John Wick 4 es una porción extravagante de cine de acción que ayuda a solidificar el lugar de la franquicia en la historia del cine de acción como una de los mejores de todos los tiempos.

John Wick 4 vuelve cuatro años después de la última entrega, debido a que la producción fue interrumpida por la pandemia y la filmación prioritaria de ‘Matrix Resurrections‘. La franquicia, que ya se ha establecido como una institución del género de acción moderna, finalmente está de vuelta en la pantalla grande. Una última entrega que viene con un tiempo de ejecución gigantesco y que supera las secuencias de acción de sus predecesoras -que ya eran revolucionarias- asombrosamente, convirtiéndolas en más grandes e intrincadas y haciendo que la película se convierta en toda una experiencia.

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Un pequeño bache en el camino de una fuera de serie

John Wick 4
Diamond Films España

Si bien cuando hablo de John Wick 4 estoy hablando de la mejor película de la franquicia, este hecho no quita que presente varios problemas, siendo el tiempo de ejecución el principal de todos ellos. Con casi tres horas duración, es la película más larga de la franquicia y, si bien de ninguna manera es aburrida, realmente comienzas a sentirlo a través de su primer acto, donde la película alcanza la hora de duración. Acostumbrado a sus anteriores entregas, donde el ritmo se caracterizaba por ser atropellado y prácticamente no dejaba tiempo a la trama para respirar entre pelea y pelea, esta cinta peca de intentar introducir muchísimos personajes secundarios -de los cuales muchos no se ven lo suficientemente desarrollados- y revelar muchas incógnitas sobre la historia de fondo que veníamos viendo anteriormente, que siempre se había mantenido muy enigmática, socavando el ritmo al inicio. Ahora, el que va a ver una película de John Wick, sabe ampliamente a lo que va, y siento que ese ligero cambio en el ritmo entre grandes escenas no le sienta demasiado bien. Una vez vista, es fácil adivinar los momentos que podrían haber sido recortados, bien porque no aportan necesariamente mucho a la trama principal, dejando entrever que posiblemente eran espinitas clavadas que el director quería añadir sí o sí, o bien porque se sienten tremendamente repetitivos por no innovar demasiado.

Pero todo lo que peca ese primer acto se ve opacado por el espectacular acto final de hora y pico de duración. Un acto final más que suficiente para hacerte olvidar por completo el tiempo de ejecución que hasta entonces comenzaba a convertirse en un problema. Las calles de París se convierten en el escenario donde la película ofrece una acción totalmente diferente a la que la franquicia ha visto antes. Precisamente, a partir de este tercer acto, se comienza a entender cómo la producción quería elevar aún más el listón de la complejidad y la amplitud de las escenas de acción de la franquicia. De hecho, hay al menos tres segmentos concretos que demuestran una ambición y coraje sin parangón para crear coreografías cada vez más corales e intrincadas, siendo una de ellas una referencia clara al videojuego ‘Hotline Miami‘, dónde John Wick asesina incansablemente a innumerables enemigos a través de habitaciones seguido por una vista cenital y una toma secuencia. Sin duda, este último tercer acto ha elevado el listón de qué esperar en las películas de acción de ahora en adelante, sentando un precedente al igual que habían ido haciendo las anteriores entregas.

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Más de lo mismo y lo mismo pero mejor

John Wick 4
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Los puntos que hacen destacar las películas de John Wick son la acción innovadora y estridente, los escenarios pintorescos y la magnificencia de tantos tipos diferentes de asesinatos. Por supuesto, es necesaria una trama para aunar todas las cosas tras el personaje de Wick y las tragedias que pusieron en marcha toda esta epopeya, pero te estarías engañando a ti mismo si no creyeras que la acción es lo que hace funcionar el motor de la franquicia. La combustión interna de cualquier película de John Wick es la masacre en curso, mientras que el apodado ‘hombre del saco’ encuentra una manera de luchar contra todas las probabilidades para mantenerse con vida. Es una tensión extraña entre la idea de un John Wick luchando por su vida contra viento y marea, mientras que al mismo tiempo, observamos a una máquina de matar ineludible y prácticamente inmortal. Es fácil pensar que cada entrega es esencialmente la misma película una y otra vez, pero aun así, aunque la presunción central es la misma, las diferencias y mejoras consecuentes entre cada una de ellas son palpables.

John Wick 4 sirve como detonante de la expansión del enigmático intrincado que suponía la organización de la Alta Mesa. Gracias a la inclusión de varios personajes y nuevas ubicaciones, consigue mantener una nueva sensación en la franquicia. Keanu Reeves derrocha dedicación y ofrece una actuación tan exigente físicamente como prácticamente las tres entregas anteriores juntas. Además, se une a personas como Bill Skarsgård y Scott Adkins que consiguen mantener el tipo a pesar de entrar como nuevas incorporaciones en una saga muy avanzada. El Sr Nadie de Shamier Anderson se convierte en una fantástica adición junto con su compañero canino, encajando en la naturaleza lúdica de todo increíblemente bien. Sin embargo, es el Caine de Donnie Yen quien roba todo el espectáculo, demostrando una actuación casi sin esfuerzo de poder y carisma. Por si fuera poco, hay un aura de fantasía sobre la película que mantiene las cosas ligeras. El sentido del humor, generalmente más subliminal, se abre paso a la vanguardia. Reeves consigue traer humor a su actuación, uno que cautivó a toda la sala inmediatamente.

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Una experiencia en toda regla

John Wick 4
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Desde un punto de vista técnico, la puesta en escena, la fotografía, la dirección y el diseño de producción demuestran cómo John Wick 4 una vez más da un paso adelante para cautivar al público. Una acción, más impresionante e imaginativa, eleva el listón de la calidad de la acción y las escenas de lucha en el cine. Esta sumada a unas actuaciones que apoyan perfectamente a la narrativa, convierte a esta cuarta entrega en una sinfonía fascinante de violencia y muerte digna de ser visitada. Sí, cortar media hora podría haberla convertido en una película perfecta, pero tras contemplar la experiencia que supone ver el tercer acto en pantalla grande, ignorar este hecho casi se siente obligatorio.