Minari. Historia de mi familia es la película más inesperadamente empática que vas a ver en mucho tiempo, y eso que estamos hablando de una historia de inmigrantes coreanos rodada en coreano.
No te pienses que el éxito de crítica de Minari. Historia de mi familia viene rodado por el tsunami que supuso el año pasado Parásitos. Nada más lejos de la realidad. Esta es una película norteamericana que trata la realidad más cercana de su director, Lee Isaac Chung. No es ninguna retrato intencionadamente metafísico sobre el alma humana. Es una postal de las vivencias más cercanas de su autor y eso es justo lo que la hace conectar con el espectador de una manera muy primaria (quiero pensar que Parásitos no es la autobiografía de Bong Joon-ho, aunque yo ya me creo cualquier cosa)
No quiero pecar de prejuicioso, pero si me estás leyendo no creo que seas un inmigrante coreano de primera generación en Estados Unidos (no me lee mi madre, me va a leer un coreano. Si es que también tengo yo unas cosas…). Minari. Historia de mi familia, en principio, sería la última película que te interesaría. No creo que un españolito medio se identifique con una familia coreana de sexadores de pollos recién mudada a Estados Unidos y en la que el padre quiere montar una granja de verduras típicas del lejano oriente. Deja de bostezar, en serio, que te vas a identificar, porque al final lo de menos es la excusa argumental.
Minari. Historia de mi familia trata sobre eso, sí, pero también sobre las eternas preguntas sobre la inmigración: ¿Qué significa integrarse en el territorio que te acoge? ¿Significa ser uno más de la masa supuestamente homogénea del lugar? ¿Cambiar de lengua? ¿Comer su productos? ¿Rezar a sus dioses? ¿Para integrarte en la sociedad no basta simplemente con ser buen vecino comas lo que comas, reces lo que reces o hables como hables? ¿Un lugareño que no se identifique con lo que hace el resto de lugareños no está integrado aunque haya nacido allí? ¿Dónde termina el grupo y empiezas tú? ¿Es que solamente hay una manera de ser de un lugar en concreto? ¿Hay un carné por puntos del buen ciudadano? ¿Quién decide y por qué quien es más o es menos del lugar? Minari. Historia de mi familia no trata esas preguntas de una manera directa, pero es lo suficientemente hábil para que tú te las hagas al verla. Ya por eso merece la pena, pero es que tiene todavía más que ver contigo.
Minari. Historia de mi familia también trata sobre los sueños y cómo la realidad a veces los devora. ¿Cuándo y cuánto hay que seguir luchando por ellos? Realmente habla de cada uno de nosotros, porque todos hemos experimentado en algún momento lo mismo que sus protagonistas. Y vaya protagonistas, que han puesto la directa hacia los Oscars. Aunque la película ha pinchado en los Globos de Oro, el sindicato de actores la ha rescatado en sus nominaciones. A Steven Yeung ya lo conocerás de The Walking Dead, pero quien de verdad puede meter la campanada es la desconocida (aquí) Youn Yuh-jung… y con razón.
Se nota que Lee Isaac Chung habla de su vida real porque esta no es una «peli de coreanos». Es una película, a secas, sin incidir en los exotismos. No sé si recuerdas las críticas que tuvo Memorias de una geisha. Si no, te lo recuerdo yo. Casi todas incidían en que Rob Marshall había creado una gran postal folklórica, más atento a los detalles pintorescos de la cultura japonesa que a la verdad de los personajes y profundidad de la historia. Nada de esto lo hay en Minari. Historia de mi familia. Aquí tenemos a Lee Isaac Chung hablando de una realidad tangible, por eso funciona tan bien.
Así que si te preguntas cómo una película norteamericana en coreano ha copado el centro de atención de la crítica en el rarísimo 2020, es porque tiene el secreto de las historias universales: La Odisea no va de un militar griego del año de María Castaña: Lo que cuenta trasciende el momento y el lugar. Toma ya que acabo de comparar a Lee Isaac Chung con Homero. Me he pasado de frenada pero creo que me habrás entendido. En otras palabras, que veas Minari. Historia de mi familia que va a hablar de ti más de lo que te imaginas.