Gonzalo Suárez nos presenta su última obra, tras más de una década huérfanos de su cine. El sueño de Malinche es rara en todos y en el mejor de los sentidos: Primero porque es un mediometraje, el formato menos usual del cine. Segundo, porque es animación, un lenguaje escaso en nuestra producción. Y es animación para adultos… y no precisamente cualquier adulto. Para colmo, la historia se narra en planos fijos. Por último, la temática: El encuentro de Hernán Cortés, Moctezuma y Malinche, un tema incómodo por lo polarizado de las reacciones que provoca. En otras palabras, Gonzalo Suárez se ha lanzado al agua sin importarle más que hacer cine y reflejar su mundo interior.
Gonzalo Suárez es al cine lo que a la astronomía, un agujero negro. Se conoce a nivel teórico y nunca se ha visto uno. Es extraño y difícil de comprender. Sin embargo, es el elemento espacial con más fuerza de todo el Cosmos. Cuando te atrapa en su órbita, te atrae irremediablemente hacia él. Y como ni la luz puede escapar de él, por fuera es oscuro pero su interior es completamente luminoso. Lo mismo, exactamente lo mismo, pasa con el cineasta.
Su cine se caracteriza por su naturaleza lírica, su tendencia a lo onírico, el tratamiento literario de los diálogos y el enfoque intelectual de la historia. También por la fidelidad a sí mismo. Ese es su cine. Esa es su visión del arte y de la vida. Gonzalo Suárez no es sólo uno de los directores más apasionantes que ha dado España, es también uno de los más auténticos.
Es precisamente es este punto erudito lo que ha hecho de él un autor en cierto modo inaccesible al gran público. Y no les culpo, durante El sueño de Malinche reconozco que me he perdido en algún que otro pasaje. No por un error de narrativa, sino porque he sentido que me faltaba inteligencia para seguir el discurso. Obviamente, no voy a culpar a Gonzalo Suárez de ser más inteligente que yo ni va a tener que pedir disculpas por ello, faltaría más.
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Su nueva propuesta se sostiene en dos pilares. La primera, su propio estilo. El sueño de Malinche no la podría haber rodado otra persona ni de este Universo ni de cualquier otro. Emana la personalidad de su autor en cada fotograma. En segundo lugar, el trabajo del ilustrador Pablo Alaudell a quien el propio director otorga el mérito de co-autor de la película.
No podemos hablar de animación en el sentido habitual de la palabra, porque la propuesta consiste en (maravillosas) ilustraciones estáticas sobre las cuales no deja de moverse la cámara. No corras horrorizado tras oírlo, recuerda que Gonzalo Suárez es como un agujero negro. Por mucho que quieras huir, como te coja desprevenido te atrapa y caes hacia él sin poder evitarlo.
El propio director ha reconocido que el encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma, Malinche mediante, es un tema que siempre le ha interesado. El hecho de relatar el acontecimiento, sin dar una visión moral ni desde una perspectiva contemporánea se agradece. Aquí no se habla de genocidios, ni de aculturación, ni de empoderamiento indígena ni de pollas en vinagre. A Suález lo único que le mueve es mostrarnos su mundo, su visión poética de la historia. Y mira, después de escuchar a tanto ofendido, iluminado y entendidos en todo se agradece.
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Todo el mundo tiene una opinión. Eso no tiene nada de especial. Lo que poca gente tiene es la capacidad de convertir un hecho en poesía. ¿Te parece cobarde, complaciente o poco comprometida el no posicionamiento de Gonzalo Suárez? Esa es tu opinión. Una más de las siete mil millones y medias que hay en el mundo. Lo que tú pienses, perdona que te diga porque ya es hora que alguien te abra los ojos, vale infinitamente menos que esta película.