El pasado 17 de Marzo arrancaba «Hasta El Cielo, La Serie», secuela de la película estrenada en 2020 sobre un grupo de aluniceros. Daniel Calparsoro dirige, Jorge Guerricaechevarría escribe.
Allá por diciembre de 2020 se estrenaba en cines una película sobre unos atracadores, encabezados por Miguel Herrán, el chaval del discurso de los Goya y demás, con muchos coches y calle y con la sensación de producto prefabricado a la sombra de la demencial saga de Vin Diesel. Hasta el Cielo se llamaba. Como tantas veces, los prejuicios se estrellaban contra la realidad de una película genuina, bien escrita, y con una vocación local. De hablar de lo nuestro, pagando peajes aparentes para poder competir en un panorama desolador en salas controladas por lo que llega del país del tío Sam; pero sin comprometer lo que pretendía ser ni contar. Abrazando los códigos que antaño implantaron unos Perros Callejeros. Un submundo que parecía olvidado se abre de nuevo ante nosotros.
Calparsoro y Guerricaechevarría recogen el guante lanzado por Netflix en forma de propuesta y deciden ampliar este mundo con todo aquello que recopilaron para componer la cinta de 2020. Continuar por el camino marcado y construir un universo propio muy solvente, provocador y tremendamente entretenido. Es ciertamente continuista, pero no estática; avanza en la dirección adecuada, comprende su construcción narrativa capitular y decide explotar todo lo que una película de 120 minutos no permite; personajes secundarios que refuerzan y matizan la trama principal sin perder su entidad propia secundaria y distintiva, construyendo los mismos desde una fisicidad muy específica, dotando a su mundo de un realismo muy particular porque, si bien hay ocasiones donde no se refleja la realidad, sí se refleja la verdad; la de un mundo muy bien diseñado y con un potencial tremendo, donde todo brilla y, como decía el bueno de Chris Rock, donde cada uno asume en ocasiones su condición de cantante principal y, en otras, se coloca al fondo y toca la pandereta; y con una sonrisa. Ahí está la mayor virtud; el conjunto, todo es mejor que la suma de sus partes.