Los secretos de mi padre (My Father’s Secrets) es la adaptación animada del cómic del autor israelí Michel Kichka. Una cinta que nos habla de aceptar nuestro pasado, dejar de avergonzarnos por él y, sobre todo, de reconciliarnos con los hechos ya vividos.
Es curioso el caso de la directora de Los secretos de mi padre, Véra Belmont, una señora de 89 años con una dilatada experiencia como productora, directora, guionista e, incluso, actriz en sus comienzos. A pesar de su edad, la gran Belmont da el salto a la animación con una película que adapta un cómic biográfico relacionado con el Holocausto. De hecho, llevaba quince años ya sin dirigir una película; valiente cuanto menos probar con una cinta de animación a estas alturas de la vida, un aplauso para Véra Belmont.
Centrándome más en esta propuesta en concreto, Los secretos de mi padre nos traslada a los años 60, en Bélgica, desde el punto de vista de un joven llamado Michel (el propio autor del cómic original), que junto a su inseparable hermano Charly conviven en el seno de una familia judía. Sin embargo, el protagonista real de esta historia, como el nombre de la película indica, es el padre de los críos, Henri Kichka, alguien silencioso y reservado que vivió las penurias del Holocausto en sus propias carnes, algo de lo que nunca habla a nadie y oculta con llave en su despacho.
Se nos cuenta una de esas historias que nos habla de las cicatrices dejadas por tan devastador suceso: El padre de Michel oculta su pasado de su propia familia, y aún así, no puede dejarlo atrás y alejarse de él. Esto le deja como única alternativa la aceptación, reconciliarse con su pasado, dejar de ocultarlo y hacer ver a generaciones venideras los horrores cometidos antaño para que no vuelvan a repetirse y que la memoria de aquellos que ya no están siga viva en otras personas.
Pero este no será el único enfrentamiento con el pasado que se nos muestra, el propio Michel, autor original y protagonista, empezará a alejarse de su padre, quien lo enseñó a dibujar, debido a sus constantes apariciones publicas tras aceptar su pasado. Casi a modo de héroe nacional, Henri comienza a divulgar sus vivencias pero las sigue ocultando de su propia familia, algo que lleva a un error fatal y a la consecuente ruptura total de Michel con su padre.
Tenemos así, una división clara en dos partes para la película: una más centrada en el pasado del padre y su trauma tras el Holocausto, y una segunda pos-aceptación donde se cuenta el conflicto de Michel con su progenitor. Aquí tendríamos mi mayor pero con la propuesta: no noto un equilibrio real entre estas dos partes, está claro que todo gira en torno al pasado de Henri y es normal que ocupe un mayor protagonismo, pero está mucho mejor tratado y de una manera más creíble que el conflicto de la segunda parte, notándose por momentos incluso apresurado.
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Es cierto, que únicamente por la trama del pasado del padre y todo su desarrollo vale la pena la cinta. Retrata muy bien el trauma sufrido, los problemas que causó aún a posteriori el Holocausto y cómo, incluso, para superarlo cae en una vorágine de éxito que termina alejándolo de su familia y causando un suceso fatal. Justo hasta este suceso concreto tenemos una cinta bastante notable, a raíz de ahí y entrando en esa segunda parte, que casi parece más un epílogo apresurado, comienzan los problemas, rebajando en computo global el buen hacer de la propuesta. Se producen varios saltos temporales y terminamos llegando a un perdón final entre padre e hijo poco creíble y trabajado, con el que es difícil de empatizar. Es cierto que el tiempo todo lo cura, pero esa sensación debe calar en nosotros, y es algo que Los secretos de mi padre no consigue.
Quiero remarcar también algunas de las escenas más humanas que nos ofrece Los secretos de mi padre, aquellas que muestran el vínculo más cercano entre Michel y su padre: el dibujo. Son varios los momentos donde vemos a Michel y Henri compartiendo varias risas entre lápices y papeles, y se nota que es algo clave en la vida del propio Michel, al fin y al cabo será su trabajo. Pero el vínculo padre-hijo se desarrolla más allá de fragmentos de alegría, pues a través de los dibujos también se encuentran varias de las escenas de más horror para Michel, aquellas que le ligarán al Holocausto y las vivencias pasadas de su padre, siendo el dibujo el leitmotiv para sus recuerdos más felices así como aterradores. Consigue captar con brillantez la importancia del dibujo y de su propio padre, así como de su pasado, en la vida de Michel, y cómo estas dos cosas trazarán en gran medida su futuro.
Para ir cerrando, quiero recuperar las breves menciones que hice al principio sobre que es la primera película de animación de la directora, y en ese apartado cumple con bastante solvencia. Combina animación 2D para sus personajes con algunos elementos 3D, como los fondos. También para ciertas escenas o imágenes utiliza capturas reales, esto sale a luz especialmente en escenas donde quiere dar un impacto o mostrar una crudeza más realista, valga la redundancia, algo que encaja muy bien y termina siendo una gran decisión. Lo mismo ocurre con la paleta de colores elegida, una paleta sin alardes ni florituras, con bastantes tonos grises y apagados que retratan en gran medida el sentir de la posguerra, encajando a la perfección con la narrativa de la película.
En conclusión, no estamos ante una de las grandes propuestas animadas del año, pero sí ante una película bastante decente, que con su corta duración nos trae un relato que nos habla sobre las cicatrices del Holocausto de una manera respetuosa y sincera, pero sobre todo, nos invita a confrontar nuestro pasado y reconciliarnos con él, pese a lo doloroso que pueda ser. Por supuesto, recomendado su visionado en este Atlántida Film Fest 2022 que nos llega otro año más por parte de Filmin.