Oppenheimer es la duodécima película del director británico Christopher Nolan quien, en esta ocasión, nos presenta la biografía de Robert Oppenheimer, “El padre de la bomba atómica”.
Oppenheimer es una película complicada, pero no en el sentido en que Nolan nos tiene acostumbrados, es una película larga (con una duración de 3 horas) y cargada de diálogos que buscan contraponer las diferentes opiniones de sus protagonistas para mostrar así lo complejo de sus psiques, lo que puede confundir a aquellos espectadores fanes del director que pudieran esperar una enrevesada película de acción y espionaje ambientada en la Segunda Guerra Mundial, pero vayamos por partes.



Fisión
Mi principal problema con Oppenheimer radica en la casi nula sensación de cohesión entre las dos películas que Nolan quería realizar. Y es que no era necesario diferenciarlas con el uso del color o el blanco y negro si ya desde el inicio parecen enfrentarse entre sí y mostrar visiones opuestas del protagonista que son difíciles de unificar de una forma congruente.
Por un lado, tenemos la película que nos narra la vida de nuestro protagonista, desde que es un torpe, pero inteligente, estudiante universitario del que se ríen sus compañeros y profesores hasta que llega a ser el director de uno de los proyectos secretos más costosos de la historia. Esta parte, narrada a color según dice el propio Nolan para mostrar la realidad subjetiva del físico, cuenta con un buen ritmo que culmina en el clímax de la gran prueba nuclear denominada Trinity que se realizó en el desierto de Los Álamos.



Por otro lado, una segunda película, que se intercala entre fragmentos de la anterior, nos presenta la figura de Lewis Strauss, el presidente de la Comisión de Energía Atómica (AEC en sus siglas en inglés) que se embarcó en una cruzada personal contra Oppenheimer tras ser humillado públicamente por este último durante una disputa que debatía la peligrosidad de exportar radioisótopos para uso médico. Esta parte, narrada en blanco y negro según dice el propio Nolan para mostrar la realidad objetiva de los procesos recreados a través de las transcripciones oficiales, relata la larga audiencia que se le realizó a Oppenheimer en 1954 para revocar sus autorizaciones de seguridad y que fue impulsada por el propio Strauss así como la nominación de este como Secretario de Comercio de los Estados Unidos.
Mientras en la primera parte vemos una especie viaje del héroe-villano, en el cual un joven ávido de conocimiento se va viendo corrompido por su poder creciente y la búsqueda de los límites de la ciencia nuclear hasta que, demasiado tarde, se da cuenta de que su ego le ha cegado y convertido en “El destructor de mundos”, en la segunda parte Oppenheimer es un pobrecito que está sufriendo un abuso de poder por parte de un pretendiente a político que se quiere vengar del físico por haber utilizado un símil entre cervezas, sándwiches e isótopos radioactivos. No vemos en este juicio a Oppenheimer un verdadero arrepentimiento o rectificación posterior al lanzamiento de las dos bombas nucleares sobre Japón, acto que en la sección a color si que parece llegar a aterrorizare y trastornarle levemente.



Y es que otro de los aspectos de la cinta que no me han permitido su completo disfrute es la falta de una perspectiva belicista o anti-belicista de la misma. Igual es culpa mía por esperar de la película biográfica sobre Oppenheimer algún tipo de lectura política sobre las consecuencias del lanzamiento de las bombas o sobre la discusión ética que pudiera levantar. Sin embargo, en su afán por mostrarnos únicamente el mundo interior del protagonista y sus reacciones ante las consecuencias de sus actos, la película ni siquiera muestra el momento de los bombardeos, o imágenes de sus consecuencias. La cinta se queda en la casa de Oppenheimer, en su hogar en Los Álamos, y no nos traslada al desenlace final en el convergen todas sus decisiones, haciendo así más sencillo el pasarlo por alto y juzgar al protagonista solo por sus ansias de conocimiento y no por las consecuencias de estas. Me es imposible pensar que Oppenheimer no viera en vida imágenes de la destrucción que causó, que solo se imaginara en su cabeza dicha devastación.
Fisión vs. Fusión – Oppenheimer vs. El mundo
Pero antes de saltar a la segunda mitad del artículo, querría realizar un par de comentarios más analíticos que críticos sobre la cinta.



Me gustaría señalar el paralelismo entre la relación de Oppenheimer y Strauss y la definición de una bomba H realizada por Edward Teller. Oppenheimer resulta el principal impulsor del Proyecto Manhattan, es él quien siempre convence a Leslie Groves para seguir invirtiendo en el desarrollo de Los Álamos, Oppenheimer es la bomba de fisión. Sin embargo, por muy explosiva que resulte la personalidad del físico, para Strauss resulta simplemente en un detonador que pueda activar la bomba de fusión, mil veces más destructiva y poderosa. Oppenheimer le ha sido útil a Strauss, gracias a él existe una AEC que puede dirigir y con su prueba Trinity, Oppenheimer dio el pistoletazo de salida para una carrera nuclear en la que ahora Strauss puede impulsar la creación de una bomba de hidrógeno, lo que le otorgará la fama que tiene Oppenheimer y él anhela. Sin embargo, necesita utilizar la fisión como un medio, no como un fin, Oppenheimer se convierte en una molestia, un adúltero, un judío que deja de lado su herencia, un respetado científico que le deja en ridículo, todo lo que odia.



Pero también se puede ver la relación entre ambas personas y la bomba de fisión y fusión respectivamente a través de las relaciones de poder. Oppenheimer, como he dicho, representa la bomba de fisión, tremendamente poderosa, ingeniosa y tecnológica (en el sentido de todo lo que ha debido avanzar la física teórica para alcanzar un nivel que permita su creación), pero Robert está mayormente solo, su poder no puede ser comparado con el de la bomba de fusión, la base del funcionamiento de las estrellas y una tecnología que aún en nuestros días no hemos sido capaces de domesticar para obtener energía limpia, este gran poder no es el que representa Strauss, si no la política, el director de la AEC se apoya en sus relaciones con Hoover, Truman o Eisenhower para arrasar a Oppenheimer, para arrebatarle sus autorizaciones, y este no puede hacer nada ya que el poder legal y burocrático lleno de tecnicismos y suposiciones es claramente superior a él cuando es utilizado de forma explosiva por alguien que saber usarlo en su propio beneficio, sin escrúpulos y de forma malintencionada.
Ahora sí, dicho todo esto, me permito pasar a la segunda y última parte de la crítica.
Fusión
Y es que, pese a todo lo que he comentado en el primer apartado de la crítica, no me disgusta la película (una muestra es mi calificación), simplemente estoy molesto por algunas decisiones que no la han permitido ser (siempre bajo mi juicio) mejor. Es por eso que dedicaré esta última sección a citar todas aquellas cosas que funcionan efectivamente y hacen de su visionado una experiencia muy recomendable.



Creo que uno de los aspectos que más público ha podido atraer a los cines para ver Oppenheimer recae en su gran elenco: Cillian Murphy (Peaky Blinders), Emily Blunt (A quiet place), Robert Downey Jr. (Avengers: Endgame), Matt Damon (Interstellar), Florence Pugh (Midsommar), Rami Malek (Bohemian Rhapsody), Jack Quaid (The Boys), Gary Oldman (Mank)… La película es como una galaxia plagada de estrellas y, en mi opinión, todas hace un gran trabajo, sobre todo Cillian Murphy y las dos protagonistas femeninas que, al protagonizar los momentos más dramáticos, tienen la oportunidad de lucir más sus rangos interpretativos. Si bien a la salida del cine escuché ciertos comentarios negativos sobre la actuación de Robert Downey Jr., a mi juicio realiza una gran interpretación que está a la altura del resto de actores participantes, si bien es verdad que su maquillaje y peluquería pueden ser los que peor casan con la verosimilitud del film.
Resulta también un placer culpable para todos aquellos que nos dedicamos a las ciencias el continuo goteo de científicos que vemos a lo largo de la cinta: Albert Einstein, Niels Bohr, Werner Heisenberg, Richard Feynman, Enrico Fermi… Aunque también es cierto que la cinta, pese a sus 3 horas de duración, sufre una escasez de contenido científico, ya que apenas da relevancia al preciso cálculo de la masa crítica que les permitió ganar la carrera frente al proyecto alemán de Heisenberg ni a otros elementos científicos que podría haber contextualizado mejor la laboriosa tarea que supuso la fabricación de la bomba.



El otro gran aspecto por destacar es, sin duda, el visual. Desde los efectos especiales prácticos de la explosión nuclear, hasta los visuales realizados sin CGI que representan el conflicto interno del protagonista y que estallan de forma continuada a lo largo de la cinta, pasando por la iluminación la fotografía e incluso el montaje (que no me haya gustado la incoherencia entre las dos películas presentadas no implica que el montaje no se haya realizado con muy buen gusto) denotan una calidad culmen en la obra de Nolan, funcionando todas las partes comentadas en una perfecta armonía que contribuye a la forma general de la cinta. Y si bien la distinción entre blanco y negro y color se me hacer superficial, innecesario y mucho menos trascendente que la experimentada durante Memento, este no resulta un elemento que trabaje en detrimento de la obra si no como algo inapreciable que simplemente está ahí.
Por último, me resulta imposible no mencionar el importante papel del sonido en el film y es que, si bien es un aspecto recurrente en la filmografía de Nolan, creo que en pocas cintas el director había usado el sonido de una forma tan estridente a lo largo de toda la película. Estos ruidos estridentes que acompañan los visuales junto con la banda sonora de Göranson transforman el visionado de la película en cines en una experiencia completamente recomendable que te envuelve durante 3 horas. Aunque creo necesario señalar que si sufres de algún tipo de sensibilidad auditiva no deberías ver la cinta en salas, ya que el sonido puede estar demasiado alto (en mi proyección la sala vibraba tanto que hacía dudar de si se trataba de una experiencia 4DX) y obligar al espectador a abandonar el cine tras unos minutos.