Tara es un ama de casa que puede presumir de tenerlo todo. Belleza, juventud, un marido igual de joven y guapo, dos niños hermosos y rubísimos (porque en el cine los bebés morenos no existen), una casa grande, una posición económica solvente y una depresión como un castillo.
Las señales de su dolencia se ven desde la luna. El espectador las percibe desde el fotograma uno. Es imposible no darse cuenta, excepto si eres su marido, cuya absoluta falta de empatía y sensibilidad convierte a Homer Simpson en el Richard Gere de Oficial y caballero. Tampoco está muy fina su madre al respecto, cuyo conocimiento de las carencias y necesidades de su hija están a la altura de la madre de Barbara Hershey en Cisne negro (O de Norma Bates… porque vaya tela con la madre de la pobre Tara).
Así que, y no desvelo nada «irrevelable» porque el título original- The Escape- es un spoiler como un castillo de grande, Tara se fue una mañana, Tara sin decir nada, Tara ya no tiene miedo, Tara huyó de sus miedos (escúchese el tema en cuestión). Ahora que lo pienso, el título español tampoco es lo que se dice muy sutil. Se planta en París pese a que hubiera sido bastante más creíble que volara a Magaluf (pero menos poético, claro). Podríamos juzgar que es una mala madre, una mala esposa y una mala hija, pero se lo perdonamos. Al fin y al cabo, todos tenemos en la cabeza que a la gente guapa, por el mero hecho de serlo, solo le debería pasar cosas buenas.
La película entera gira en torno a la figura de Gemma Aterton. Protagoniza todas y cada una de las secuencias de la película (en serio, no hay ni una sola escena en la que ella no aparezca) y produce la película de su bolsillo. La actriz británica posee uno de los físicos más impresionantes del cine mundial. Se dio a conocer como chica Bond y desde entonces ha demostrado su potencial físico en cintas como Hansel y Grettel, cazadores de brujas, Furia de Titanes, Byzantium o Principe de Persia.
Su filmografía estaba muy muy pero que muy por debajo de sus capacidades como actriz (imposibles de imaginar, visto su currículum). Podría haber sido una Lara Croft mucho más creíble que Alicia Vikander (y, encima, británica), pero no. Gemma se marcó un Kiera Knightly y giró su carrera hacia un cine más minoritario que le asegurara una carrera más longeva. Desde hace unos años ha estado demostrando que es mucho más que una cara bonita (¡y tan bonita!) y se está labrando una filmografía que más que interesante.
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En La búsqueda de la felicidad su interpretación es básicamente física. Nos cuenta a su personaje por medio de la energía que trasmite en plano (y repito… está en todos). En su mirada el espectador lee su absoluta infelicidad desde la primera escena en la que aparece. Toda alabanza a su trabajo como actriz es poca.
También hay que reconocerle a Aterton que tiene ojo para detectar el talento ajeno. La dirección se la ha confiado a Dominic Savage, un director televisivo que da aquí el salto a la gran pantalla. Y pasa el examen con nota. Desde luego, ella sabía perfectamente lo bien que lo había hecho, puesto que presentó la película en el festival de Toronto.
Quizá no te parezca tan ambicioso como hacerlo en Cannes, pero la ciudad canadiense es donde comienza la carrera de los Oscars. Las productoras mandan aquí las películas que manejan de cara a la carrera de premios del año para ver por dónde van a ir los tiros. No parece que le haya funcionado, puesto que no está siendo reconocida con ningún galardón (y ya no va a llegar al Kodak Theater) . Señorita Aterton, como sé que me estás leyendo, créeme: No le hagas ni caso a todos los que no han citado tu actuación entre las mejores del año. Estás de Oscar, y lo sabes.