Élite aterriza hoy mismo con su sexta temporada, continuando fiel a sí misma… Para bien y para mal.
¡Que levante la mano el que haya visto Élite! En la sala se levantan manos tímidas, algunos dudan antes de hacerlo y otros miran a su alrededor por si están siendo juzgados desde los púlpitos de lo moralmente correcto para finalmente alzar una mano temerosa; otros en cambio ni se plantean confesar este placer culpable –me río yo de los placeres culpables; y de la culpa en general-, los que miraban desde el pedestal desdeñosos no saben que se están perdiendo auténticos ********* gustosos, pero gustosos del tipo una buena gochada del Mcdonald’s -no, no me pagan por publicidad, ya quisiera yo-.
Pues bien lo de Elite a estás alturas nos da para estudio sociológico, porque nadie ve la serie, así como tampoco nadie ve otras cosas, pero ahí están temporada tras temporada, copando las listas de lo más visto.
Evidentemente si no eres un adolescente, quizás no estés esperando como agua de mayo la nueva entrega de los estudiantes de las Encinas, pero si has sucumbido a su alargada sombra, pues igual ese mismo fin de semana cae, que ya hace frío, que en el sofá se está muy bien, y que unas palomitas viendo la vida irreal de adolescentes no tan púberes pasar… No está tan mal. Y lo confieso, me encanta el plan…
Supongo que se pueden achacar muchas cosas a Élite, pero lo de que es aburrida no; y mira que podría serlo, con su trama reiterada entrega tras entrega. Netflix nos envuelve la vida de estos jóvenes con un lazo de frenetismo y un bonito papel de cliffhanger episodio tras episodio y vaya que si lo compras. ¿Qué de nuevo alguien muere misteriosamente, venga; que uno cambia de sexualidad como de ropa interior, compro; que mi adolescencia no se pareció en nada a la de sus protagonistas? ¡Ni falta que hace!
Benditos maratones, bendito fast-food y viva el veo lo que me da la gana, porque me da la gana
Probablemente si a estas alturas sigues leyéndome te planteas que soy una boomer sin remedio, y que todo me parece frivolidad y tontería en mayúsculas. Quizá caes en la tentación de pensar que estoy criticando la serie, cuando en realidad lo que hago es poner el foco en la hipocresía del espectador. Unos espectadores que se convierten en jueces y verdugos, y que tras el escudo del anonimato y con un teclado armados se asomarán a su red social favorita para hablar de la serie de turno -de una que les haga sumar puntos-, les haga parecer muy listos y muy versados, una que si puede ser no entienda nadie, y que además unos cuantos críticos -de los profesionales- compartan su opinión; una que luego gane muchos premios, para luego poder decir eso de «yo ya la había visto»…
Sin embargo, leeremos a pocas de estas personas supuestamente serias hablar de Élite y sus virtudes. El diseño de la serie y los medios técnicos que temporada a temporada han ido aumentando; la impecable producción, la fotografía que en muchos puntos poco tiene que envidiar a series de «postín»; y el arrojo que la serie demuestra para meterse en camisas de once varas, y que se la sople lo más grande lo que tras la pantalla del ordenador fulanito de tal vaya a decir sobre la lectura política de turno, extraída de forma que respalde su visión del mundo.
Benditos maratones, bendito fast-food y viva el veo lo que me da la gana, porque me da la gana…