El ilustrador Alberto Vázquez retoma la idea sobre la enemistad a muerte entre unicornios y ositos de peluche con el que ganó el Goya con el cortometraje Sangre de unicornio. Una idea muy potente, con una apuesta visual muy atractiva, pero con marrones narrativos inexplicables en un cineasta con más de una década de carrera

Ante una película llamada Unicorn wars que trata sobre los Osos amorosos y Mi pequeño Ponny matándose los unos a los otros en el campo de batalla, sólo hay una reacción posible: Eso hay que verlo. Es como si te dicen que se han encontrado en un almacén una secuela de Godzilla dirigida por Bergman y ambientada en la feria de Sevilla. Da igual si es buena o mala. Semejante WTF es automáticamente un visionado obligatorio. Tenía verdadera ansiedad por descubrir de qué trataba la cosa, aunque el resultado me ha dejado un sabor agridulce en los labios.

Por un lado, el apartado visual es el principal activo de la película. Es verdad que por una cuestión de presupuesto, no estamos ante la complejidad visual de la animación mainstream americana y japonesa, pero hay que reconocerle a Vázquez que su propuesta es tan atractiva que a la segunda escena ya se nos ha olvidado. El diseño tanto de los osos como del bosque y los elementos arquitectónicos atrapan al espectador. A nivel visual la película no tiene pega. Ese no es el problema. El escollo es la narración.

No conocía el trabajo previo de su director y viendo la película estaba convencido de que se trataba de su primer trabajo, porque adolece de un defectillo típico de los directores nobeles: Querer contar demasiadas cosas y, al final, no profundizar en ninguna. La historia no está demasiado clara porque no hay una línea argumental sólida de la que partan las subtramas. Encontramos demasiados flashbacks que más que enriquecer la narración, lo que hacen es desviar la atención de lo que está ocurriendo.

El segundo problema se encuentra en los propios personajes. Son demasiados pocos como para que no haya excusa en individualizarlos correctamente y darles suficiente complejidad, algo que no ocurre siquiera con el par protagonista. El batallón de ositos tiene al sargento de hierro, al trepa, al looser y al ojito derecho. Demasiado estereotipado, pero para colmo el resto de soldados son intercambiables entre sí porque no tienen ningún tipo de desarrollo.

Es algo parecido a lo que ocurre en Los odiosos ocho. Y eso que estamos hablando de una película del libreto de un guionista doblemente oscarizado. Tarantino se limita a trabajar la mitad de los personajes, dejando en la inopia narrativa a los otros cuatro. En una película con tan pocos personajes no puedes ser tan vago como escritor. Algo así le ocurre a Alberto Vázquez. Parece que todo su atención se centró en el diseño de los personajes que se le olvidó rellenarlos.

Crítica de El Club de la Medianoche (2022)

Por último creo que Unicorn wars no aprovecha su principal baza que es lo «friki» de su planteamiento. Si tienes una propuesta tan arriesgada, tan especial, tan única como esta, llévamela al límite. No puedes quedarte a medio gas porque… joder, que son osos matando unicornios. No puede haber mesura en eso. Es preferible estrellarse por ir a 150 km/h que no pasar de la tercera marcha. Perdonadme la vulgaridad que voy a decir, pero un cineasta no puede meter la puntita. La tiene que meter entera. Si eres buen amante mejor para todos, pero si eres un desastre en la cama asegúrate de que le escueza toda una semana en vez de que se le olvide a los cinco minutos.

Este símil será una burrada (y sólo sirve para el cine, ojo), pero se echa de menos en Unicorn Wars. Alberto Vázquez, que sé que me estás leyendo. No le tengas miedo a tu cine. Queremos más. Hemos ido a ver ositos de peluche masacrando a unicornios. No nos dejes la miel en los labios. Tu propuesta es brutal y queremos ver eso en pantalla. A la mierda la sutileza. No nos des metadona existiendo la droga dura. Por favor, no nos hagas una pajilla, haznos un bukkake.