Crítica de Un don excepcional (2017): El difícil equilibrio de la felicidad

Un Don Excepcional

TÍTULO: UN DON EXCEPCIONAL (GIFTED)| AÑO: 2016 | DIRECCIÓN: MARC WEBB | PRODUCCIÓN: PECKER FILMS | GUIÓN: TOM FLYNN | MÚSICA: ROB SIMONSEN | FOTOGRAFÍA: STUART DRYBURGH | REPARTO: CHRIS EVANS, OCTAVIA SPENCER, JENNY SLATE, MCKENNA GRACE, LINDSAY DUNCAN, KEIR O’DONNELL, JONH FINN | GÉNERO: MELODRAMA JUDICIAL | DURACIÓN: 101 MINUTOS.

Todos tenemos más o menos claro qué se nos viene a la cabeza cuando decimos que una película parece un telefilm, un estreno TV o una película de Antena 3 de las tres de la tarde también son comparaciones válidas, nos referimos casi siempre a melodramas de intenciones más bien obvias, música empalagosa, factura barata, personajes estereotipados, guión tópico y casi siempre ambientados en la América profunda (o Mallorca, si el telefilm es alemán). Si una película con estas características se proyecta en cine, decimos que es un telefilm deluxe. ¿Podría Un don excepcional catalogarse en esta categoría? Pues desde luego que es un melodrama, con música empalagosa y está ambientada en un pueblecito estadounidense, pero el guion es portentoso y la protagoniza el actor al que el Capitán América convirtió en estrella y la ganadora de uno de los Oscar más incontestable de los últimos años… así que es más deluxe que telefilme.

Chris Evans declaró hace unos años que él quería ser actor para poder trabajar con grandes directores. También añadió que no iba por buen camino (acababa de encarnar a La Antorcha Humana en Los cuatro fantásticos). Ahora que se ha convertido en estrella, puede que le echen el ojo en proyectos más interesantes. Desde luego, se lo merece porque en esta película está sobresaliente. Y no es un personaje nada sencillo. Frank es solitario, encerrado en sus problemas. Más por haber huido de sí mismo que por ser realmente así. No tiene claro cual es su rol con respecto a la pequeña Mary. No sabe cuánto de él puede, quiere o debe entregarle a ella. Es un personaje huraño, al que dota de la energía necesaria para que veamos toda su lucha interior en sus ojos. Por cierto, señores de Hollywood, Chris Evans no es que sea guapo, es que es espectacular. Y por mucho que le pongan una camiseta sucia y el pelo despeinado, no va a dejar de serlo. Disfrazar a un pibón de mendigo no cuela.  No hay quien se lo crea y te saca de la narración.

La pequeña Mckenna no tiene tampoco un personaje fácil, y menos a sus diez años. Una niña superdotada va a ser siempre una redicha y una antipática a los ojos del espectador. Pero ella no, ella es una niña y Marc Webbs no deja que nos olvidemos de eso en ningún momento. Sólo es una cría de diez años. ¿Genio de las matemáticas? Sí, pero por encima de todo, una niña que ha perdido a su madre, cuyo único amigo es su gato y que inventa canciones para el minino cuando ha acabado de resolver ecuaciones.

Con todo, el personaje más difícil lo encara Lindsay Duncan como la madre que nadie querría tener. Es tóxica para sus hijos, pero no malvada. Está convencida de que hay valores en esta vida más importante que la relación materno-filial, que sus hijos han de responder ante el mundo por el don que tienen y que la felicidad es menos importante que el deber y el compromiso con la humanidad. Es muy complejo el trabajo que tenía por delante. Marc Webb vio los matices del personaje, no quiso que su Evelyn Adler fuera una mala malísima y Duncan responde con honores.

El único fallo lo encuentro en el personaje de Octavia Spencer, vecina y amiga de Frank y Mary. Su Roberta no tiene ningún desarrollo en la trama ni nada que lo justifique. ¿Spencer está bien? Nadie lo duda. Tiene esa presencia casi de budeidad, como si todos los secretos del universo le hubieran sido revelados y los asume con paz y templanza. Nada que reprocharle a ella, pero su personaje podría haber sido eliminado del montaje y no se hubiera notado. Y eso que el guion es excelente, con unos personajes llenos de matices, contradicciones y evolución personal. Es una pena que no hayan rematado un guion redondo dotando una Roberta Taylor a la altura de Octavia Spencer.

En definitiva, Marc Webb nos propone un conflicto familiar con todo lo que esto supone. Dos personas de la misma familia pueden no entenderse ni lo más mínimo sin que esto signifique que no se quieran. Problemas familiares que vienen de proyectar en el otro lo que entendemos que han de ser sus necesidades y prioridades. Pero son tu familia. Hay dolor, pero no maldad. Hay incomprensión pero no desconocimiento. Hay amor, pero no amistad. Webb nos cuenta sin miedo ni simpleza toda esta telaraña de sentimientos y relaciones que  es una familia disfuncional, rota, incomprendida, pero familia al fin y al cabo.

Marc Webb apuesta por el melodrama sin ningún complejo. Hoy en día es un género peor visto que el Torture Porn. El propio Bayona sabe muy bien de esto. Se le ha criticado continuamente que apostara por el melodrama en Lo imposible y Un monstruo viene a verme, como si apelar a lo sentimental no fuera lo que lleva haciendo el cine desde 1898. Porque vamos a ver, cuando nos metemos a ver una película de terror qué es lo que esperamos? Que nos de el mayor miedo posible. ¿Y una comedia? Que nos haga reír cuanto más mejor, y cuantas más risas, mejor habrá conseguido su objetivo. ¿Qué criticamos entonces del melodrama? ¿Que nos haga llorar? ¿Tanto rechazamos eso? ¿Hasta ese punto nos paraliza sentirnos vulnerables, empáticos y que hayamos compartido las alegrías y desgracias de los protagonistas de una manera tan directa? ¿Tanto miedo nos da que una película rompa todas nuestras barreras emocionales? Pues si eso nos supone un problema, entonces nos lo tenemos que hacer mirar nosotros, no la película.