Crítica de Los Nenúfares de Monet (2018): La naturaleza imita al arte

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LO VUELVO A REPETIR Y LO DIRÉ SIEMPRE: QUE UN DOCUMENTAL SOBRE ARTE LLEGUE A NUESTRAS PANTALLAS COMERCIALES ES ALGO QUE NOS TIENE QUE LLENAR DE ORGULLO COMO CINÉFILOS, ARTÓFILOS (SÍ, ME LO ACABO DE INVENTAR); E INCLUSO COMO SERES HUMANOS. TRAS CARAVAGGIO Y BERNINI, QUIEN SE ASOMA A NUESTROS CINES ES EL SEÑOR CLAUDE MONET.

Lo que cualquier ciudadano random puede conocer de este pintor es que era francés, que era impresionista, que no tuvo éxito en vida y que hoy todos los museos llegarían al asesinato por cualquiera de sus obras. Todo eso es cierto en cierto modo (lo primero es obvio y último no me extrañaría que hubiera ocurrido), pero si tienes curiosidad por esta figura capital del arte, este documental te acerca a facetas que quizá ni supieras ni imaginaras. Por ejemplo, que sufrió todo tipo de calamidades personales a lo largo de su vida, que el nombre “impresionistas” se debe a una obra suya, que al final de su carrera fue un hombre enormemente rico y que incluso tuvo relación con el gobierno francés y que sentó las bases del arte abstracto norteamericano de la década de los 50.

Pero Los nenúfares de Monet no es un recorrido por la vida, obra y milagros del francés, sino que se centra en una de sus obras en concreto, la que menos te imaginarías porque no es una pintura ni está en ningún museo: Su propia casa en Giverny.

Claude Monet hizo de la naturaleza un gran cuadro impresionista. Literalmente. Visitar sus jardines es adentrarte en cualquiera de sus obras. Donde las formas se funden unas con otras, donde el color inunda allá donde miremos, donde el sujeto se funde con el todo. Por más que lo explique, no hay palabras para reflejar lo que se siente al ver un jardín que reproduce tal cual la experiencia de la pintura impresionista. Y lo digo en primera persona.

Tengo el enorme privilegio de haberla visitado y os puedo asegurar que la enorme cola que hay que hacer para entrar y el desorbitado precio de la entrada están más que amortizados. Giovanni Troilo sabe perfectamente que ninguna película podrá ni siquiera acercarse a la experiencia física de visitar un espacio. Al menos hasta que la realidad virtual se asiente y sea una herramienta para los cineastas… pero para eso me temo que falta.

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Lo que pretende el italiano es que vivamos la experiencia de ver el mundo como lo vio Claude Monet. Todas las imágenes del río Sena y los paisajes de Normandía reproducen el sentimiento de “lo sublime” que tuvo que sentir Monet al pintarlos. Hace lo mismo con las dramatizaciones de la vida del pintor, que están ópticamente deformadas para simular la textura fragmentada de una obra impresionista.

La película no posee un narrador en Off, sino que está contada por la actriz Elisa Lasowsky. Es una experiencia más cercana, de evitar estar asistiendo a una “voz de Dios” que nos instruye sino de identificación con el espectador. Quizá “demasiada” identificación, porque la actriz francesa está pelín sobreactuada. Se lo toma todo con una intensidad y un sentimiento fuera de clugar, como si Monet fuera su padre (o le debiera dinero).

Tanta afectación está desproporcionada, más que nada los nenúfares no se los pintó Monet a ella ni nada por el estilo. Apartado especial merecen sus pausas dramáticas mirando al vacío, tratando de asimilar lo que nos está anunciando, cada vez que habla de las desgracias personales de Monet. Lasowsky, hija mía: ¡Que no te ha pasado a ti!

Al final, puede que ante un documental de arte nos digamos: «Bueno, ya lo echarán en La 2». Craso error. Los nenúfares de Monet está rodada en 4K, lo que justifica de sobra su visionado en cine. Es una gozada para los sentidos (a lo que contribuye su preciosa banda sonora) Y mira… para un estreno que nos llega que no es de Marvel… ya sólo por eso creo que darle una oportunidad. De todos modos, Troilo es bastante realista. Aunque su documental ha nacido para disfrutarse en cines, sabe que el recorrido “natural” del mismo terminará siendo el mercado doméstico. Lo digo porque el formato de la película es 16:9, el mismo de una televisión.

Los nenúfares de Monet está rodada en 4K, lo que justifica de sobra su visionado en cine.

PD: Monet no sólo fue un grandísimo pintor sino también un gran coleccionista de arte. Especialmente de grabados japoneses. Su casa en Giverny conserva una de las colecciones más impresionantes de estas obras de arte. Incluso adquirió algunas de las imágenes más famosas del arte universal, como La gran ola de Hokusai (que lo mismo así de nombre no te suena pero estás harto de verla por todas partes. Es FAMOSÍSIMA). No aparece nada de esto en el documental porque no trata de su faceta como coleccionista, sólo algún plano al final y de refilón. Pero para eso estamos nosotros. Aunque a Giovanni Troilo no te lo haya contado, ya te lo cuento yo: ¡Como te gusten las estampas japonesas, vas a pasarte más tiempo dentro de la casa de Monet que en el jardín! (y lo digo por experiencia propia)

PD 2: Existe la leyenda urbana en el mundo de la historiografía del arte (sí, hasta en ese colectivo existe las leyendas urbanas) de que al final de su vida, Claude Monet desarrolló la visión de los colores ultravioletas, como si fuera una abeja o una mariposa. Vamos, que se convirtió en una especie de X-men de la pintura. Esto es completamente imposible porque es físicamente inviable. No hemos conseguido que los daltónicos vean un color que el resto de la humanidad puede, como para que una persona se someta a una operación de cataratas y salga de quirófano viendo como los insectos. Pues, por muy descabellado que parezca, eso se dice incluso en ámbitos académicos. A ver, señores historiadores del arte, que sé que me están leyendo: repitan conmigo: Ninguna persona puede ver los colores ultravioletas por muy Monet que sea. Y si los pudiera ver (que no, pero bueno), nos daría absolutamente igual al resto, porque los pintaría pero nosotros seguiríamos sin verlos y sólo notaríamos los mismos colores de siempre. Lo digo porque me ha dado la sensación de que Giovanni Trolio se lo ha creído. No lo dice directamente pero de repente nos coloca a Monet viéndolo todo en tonos magenta. No, en serio. Molaría… pero no.

 

 
Reseña
Los nenufares de Monet
7
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Redactor de cinefilosfrustrados.com - Iba para DaVinci pero me quedé en Christian Gálvez
los-nenufares-de-monet-2018Ofrece un viaje a través de las obras y obsesiones personales del genio del Impresionismo. Desde la ciudad natal del artista, Giverny (Francia), pasando por el Musée D’Orsay, hasta adentrarnos en el Museo Orangerie y el Museo Marmottan Monet, santuarios de la obra del artista en Francia. El film nos descubre cómo Claude Monet consiguió superar la depresión que le apartó temporalmente de la pintura, para finalmente emerger de su ostracismo artístico. Un resurgir que le llevaría a entregarse en cuerpo y alma a su obra más colosal: la Grand Décoration.