The I-Land es la nueva miniserie que estrenaba este jueves Netflix. A priori parecía que podía ser un producto sugerente cuanto menos. Le habían dedicado bastante publicidad en las semanas previas, y su premisa, que aunque recordara a la mítica Perdidos (Lost) por su mezcla de misterio y ciencia ficción en una isla, hacía que apeteciera echarle un vistazo. El resultado, lamentablemente, es lo que puede ser uno de los mayores bodrios existentes de la plataforma de streaming.
The I-Land comienza con una magnífica panorámica de una paradisíaca isla. En la playa de esta van despertando 10 personajes, 5 hombres y 5 mujeres, que no recuerdan absolutamente nada de sus vidas, ni siquiera su nombre. Van vestidos de la misma forma y al lado de cada uno de ellos tienen un utensilio de estos típicos que podrían venir bien para sobrevivir en una isla desierta. La única pista que tienen de sus personas es un nombre bordado en las etiquetas de sus respectivas camisas. A partir de aquí comenzarán a intentar esclarecer el motivo por el cual están en la isla y sus posibilidades de escape.
Ya desde el primer capítulo se puede percibir la falta de atino en casi todos los aspectos de la serie. Los diálogos y las formas de afrontar la delicada situación de cada uno de los personajes son esperpénticos. A cada nueva línea de diálogo y acción crece tu sentimiento de vergüenza ajena. Parece que les hayan arrancado la capacidad de raciocinio.
Las actuaciones son en su mayoría deplorables. Continuamente te sacan de la serie. No te crees que estén en una isla. Simplemente ves a gente actuando de forma totalmente inverosímil. Si me pongo en lo peor, quizás pueda salvar al chaval rubiete con pinta de ruso, Gilles Geary y a la bella actriz australiana Sibylla Deen, que os puede sonar de la serie de corte postapocalíptico, The Last Ship. El anzuelo era la actriz Kate Bosworth (Somnia o Lois Lane en Superman Returns), pero se pierde en un personaje que no se sabe muy bien lo que nos quiere transmitir.
De The I-Land lo único reseñable que puedo sacar es la maravillosa localización elegida para el rodaje de casi la totalidad de la serie, una isla idílica de la República Dominicana. La iluminación usada tiene una sobreexposición horrorosa, el montaje es carnavalesco, una dirección verdaderamente penosa e insufrible. Solo basta con decir que las tomas realizadas con el dron son las más interesantes de la serie.
Si en el primer capítulo el tedio te invade por completo, en la sucesión de los siguientes te dan ganas de ponerte a hacer cualquier otra cosa más entretenida como quitarte la pila de plancha que tienes pendiente o contar los azulejos de tu cuarto de baño. Además el misterio principal lo resuelven antes de mitad de temporada y a partir de ahí es ya un suplicio seguirla. Cualquier resolución es y se ejecuta de manera más torpe que la anterior.
En resumen, huid de esta miniserie de The I-Land. Es un consejo que creo que si no seguís, no tardaréis mucho en darme la razón, ya que no interesa desde los 10 primeros minutos de metraje. Una pena el dinero y tiempo malgastado en hacer este producto. Si queréis ver alguna serie de misterio sobrenatural de calidad, que se desarrolle en la más bella naturaleza, en este caso en la selva amazónica, apuntaros Frontera Verde, estrenada en Netflix el pasado 16 de agosto y que, al menos de momento, no ha tenido la repercusión que se merece.