Crítica de La semilla del diablo (1968): el sueño convertido en pesadilla

La Semilla Del Diablo

AÑO: 1968 | TÍTULO ORIGINAL: ROSEMARY’S BABY DIRECCIÓN: ROMAN POLANSKI | PRODUCCIÓN: PARAMOUNT PICTURESGUION: ROMAN POLANSKI (OBRA: IRA LEVIN) FOTOGRAFÍA: WILLIAM A. FRAKER | MÚSICA: CHRISTOPHER KOMEDA | REPARTO: MIA FARROW, JOHN CASSAVETES, RUTH GORDON | GÉNERO: TERROR, DRAMA PSICOLÓGICO | DURACIÓN: 136 MINUTOS.

Hace casi 50 años del estreno de La semilla del diablo (Rosemary’s baby). La primera película de Polanski en América se ha ganado un puesto indiscutible entre las mejores películas de terror de la historia. Y para algunos -yo incluido- del cine en general.

No quiero ni mencionar la trama. Me gustaría que no leyera ni la sinopsis si no la ha visto. No es necesario. Tendrá mucho más impacto si no sabe lo que se va a encontrar.

Al infierno

Una buena película, en mi opinión, es un mundo. Es lo que realmente consigue que el espectador se quede pegado en la butaca. La mejor forma de comprobarlo es al terminar el visionado. Si no puede decir ni mu tras haber salido del cine, la película habrá cumplido su función: secuestrarle durante un par de horas. Todos tenemos una película favorita -o varias-, a la que volvemos regularmente. Nos gusta revivir las mismas sensaciones y nos encantaría quedarnos ahí.

Sin embargo, hay películas -muy pocas- que consiguen algo más allá de crear ese mundo. Son las que tienen una atmósfera propia. Están impregnadas de una sensación extraña que casi se puede tocar. Los personajes, la trama, el sonido, la puesta en escena… Todo va junto, como si fuera algo inseparable, en servicio de provocar esa extraña sensación. Lynch es quizás el mejor ejemplo. La semilla del diablo también entra en esta categoría.

La atmósfera que crea Roman Polanski es única y muy absorbente. Se puede palpar el miedo y la inseguridad en cada plano. No tiene necesidad de asustar al espectador ni de apagar las luces. Su guión tampoco se queda atrás. Sus personajes están perfectamente definidos desde el primer momento. Muy importante es su labor al conseguir que el público empatice al 100% con la protagonista, algo que parece obvio pero que no es tan sencillo. Es imposible no ponerse en su lugar y no preocuparte por ella. Mia Farrow está excelente, podría haberse llevado el Oscar a mejor actriz perfectamente. El resto del reparto bordan su papel. Especialmente Ruth Gordon -que sí que llevo el Oscar-. Y cuando Polanski sabe que ya te tiene con Rosemary es cuando de verdad es imposible escapar. El ritmo va progresando, y lo que parecía un sueño se convierte en una pesadilla.

La sugerencia

Hay una regla básica en el cine: si puedes mostrarlo, no lo expliques. Y evidentemente es cierta, el cine es un arte visual y una imagen vale más que mil palabras. Pero se puede ir más allá: si puedes sugerirlo, no lo muestres. Personalmente, encuentro que la sugerencia tiene muchísimo más poder que cualquier imagen. Es más interesante y deja más libertad al espectador. Y esto es otra de las virtudes de la cinta de Polanski. Se muestra mucho, pero se sugiere lo mejor.

El director polaco va sembrando la información en pequeños detalles. Estos pasan inadvertidos, pero están ahí y tienen mucha importancia. Poco a poco, y de una forma nunca evidente, ya están colocadas las reglas del juego. El espectador ya no puede hacer nada.

Otro tópico sobre cine es que una buena película aguanta todas las revisiones que quieras echarle. Rosemary’s baby no pierde nada de calidad ni de impacto por muchas veces que se vea. Incluso puede que mejore.

En conclusión, La semilla del diablo es una obra maestra. Una película por la que parece que no hayan pasado los años. Capaz de provocar miedo al espectador con una atmósfera incómoda y opresiva. Todo un clásico. Si todavía no la ha visto, no dude en hacerlo.

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