavía actualmente para el género, donde cientos de películas beben de ella. Y justamente este es uno de los grandes hándicaps que conllevan traer una secuela: el público general tiene la historia machacada debido a las múltiples interpretaciones y homenajes y -obviamente- ya no funciona de la misma manera que funcionó en el 73. Pero aquí estamos, 50 años después, para hablar de El exorcista: Creyente.
Para bien o para mal, Blumhouse está detrás de la secuela. Como comenté en la crítica de ‘Háblame‘, no levanta cabeza desde sus éxitos ‘Insidious‘ o ‘Expediente Warren: The Conjuring‘, habiéndose convertido en una productora que trae películas de terror como si de comida rápida se tratase, solo hay que ver el desastre que supuso ‘Insidious: La puerta roja‘. Y es que El exorcista: Creyente no viene sola, ya que ya sabemos antes de que se estrene que es la primera de una trilogía planificada. Lo que decía, comida rápida. Pero Blumhouse no es el único elemento discordante aquí. David Gordon Green dirige y escribe, el reciente responsable de la nueva trilogía moderna del clásico ‘Halloween‘ que acabó en 2022 y que recibió tantas críticas, no precisamente buenas.
Víctor, interpretado por Leslie Odom Jr., es un padre soltero que descubre que su hija Angela, interpretada por Lidya Jewett, y su amiga Katherine, interpretada por Olivia O’Neill, han desaparecido tras decidir adentrarse en el bosque después de las clases para realizar rituales satánicos. Tres días después, las niñas son encontradas en un granero a 30 kilómetros del colegio sin recordar cómo llegaron allí. Inicialmente aliviados, pronto descubrirán que las niñas han cambiado drásticamente.
Green conserva el enfoque de narración lenta y metódica de Friedkin. Esto hace que el primer acto sea sorprendentemente efectivo, ya que Green construye suspense a la antigua usanza, lo que nos lleva a observar los ritmos naturales de la vida de sus personajes antes de que se vean perturbados. Por un segundo, me encontré a mí mismo creyendo que estaba viendo una buena película, pero al parecer solo era el demonio que me engañaba. Una vez comienza el segundo acto, cuando empezamos a observar los estragos de la posesión demoniaca, todo se va al traste. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso al tratarse de una secuela, es prácticamente inevitable. El original del 73 lo tiene todo. Es difícil no simpatizar con la inocencia infantil de Regan, una niña de 12 años y su terrible experiencia de ser poseída por un demonio. ¿EnEl exorcista: Creyente debería ser lo mismo no? Incluso si no lo comparara con el original y viera la película como un producto nuevo e independiente, es difícil empatizar con las dos niñas protagonistas. Los personajes están tristemente subdesarrollados, lo que implica que no importen al espectador más allá de la posesión en sí, a pesar de que hay un trabajo decente para mostrar las diferentes etapas graduales de las transformaciones físicas que sufren las niñas con la posesión y que ellas hacen todo lo posible con lo que se les da.
El guion ofrece la tarifa típica y sobrenatural en términos de diálogo y narrativa. No creo que nadie esperara que esta secuela reinventara la rueda, por lo que el hecho de que no lo haga tampoco sorprende demasiado. Lo principalmente interesante que plantea El exorcista: Creyente es la incorporación de nuevos ángulos a la típica película de posesión y terror. Se enfoca en dos individuos en lugar de en una sola víctima poseída y presenta el rito del exorcismo más allá del punto de vista católico habitual contemplado en la original del 73, desde la perspectiva de múltiples creencias, de ahí el subtítulo de la película. Si bien en algunos casos más es mejor, en este caso, no lo es. La variedad no es mala, simplemente hay veces que no funciona. El conjunto de toda la película y sobre todo el tercer acto queda muy desdibujado, al incorporar a tanta gente y tantos elementos, no consigue hacer que el espectador se centre en una sola cosa. Dos poseídas, con dos familias, con varias religiones a la vez… como dice el dicho, aquí hay más gente que en la guerra.
La película se vuelve bastante tediosa en gran medida por los sustos, donde algunos de ellos son efectivos, mientras que otros -la gran mayoría- se vuelven muy predecibles debido a la banda sonora o a la colocación de la cámara. Esto sumado a que la narración es lenta y que el guion y el tratamiento a los personajes deja bastante que desear, resulta casi inevitable echar una mirada o dos al reloj en mitad de la película. El acto final, que se supone que es lo más destacado -o debería-, no evoca sustos genuinos. Es, sin duda, lo peor y lo más decepcionante de la cinta. Tal vez si se hubiera contemplado abordar la historia de fondo de lo que quiere el demonio de las niñas y/o dónde estuvieron las niñas durante los tres días que desaparecieron, probablemente el conjunto total hubiera sido más interesante.
Para hacer una gran franquicia de esta nueva trilogía anunciada, esta se debería construir sobre personajes que preocupen o importen a su audiencia. No hay nada en El exorcista: Creyente que nos haga preocuparnos por futuras secuelas. Aunque rinda homenaje a la original con cameos y huevos de pascua -detalles que esconden un gran significado y que sólo los más fanáticos se darán cuenta de su presencia-, no tiene mucho que ofrecer y menos aún si nunca has visto la de Friedkin. ¿Merece la pena verla en el cine? Sacad vuestras propias conclusiones.
Sex Education, uno de los fenómenos más sólidos de Netflix, llega a una cuarta y última temporada que no ha dejado satisfecho a todo el mundo. En Cinéfilos Frustrados ya cubrimos, sin spoilers, este último año de Otis, Eric, Maeve y demás personajes creados por Laurie Nunn, pero ahora vamos a entrar a saco a destripar un final, cuanto menos, polémico.
Vaya por delante que en esta nuestra, y sobre todo vuestra, casa llamada Cinefilos Frustrados somos fans de Sex Education. La serie de Laurie Nunn nos sorprendió en 2019 con su particular fórmula narrativa. El título mismo de la serie no escondía una premisa que por momentos se arrinconaba en una suerte de McGuffin. Porque al final Sex Education iba por donde va todo aquello que nos atrapa: las emociones. Y ahí anidaba la citada fórmula: los personajes centrales yendo poco a poco hacia amores imposibles mientras el resto, inicialmente estereotipados al extremo, se abrían poco a poco como personajes emocionalmente complejos en cuanto la trama se centraba en ellos. Y todo bañado con excelentes dosis de humor. Genial.
¿Qué ha ocurrido pues con esta cuarta temporada de Sex Education? Pues, en parte, que han perdido la gracia. Que no el humor. Tal y como contamos en nuestra crítica los dos primeros episodios tienen momentos hilarantes. No, ese no es el problema, y si lo fuera siempre nos quedará la desternillante risa de Ncuti Gatwa. El problema es que la serie se ha perdido en su premisa, y sobre todo en lo que al final permanece en la memoria de todo espectador. Porque esos personajes que, aunque sólo tres de ellos empezaron esto siendo completamente tridimensionales (obviamente hablamos de Otis, Eric y Maeve), sucumben con ello a esta suerte de desidia creativa. Una pena.
Efectivamente Sex Education siempre mostró (y es parte de la gracia de todo esto) un mundo de tinte irreal en el que los personajes, todos mezclados, responden a todo tipo de sexualidad, identidad, género, minorías y reclamas acerca de injusticias sociales aquejadas los adolescentes. De ese modo Nunn y los suyos podían verbalizar en ellos el asunto a tratar. Pero en esta cuarta temporada, con ese nuevo instituto, parece que se les ha ido un poco de las manos. El exceso se aprecia no en los problemas a tratar sino en la menor profundidad dedicada a ellos porque no afectan siempre a personajes centrales. Sin olvidar la querencia, nueva, por el discursito, musiquita emotiva y miradas de los personajes comprendiendo la lección del día. Casi parecen los ochenta…
La peor parte se la llevan los personajes. Sus arcos parecen agotados y en manos de una extensión sin interés (Eric y Adam), abandonados (Ruby: porque, literalmente, esta sola) o, en el peor de los casos, aquejados del mayor mal de la serie en esta temporada: Otis y Maeve. Maeve y Otis. Si bien ella está emocionalmente donde debe tras cuatro temporadas, parece que Otis es el mismo de la primera. No es de recibo que tras ese tiempo, cuando dos chicas como Ruby y Maeve (¡Maeve!) sucumben a tus encantos, sigas siendo el mismo torpe emocional, cursi y por momentos patético. Se puede seguir siendo Otis, desde el guión y los diálogos, aunque evolucione hacia una persona más segura y, porque no, atractiva en presencia.
Y llegamos a ese final. No se trata de lo que quiera el espectador, sino de lo que necesita, sea de su agrado o no (priman las emociones). Pero este es un final feo e insípido. Cuando toda la serie gira sobre esa relación tan bien descrita por Otis en la primera temporada, que es la fantasía de todo nerd inseguro y aquejado de traumas: ella está en una escala mayor en la cadena trófica, es una pantera o una leona, mientras que él es un canguro o un armadillo. Esa era la génesis narrativa y emocional, un clásico de la ficción que siempre funciona: el amor imposible. Él accediendo a una chica imposible y ella descubriendo que Otis es tan válido como cualquiera.
No necesitamos siquiera pinchar en ese agrio final, sino en los eventos Otis-Maeve de esta cuarta temporada: casi que ni un sólo momento entre ellos sale bien, o es mínimamente feliz, pleno, mágico… Es una consecución de interruptus de todo tipo (casi siempre gracias a Otis) en el que si un espectador ha invertido emocionalmente en ellos, durante cuatro años, se va a quedar a cuadros ante tal despliegue de fracasos en algo tan simple como que ya estaban en el punto de certificar el tema (se entiende…) y Nunn y cía, simplemente, lo evitan artificial y torpemente.
No por ello Sex Education deja de ser una serie notable. Como buen producto moderno, y de streaming, salió con todo (sino la gente se larga rápido) por lo que su mejor temporada es aquel primer año. Pero su fórmula, felizmente original, de acercamiento a cada personaje para descubrir que todos solemos vernos con una pátina estereotipada hasta que mostramos interés en ellos y les conocemos bien, permanecerá como su mejor logro. Lo sucedido con sus dos protagonistas, ese armadillo que finalmente enamora a la leona, ya es otro cantar. Siempre nos quedarán las risotadas de Ncuti Gatwa, eso sí.
Nowherees una película de supervivencia enmarcada en un mundo distópico de futuro cercano que estrena Netflixeste 29 de septiembre. Con Tamar Novas y sobre todo una poderosa Anna Castillo a la cabeza, intentarán asaltar el top de más vistas de la plataforma.
Nowhere nos emplaza en un presente o futuro muy cercano distópico en el que el mundo está sufriendo una carestía de recursos sin precedentes. Los gobiernos han prohibido los nacimientos y aniquilan sistemáticamente a embarazadas y niños sin pudor alguno. La pareja conformada por Nico (Tamar Novas) y su novia embarazada Mía (Anna Castillo) intentan escapar a Irlanda de forma clandestina para no ser apresados por el gobierno totalitarista instaurado en el país.
Tras ser separados, en distintos contenedores marítimos por los coyotes a los que han pagado con todos sus ahorros, Mía termina quedando varada sola en el mar. Sin apenas recursos y con un teléfono móvil que funciona a duras penas, tendrá que hacérselas valer para llegar a salvo a la tierra prometida, junto a la hija que aún lleva en su vientre.
Esta película podríamos dividirla en 2 actos prácticamente. El primero es el del inicio de la huida y presentación del mundo distópico y de los personajes. La información del mundo en el que se encuentran Mía y Nico es bastante parca y van dando datos o pistas de forma gradual. No parece ser algo que le importe mucho a su director, y estoy bastante de acuerdo porque según iba avanzando la historia no podía dejar de pensar que este aspecto es bastante anecdótico y se podría haber resuelto con pocos cambios para que ocurriera en un entorno presente real. Este tramo quizá esté un poco alargado y puede ser que se pierda interés en lo que viene a continuación.
El segundo acto, dedicado al viaje de nuestra heroína Mía, al contrario que el primer tramo, recupera el interés del espectador por completo. Cada detalle importa. Todo lo que ocurre, cada pequeña cosa, va a tener su sitio en el devenir de los acontecimientos. Hay escenas con una potencia brutal. No voy a enumerar ninguna para no hacer spoilers, pero la misma Anna del Castillo ha declarado que ha sido el proyecto más duro en el que ha trabajado. Estuvo semanas entrenando y practicando y la verdad es que se puede palpar en cada instante. Es ella sola contra los elementos. Una auténtica guerrera. Mayúscula, imperial. Papeles que usualmente suelen ser para hombres, Anna, sin duda alguna, saca matrícula de honor.
Debo hacer un inciso en el tema actoral y es que no creo que todos los actores estén al mismo nivel que Anna del Castillo, incluso algunos, como el jefe del escuadrón del gobierno que registra camiones, me sacaron bastante de la película, bastante sobreactuado. Tamar Novas, bien es cierto, que al menos cumple en sus escenas, que tampoco son muchas, porque Anna es la que lleva todo el peso del filme.
Sin más, ya que esto es una crítica sin spoilers, voy a recomendar esta Nowhere. Tiene sus defectos, como digo, peca de falta de ritmo e interés en su primer tramo, pero si eres un poco paciente, creo que el segundo tramo tiene los suficientes aciertos como para que te deje un buen sabor de boca.
Gen V llega hoy a Prime Video con la intención de expandir el universo de The Boys a un público más joven sin por ello dejar de lado la sangre y el contenido +18. En este artículo podréis leer nuestra opinión tras ver el primer episodio de la nueva serie.
Gen V es el segundo spin-off extraído del mundo de The Boys tras la animada Diabolical, en esta ocasión nos traslada a la Universidad de Godolkin, una prestigiosa institución para superhéroes donde aprenden todo lo necesario para luchar contra el crimen sin dejar de hacer publicidad de productos de Vought.
La serie nos presenta a Marie Moreau (interpretada por Jaz Sinclair) una súper con un pasado trágico (narrado de forma impactante) que logra una beca con todos los gastos pagados para estudiar en la Universidad de Godolkin, su mayor sueño. Sin embargo, como todo lo que hemos visto en el mundo de The Boys, la realidad no tardará en mostrar a Marie que no todo el mundo es tan bueno como parece y que la Universidad puede convertirse en su peor pesadilla.
En general, Amazon nos presenta un episodio piloto de Gen V bastante interesante. El ambiente de la serie se siente divertido, los personajes secundarios tienen carisma (aunque estén muy estereotipados) y los efectos se ven bien. De hecho son esos efectos especiales que vemos en las escenas de acción los que permiten a la serie diferenciarse de otras más adolescentes. Los momentos gore plagados de sangre y vísceras logran aliviar la tensión, resultar cómicos y captar la atención del espectador que en múltiples ocasiones no se creerá lo que está viendo. Esto sumado a los momentos subidos de tono donde vemos fetiches que no se le ocurrirían ni a la mente más enferma logran crear un entorno coherente con el universo de The Boys que ya conocemos.
Me gustaría señalar al personaje de Emma Meyer, la compañera de cuarto de la protagonista interpretada por Lizze Broadway, que creo que puede darnos a lo largo de la temporada uno de los mejores desarrollos de la serie. Más allá de la trama universitaria, la serie nos plantea un misterio que involucra al mejor alumno de la universidad, un bosque y un posible plan malvado de Vought y que parece será el hilo conductor de la primera temporada. Sin embargo, no creo que el piloto logre despertar en el televidente la curiosidad suficiente sobre este misterio. Veremos cómo se desarrolla finalmente esta trama y si afectará a la serie principal de algún modo.
En resumen, Gen V se puede vender como la mezcla perfecta entre las comedias de adolescentes hormonados capitaneadas por American Pie y la acción más sangrienta y gore del mundo de The boys, logrando un producto final que, aunque no vaya a ganar ningún premio, logra su objetivo de entretener y hacer pasar un buen rato al espectador que estará a la espera de ver la próxima burrada que se les haya ocurrido a los creadores de la serie.
Los Mercen4rios ve a Jason Statham como lo único destacable a medida que la franquicia llega a una conclusión vergonzosa y totalmente innecesaria. La película se estrena mañana viernes 29 de septiembre en cines.
Los Mercen4rios llega más de 9 años después de que la última entrega se estrenara en cines en 2014. Si echamos un vistazo hacia atrás, es fácil recordar que la primera película, dentro de lo que fue realmente, estuvo bastante entretenida y trajo una idea original, mientras que la segunda película es, sin duda, la mejor de la franquicia y una buena película de acción, además de divertida. La tercera película es perfectamente observable, pero fue un gran punto de inflexión negativo con respecto a sus predecesoras, llevando la franquicia en una dirección equivocada. Dicho todo esto, esta cuarta entrega es, lamentablemente, terrible y no tan solo la peor secuela hasta ahora, sino una de las peores películas de este año. Un desperdicio completo de un concepto, un buen conjunto y una franquicia que, dentro de que tampoco era la panacea, consiguió cosechar varios seguidores. Un guion lamentable, salpicado de un diálogo atroz, plano, artificial y sin ningún flujo natural; que desperdicia al elenco casi por completo. Es obvio que nadie entra en estas películas esperando guiones dignos de un Oscar, pero una cosa es esperar eso y otra muy diferente es no exigir un mínimo de calidad. Los Mercen4rios denota una falta total de desarrollo de personajes y un malentendido básico de lo que supone recrear una película de acción clásica de los 80, un estándar de la franquicia.
La trama involucra a Barney Ross, interpretado por Sylvester Stallone, que vuelve a reunir a su equipo de Fuerzas Especiales de mercenarios, bajo la guía del agente gubernamental Marsh, interpretado por Andy García, para evitar que se activen unos dispositivos nucleares robados. Su mano derecha, Lee Christmas, interpretado por Jason Statham, se une a los viejos habituales Gunner (Dolph Lundgren) y Toll Road (Randy Couture). A lo largo del viaje se unen nuevos reclutas: Easy Day (50 Cent), Galan (Jacob Scipio), Lash (Levy Tran) y Gina (Megan Fox).
La razón por la que la mayoría de las audiencias se interesan por estas películas es para ver a las estrellas de acción de la vieja escuela brillar en la pantalla grande nuevamente, pero Los Mercen4rios ignora completamente este concepto que funcionó tan bien en las anteriores entregas. Las únicas dos estrellas que encajan en ese criterio son Stallone y Lungren, y ninguna de las dos tienen mucho que hacer como Barney y Gunner en la película. El resto se compone por completo de nuevas incorporaciones que se alejan mucho del concepto ‘vieja escuela’, es más, muchos de ellos casi podrían considerarse de la nueva. Y aquí es donde viene uno de los grandes problemas de la película -no el único, por supuesto-. A pesar de presentar un gran elenco conjunto, todos se desperdician por completo en las escenas de acción -por separado cada uno puede juntar apenas 2 escenas de acción de unos minutos- salvo Statham, que realmente podría firmar como que ha grabado una película de acción paralela a esta cuarta entrega. Entonces, ¿una película que se llama Los Mercen4rios, pero que prácticamente solo sale Statham?, ¿en serio nadie se dio cuenta antes de dar luz verde al proyecto? El nuevo elenco no deja ningún tipo de impresión porque básicamente no salen en la película, y cuando lo hacen, da la sensación de que preferirían estar en otro lugar, como con Andy García o 50 Cent, o hacen lo que pueden con el pobre material presentado frente a ellos. Megan Fox es una actriz medio decente cuando tiene el material correcto -¿quién no se acuerda de ‘Jennifer’s Body‘?-, pero aquí su personaje está tan mal escrito que es absurdo a grandes niveles.
La acción puede ser muchas veces difícil de lograr, pero esta franquicia siempre ha conseguido cumplir en esa área incluso en sus entregas más débiles, pero la mayor parte aquí es en gran medida incomprensible y ni una sola secuencia está bien filmada o es emocionante de ver, a pesar de que la franquicia vuelve a una calificación R. El CGI -efectos visuales generados por ordenador- y los cromas son algunos de los peores que he visto en bastante tiempo y es impactante y deprimente que esto se vea tan increíblemente barato y cutre a pesar de tener un presupuesto de 100 millones de dólares. De nuevo, igual que nadie espera un guion de Oscar, nadie espera una acción al nivel de ‘John Wick 4‘, pero de verdad que esta película se siente tan barata y artificial que en el mejor de los casos parece hecha por un estudio pequeño y sin muchos recursos y en el peor llega a niveles vergonzosos y risibles. El único punto positivo es el conjunto de las escenas de acción de Statham, que si olvidas que estás viendo una secuela de ‘Los Mercenarios‘ y que no has pagado por una entrada, pueden salvarse gracias a que el actor está más que curtido en el género.
A pesar de los esfuerzos, porque para hacer esta película hay que esforzarse por no echarla para atrás, Los Mercen4rios no logra igualar la magia de sus predecesoras debido a un guion desastroso, unos personajes subdesarrollados y unas escenas de acción sin inspiración. El corazón y la coherencia que hicieron que las películas anteriores de la franquicia fueran tan memorables están ausentes ahora. En última instancia, los verdaderos fanáticos de las tres primeras películas y, sobre todo, los completistas podrían darle una oportunidad, pero en realidad, incluso podrían saltársela y no se perderían mucho. Esta cuarta película sirve como un claro recordatorio de por qué la franquicia ha estado inactiva durante mucho tiempo. Esperemos que este sea el momento de aparcarla por el bien de todos.
El pasado 13 de Septiembre llegaba a Apple TV+ la nueva temporada de su serie estrella, The Morning Show; la tercera, por ser más específicos. Ya renovada por una 4ª, en Cinéfilos hemos tenido la oportunidad de ver los 10 episodios y te contamos, sin spoilers, qué puedes esperar.
The Morning Show se estrenaba el 1 de Noviembre de 2019; el día que Apple lanzaba su servicio de streaming a nivel mundial. Señal inequívoca del lugar que ocupa la serie en la estrategia de la empresa de la manzana. Actores icónicos, desde Jennifer Aniston, pasando por Reese Witherspoon -lo he escrito sin consultar Google-, Steve Carell, Juliana Margulies o Jon Hamm. Realeza televisiva; premiados y protagonistas de sus propias series. También nombres detrás de las cámaras y un presupuesto ilimitado. Arrancamos.
Juzgar algo que llega con un nivel de expectación tal es, como mínimo, injusto en cualquier caso y, probablemente, nada ventajoso para la propia serie. Pues entonces no se miraba únicamente la misma. De algún modo se emitía un valor de la propia plataforma a través de ella. Amén de las ideas de cada uno sobre lo que iba a ser la serie, y a partir de ahí la opinión. Generalmente se ha de opinar sobre un producto comparándolo siempre con la potencial mejor versión de sí mismo y nunca, bajo ningún concepto, con lo que uno querría que fuese.
Una vez dicho esto y teniendo en cuento el temporal que The Morning Show ha tenido que capear, no ya lo expuesto en el párrafo anterior, sino también los cambios de showrunner; tengo la sensación de que por fin ha abrazado su verdadera vocación y se ha quitado los prejuicios sobre sí misma que arrastraba desde el inicio, convirtiéndose en lo que siempre ha querido, un culebrón. Esto le ha terminado dando un valor, curiosamente; y a medida que se ha vuelto más abiertamente telenovelesca, más circunspecta se ha vuelto.
En las dos primeras temporadas convenía una suerte de artificio constante que bailaba entre Succession y Las Chicas de Oro. Aquí, la serie propone conflictos más transversales e interesantes y lo hace de un modo más ligero. Donde antes había solemnidad ahora hay autoconsciencia. Lo serio se ha convertido en lúdico, sin pasar la línea del absurdo o lo risible; pero, de algún modo, esa compostura que destilaba frivolidad inicialmente, se ha tornado en regocijo y espíritu festivo. Y nos encontramos, finalmente, con un producto tremendamente entretenido, bien actuado, consciente de sí mismo y despreocupado en última instancia.
La polémica familiar de Woody Allen en los primeros noventa se revitalizó en los últimos años hasta el punto que dudábamos de volver a ver algo suyo en la gran pantalla. Finalmente fue Francia quien acogió al director neoyorquino con un film rodado y ambientado en París: Golpe de suerte. Vuelve Woody Allen y viendo el film es como si, ciertamente, jamás se hubiera ido.
En esta nuestra casa, Cinéfilos Frustrados, servidor siempre se ha declarado fan el cine francés con todo arsenal de características reconocibles sea en formato comedia, drama o una mezcla de ambos. Bien pues también me declaro fan de Woody Allen. Y esta Golpe de suerte es una película escrita y dirigida por Woody Allen pero rodada y producida en Francia. Y aunque parezca obvio (el parezca tiene su explicación, entraremos en ello más tarde): es la mezcla perfecta de Allen y cine francés.
Cuentan de Golpe de suerte que es un poco como Match Point: la respuesta es afirmativa pero no podemos entrar en el porque es totalmente como aquel film de su etapa londinense porque incurriríamos en spoiler. Así que, aportando un resumen de la premisa, tenemos que Fanny y Jean son un matrimonio bien (bien de los que nadan en billetes) de París hasta que ella se encuentra por casualidad a Alain, un ex compañero suyo de su época de estudiante.
Golpe de suerte es, inequívocamente, un film puro de Woody Allen: desde sus inconfundibles títulos de crédito, el uso incesante de partituras jazz en la transición entre escenas, diálogos fluidos y en los que no sobra una sola palabra y algo más. Por supuesto: la trama, lo que importa, se desarrolla en un entorno urbano de vanguardia, de ensueño millonario, aludiendo a muchos tópicos (aunque sean plausibles) de la ciudad en cuestión (Nueva York, luego Londres, París, Barcelona, Roma…), pero es todo tan confortable que puedes concentrarte todavía más en esos diálogos y en lo que sucede.
Y, claro, a todo ello debemos añadir el factor francés. Y es que sus films londinenses rezumaban un Allen adaptado a la capital inglesa; y lo mismo con sus visitas a Barcelona y Roma; incluso su primer trabajo en París era, tal vez, el más Allen de todos los Allen que salieron de Nueva York. Pero aquí sucede que Allen se marca, con Golpe de suerte, un Allen y a la vez un film francés. Es todo muy francés. Y no hablo sólo de temas de producción, sino de estilo, de personajes… Y ahí está la clave: el film es 100% en francés, y con ello sus actores, y con ello se obtiene el factor humano y lo que hace de este film un híbrido de Allen y drama criminal francés.
¿Se resiente por ello Golpe de suerte? No. Es más: es casi una novedad en la filmografía de Allen siendo, sin duda, una película que se siente perfectamente parte del estilo del de Brooklyn. Es como si estuviéramos viendo un Allen paralelo nacido en París y no en Nueva York. Los personajes parecen adherirse, pese a su inequívoco aire galo, al estilo reconocible ya visto en la citada Match Point sin que exista aquí el factor estadounidense en forma de protagonista (Match Point, Medianoche en París). Un pero, menor, sería tal vez que el jazz pega más en Nueva York que en París pero con ello no se rompe dicha alquimia estilística.
En ello es esencial Lou de Laâge, la protagonista de Golpe de suerte, una suerte de condensación del personaje femenino habitual de Allen pasado por el filtro francés hasta el punto que ella, como el resto del reparto, parecen abducir el estilo del neoyorquino en favor de los efluvios galos. Cuestión que, en lo formal, se beneficia con la fotografía de Vittorio Storaro (amen de la belleza parisina) y, como no, ese movimiento de cámara que delata quien está dirigiendo esto. Woody, ¡sigue!
Sex Education llega a su fin. Lloremos juntos. Este jueves 21 de septiembre nos despedimos de forma definitiva (al menos de momento) de Otis, Maeve, Eric, Adam y compañía. Puede ser una de las mejores series de Netflix, por lo que hay esperanza en que se piensen si hacer algún spin-off o similar… Por favor :'().
Sex Education terminaba su tercera temporada con nuestros chicos un poco separados y la confirmación del cierre definitivo del instituto Moordale. Ruby (Mimi Keene) declaraba su amor a Otis (Asa Butterfield), pero Otis le da la callada por respuesta. Otis acaba por fin declarándose a Maeve (Emma Mackey) y ella a él, finiquitando con el beso más esperado desde que empezara la serie. Sin embargo, Maeve se iba de viaje a Estados Unidos para hacer un mega curso de escritura.
Eric (Ncuti Gatwa) y Adam (Connor Swindells) también rompen, luego de que Eric confesara su rollete en Nigeria. Jean (Gillian Anderson), la madre de Otis, recibe los resultados de la prueba de paternidad de su bebé recién nacido y por su cara de sorpresa ya se intuye que el bueno de Jakob (Mikael Persbrandt) no es el padre. Al exdirector Groff (Alistair Petrie) lo dejamos intentando deconstruirse y comenzando a hacerse un hueco en nuestros corazones. Por último, Lily (Tanya Reynolds) y Ola (Patricia Allison) parece que logran superar los baches de su relación y terminan la temporada reconciliadas.
Así quedaban dispuestas las fichas en el tablero de ajedrez en la temporada 3 de Sex Education. En esta nueva temporada se enfrentan a múltiples cambios, comenzando con el obligado del instituto. No todos nuestros personajes van a recalar en el mismo centro de enseñanza esta nueva temporada, así que mucha gente sentirá tristeza al comprobar que algunos de sus secundarios más queridos, lamentablemente, hayan desaparecido de la serie.
La cuarta temporada comienza en un tono muy hilarante. Los dos primeros capítulos incluso llegan a parecer de otra serie por la alta calidad y cantidad de gags realmente desternillantes. Hacía tiempo que no me reía varios minutos seguidos, como me ocurrió en el último tercio del primer capítulo. Pero esto, como es normal en esta serie, es solo un espejismo. Si bien no se pierde la comicidad, todo se va enmarañando por el huracán de sentimientos que es Sex Education y se forman verdaderas DANAs que arrasan todo.
¿Es esta cuarta temporada un buen final para una serie como Sex Education?
Bueno, yo diría que sí. No creo que tenga mucho de sorpresa, pero cierra bastante bien todos los arcos de los personajes. No los cierra del todo, no olvidemos que están comenzando a vivir sus vidas la mayoría de ellos, pero sí que podemos intuir el camino que van a seguir, al menos por el momento.
Al mismo tiempo, creo que la temporada también funciona muy bien con los nuevos personajes. Si bien no se profundiza en todos, sí que hay tiempo para que los conozcamos, tengan una evolución y que les cojamos cierto cariño. Aquí voy a decir algo negativo y es que hay algunos nuevos personajes que van tan de perfectos y guays que es muy difícil empatizar con ellos.
Así pues, nos tenemos que despedir de Sex Education y solo nos queda rezar a DiositoNetflix para que tengan a bien pensar en cómo darle una continuación, al menos a algunos de estos personajes que nos han acompañado durante 4 temporadas y a los que nos va a ser difícil olvidar.
Por último me gustaría hacer una encuesta sobre el personaje más querido de la serie… El mío es Adam, por el gran desarrollo y aprendizaje que tiene su personaje durante toda la serie, por su inocencia y por la ternura con la que lo dota el actor Connor Swindells. ¿Cuál es el tuyo? Espero expectante vuestras elecciones en la sección de comentarios.
El Conde reinventa la figura de Augusto Pinochet transformándola en un terror satírico en el que el dictador chileno sigue vivo y es un vampiro de 250 años
Pablo Larraín regresa con El Conde (2023) a su Chile natal, tras haber retratado la vida de dos mujeres «encantadas» en Jackie (2016) y Spencer(2021). Una monocromática y terrorífica historia en la que el director concibe al dictador Pinochet, que aterrorizó Chile desde 1973 hasta 1990, como un chupasangre salido de las novelas de Bram Stoker, convirtiendo la ideología política en un espectáculo vampiresco bajo una perspectiva satírica.
La historia de este Pinochet comienza en el siglo XVIII, en plena Revolución Francesa, en la que un soldado del ejército de Luis XVI, bajo el nombre de Claude Pinoche es transformado en vampiro. El ambiente revolucionario no tarda en horrorizarle, y tras varias decapitaciones públicas de nobles como María Antonieta, decide recorrer el mundo para luchar contra la libertad y la democracia dondequiera que esté. Es aquí donde Pinoche, renombrado a Pinochet, acaba en Chile, donde liderará el golpe militar que derrocó al gobierno de Salvador Allende. El resto de la historia, hasta «la muerte del dictador», ya la conocemos.
Es aquí donde Larraín empieza a tallar su versión de Pinochet, interpretado sagazmente por Jaime Vadell, en la que un decrépito dictador ha de fingir su muerte para alejarse definitivamente de todos los focos, teniendo que adaptarse a su vida alejada de la sociedad. Es difícil cambiar un estilo de vida tan pomposo por algo más austero, y eso se observa en la actitud del dictador, que se ve envejecido y con su riqueza menguando, teniendo que hacer frente a la dificultad de renunciar al consumo de corazones recién extraídos de sus víctimas.
La llegada de sus cinco codiciosos hijos y una monja —claro recuerdo a la Juana de Arco de Dreyer— enviada a exorcizar el alma del dictador, harán que la historia se torne en una deconstrucción en tono burlesco y formal sobre las acciones pasadas de Pinochet y su familia, bajo un manto de metáforas y referencias en las que se interpreta que los ciudadanos no somos más que simples herramientas y alimento para la élite succionadora de sangre.
El Conde no deja de ser un objeto de arte y ensayo antipático, a veces brillante y otras veces más apagado. Se construye a través de una narrativa anudada bajo un sugerente blanco y negro que pretende desenterrar el cuerpo político de la Chile comprendido entre los años 70 y 90. Una película que pese a estar codificada como una comedia negra, es tan cruenta que pocas risas levanta, pero con una intención más que clara, pura denuncia política reflejada en el monstruo vampírico.
La cinta no dejará indiferente a nadie y que es una rara pieza entre todo el catálogo del que dispone Netflix. Larraín, pese a no estar frente a su mejor película hace un buen trabajo volviendo a escanear desde otro punto de vista la figura política de Pinochet, como ya hiciese en su trilogía con Tony Manero (2008), Post Mortem (2010) y No (2012).
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