Trece vidas aterriza en Amazon Prime de la mano de Ron Howard, una historia de tensión y decisiones tan real como la vida misma
23 de Junio de 2018, Chiang Rai, Tailandia, 12 niños de entre 11 y 16 años y su entrenador del equipo de futbol deciden ir de picnic a la cueva de Tham Luang para celebrar el cumpleaños de uno de los chicos. De repente, y adelantándose el monzón unos cuantos días comienza una tromba de agua que les impide salir de la cueva, quedando atrapados a la espera de ser encontrados y rescatados. Trece vidas es una historia real de hace escasos años, que Ron Howard, director de Willow, Rush o Han Solo trae a las pequeñas pantallas de la mano de Amazon Prime.
Esta historia, que bien pudiera considerarse milagro, supuso un despliegue humano y de medios tremendo, involucrando a distintas naciones de todo el globo terráqueo y a algunos de los mejores submarinistas de cuevas del mundo, entre ellos los británicos Rick Stanton y John Volanthen, interpretados por actores del calibre de Viggo Mortensen y Colin Farrel respectivamente, acompañados del australiano Harry Harris, a quien da vida Joel Edgerton.
Con los hechos y los protagonistas ya sobre el escenario, Howard desarrolla esta epopeya con buena mano y pulso, transmitiendo todo lo humano de la hazaña y con capacidad para transferir la claustrofobia de las estrechas paredes de la cueva inundada. Un ejercicio de tensión y angustia que imprimen las vivencias de las más de 5000 personas que se acercaron a la ubicación a echar una mano con el rescate.
Acompañado de Viggo y Colin, quienes tienen la batuta de la cinta y una muy buena química, iremos descubriendo los rincones oscuros de Tham Luang con unos escenarios que nos trasladan hasta el corazón de la montaña y que en los 140 minutos que dura la película terminaremos conociendo al dedillo.
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Cocinada a fuego lento casi al estilo documental, pero con una atracción argumental y visual con capacidad para imantar al espectador a la pantalla, todo un acierto por parte de Ron Howard en el trato de la historia real, acercándonos más a lo vivido en Tailandia.
Como segundo protagonista aparte de la claustrofobia y la tensión, Trece vidas nos sirve en bandeja el coraje que los rescatistas, y más especialmente los submarinistas mentados anteriormente, quienes arriesgaron sus vidas en un sistema cavernoso desconocido para ellos, pero que con experiencia y buen hacer consiguieron domar. Sumado a este mejunje de voluntades y sensaciones se agrega la desesperación de cada uno de los padres, quienes dificultosamente dan por vivos a sus hijos.
Y es que el mismo rescate supone un dilema para los mismos submarinistas, quienes deberán idear un método eficiente para el transporte de cada uno de los niños, alguno de los cuales no sabe nadar y el agobio y el terror puede poner en juego la misión de rescate y sus propias vidas. Una carrera a contrarreloj contra el clima y la falta de oxígeno.
Trece vidas no destaca por ser un portento técnico, es una película bien ideada, bien rodada y sin apenas pantallas verdes, todo se deposita en un set más que realista, en un estudio previo del sistema de cuevas y en una recopilación de información sobre todo lo acontecido en los meses de junio y julio en aquella cueva de Tailandia. Este buen hacer junto con un sonido ambiental muy bien logrado consigue trasladarnos por completo a lo que fue todo aquello. Un drama notable y emocionante, que no será la película del año, pero que bien merece todo su metraje y un buen visionado.
No apto para claustrofóbicos.