TÍTULO ORIGINAL: Resident Evil 2: Apocalypse | AÑO: 2004 | DIRECCIÓN: Alexander Witt | PRODUCCIÓN: Sony Pictures. Screen Gems. Constantin Film Produktion. Impact Pictures | GUIÓN: Paul W.S. Anderson | FOTOGRAFÍA: Derek Rogers, Christian Sebaldt | MÚSICA: Jeff Danna | REPARTO: Milla Jovovich, Thomas Kretschmann, Jared Harris, Sandrine Holt, Mike Epps, Sienna Guillory, Oded Fehr, Zack Ward, Sophie Vavasseur, Iain Glen, Razaaq Adoti, Matthew G. Taylor, Dave Nichols | GÉNERO: Terror. Acción. Zombis. Ciencia Ficción | DURACIÓN: 94 minutos.
Dicen que más vale malo conocido que bueno por conocer; y que, además, toda secuela es mala. Desconozco el paradero de quién inventó estas aclamadas frases, o si realmente se cumplen, pero a mi mente llega un amplio repertorio de ejemplos donde la tendencia dicta lo contrario, como el caso de Evil Dead o Star Wars. Sin embargo, hay veces en las que, por desgracia, los beneplácitos de las primeras entregas son enterrados bajo un mar de espectacularidad atado por el yugo de un guion que apuesta más en la cantidad que calidad. Resident Evil 2: Apocalypsis es un claro ejemplo de ello; y si bien presenta algún que otro acierto lo hace de la mano del ejercicio nostálgico y un respeto hacia el pasado que, por contra, hubiera enterrado definitivamente la saga. Adentrémonos en Territorio Comanche.
La película irrumpe justo después del desenlace de la original Resident Evil, con una Alice despertando en una camilla inmersa bajo los focos de una habitación blanca; tras ser capturada por los científicos de Umbrella Corporation. Afuera se presenta una desolada Racoon City y los zombies pueblan a sus anchas las calles, tras el descalabro acontecido por la corporación. Lo primero que destacamos es la apuesta por un ritmo más frenético y unos Planos Aberrantes que predisponen demasiado la narración, lo que da un estilo efectista que, a mi juicio, es menos acertado que la ocasión anterior.
Por su parte, el director Alexander Witt sabe lo que los fans demandan: nostalgia, y los primeros compases sirven de presentación para los nuevos rostros ilustres, Jill Valentine (una de las protagonistas de los vídeojuegos Resident Evil 1 y 2) y Carlos Oliveira (uno de los protagonistas del vídeojuego Resident Evil 3: Némesis), que además portan los mismo atuendos que en su versión digital, lo que le da un plus. En especial, el de Jill Valentine.
Pero todo esto trastoca con una narración acelerada y un montaje caótico, que busca imprimir un ritmo frenético y que la película nunca decaiga. Hubiera preferido que la trama se cociese a fuego más lento (evidentemente no pido Cine Independiente, pero unos mínimos) y apostase más por el Terror que la Acción, ya que el escenario de Racoon City es un plato jugoso para jugar con los elementos del género y, además, se demostró que la saga fílmica tenía posibilidades dentro de ello, como ya vimos en los primeros minutos de la película original. Sin embargo, tanto el guion como la dirección no dan pie a ello y, por contra, buscan algo que sea ligero y rápido, sin detenerse ni un segundo a la reflexión o el poder haber evitado el desastre. Punto negativo -en mi caso, al menos-.
«En pleno inicio de Siglo XXI, Milla Jovovich ya repartía hostias como panes».
Otros de los aspectos que considero erróneos y que, además, me sacan de mis casillas vienen de la manos de los personajes creados y el propio transcurrir de la acción. En el primer caso, ¿por qué recurrir a clichés de tal tipo? A poco que pongas el ojo en ellos, caes en la cuenta de que son completamente estereotipados. Y como ejemplo, un botón: el afroamericano cachondo y la presentadora endeble -además de soberanamente estúpida-. ¿No sería más adecuado, que digo yo, algo más trabajado? Pero la segunda es algo que considero todavía peor y que, tras haber visto Resident Evil 2: Apocalypsis reiteradas veces, todavía no alcanzo a comprender: ¿Por qué los zombies son mostrados, en su mayoría, como entes borrosos que pasan la pantalla? Es algo que me corroe cada vez que me acerco a ella. Es decir, explico, tienes a unos antagonistas que son el plato principal de que muchos se acerquen al cine y que, además, usados inteligentemente son una mezcla de acción y terror que funciona a las mil maravillas: ¿Cómo demonios, y repito, cómo demonios se te ocurre emborronarlos? ¿Crees que así más gente irá a ver una futura entrega? ¡Todo lo contrario! Pero, ojo, que hay un detalle que también tiene su miga: los perros vuelven a ser exactamente iguales que en la entrega anterior. Sin palabras, una delicia.
Pero no todo van a ser malas noticias en esta Resident Evil 2: Apocalypsis. Uno de los aspectos que mejor ha sido tratado es, de nuevo, la elección musical; recogiendo los beneplácitos de la primera versión compuesta por Marilyn Manson y otorgándole una serie de recargas que, si bien sobran, no la desmerecen en su búsqueda de un estilo visual propio. Punto a favor.



Y ahora hablemos de la joya de la corona, el motivo por el que muchos acudieron hace catorce años al cine y, probablemente, lo que hizo que acudieran una vez más: Némesis. El personaje era el antagonista principal de Resident Evil 3: Némesis, además de tener conquistado el corazón de los aficionados, y tenía todas las papeletas de ser el reclamo principal para muchos; por lo que errar en este aspecto podría suponer tirar por la borda la película entera. en-te-ri-ta. Y, afortunadamente, fueron bastante respetuosos en este aspecto. Su presentación ya tenía muchos puntos ganados: con él llegando a una tienda de ultramarinos y destrozando a una brigada entera de Stars, lo que gustó a todos. Además se hizo como es debido, ya que era Matt en la original y, por otra parte, debía gustar a los fans de las película; así que se trató de convencer a todos. Peeeero, ¿cuál es el problema? Que en los vídeojuegos NO se convierte en venébolo. ¿Por qué darle ese giro de tuerca a algo que funcionó?
En definitiva, Resident Evil 2: Apocalypsis decae en todos, y repito, absolutamente todos los aspectos que presentaba Resident Evil y, si bien busca que nos guste, su narración excesivamente marcada -subyugada por el guion tonto que no ayuda- hace que precisamente encuentre lo contrario.
Para terminar hay dos aspectos que no me puedo dejar en el tintero. El primero de ellos es la escena del cementerio, para mear y no echar gota. ¿A quién se le ocurrió semejante estupidez -ejem, Paul W.S. Anderson, ejem-? y el segundo es el tremendo alzheimer que parecen tener muchos para referirse a esta obra desde el tan comentado apartado feminista de hoy en día. Os recuerdo que en pleno inicio de Siglo XXI las mujeres todavía ocupaban puestos residuales dentro del cine y los hombres eran los grandes protagonistas, en especial dentro de súperproducciones. Pues bien, Milla Jovovich ya estaba repartiendo hostias como panes acompañada de varias féminas por película que paseaban por encima de cualquier participación masculina. Un poco de memoria en este aspecto, por favor.