Los hechos de La fractura, film francés de Catherine Corsini, suceden en casi su totalidad en un caótico y angustioso servicio de urgencias de la capital. Un reguero de tensión social, déficit de profesionales y dolor no atendido que esconde otra nueva muestra de ese talento del cine galo en el trato de las emociones.

En Cinéfilos frustados tenemos (y aún más este humilde redactor) debilidad por el cine francés. Cada poco tiempo cae una reseña sobre un estreno más de un cine ampliamente apoyado por instituciones públicas. Y pese a ello muestran un completo abanico de temáticas: desde la comedia, el drama, eventos sociales y por supuesto el cine experimental. Y en todas ellas subyace una suerte de facilidad (no somos ingenuos: es el talento en la dirección, libreto, interpretaciones…) para captar emociones simples, casi universales (que seamos vecinos, en parte mediterráneos y latinos, ayuda), que sortean la premisa inicial. En este caso, el de La fractura, se trata de un crudo relato en un hospital pero, de nuevo, satisfactoriamente humanizado.

La fractura (01)

Dirigida y co escrita por Catherine Corsini (La Répétition, Trois Mondes, La Belle Saison), La Fractura nos cuenta las frenéticas horas, parcialmente nocturnas, en las que el servicio de urgencias de un hospital de París acoge a dos pacientes: Raf, una dibujante de cómics cuya relación con su pareja está al borde de la ruptura, y Yann, un conductor de camiones que acude a la capital a una manifestación en la que se reclaman derechos sociales. Ambos resultan heridos, ella persiguiendo a su amada por la calle, él disparado por la policía. Su primer encuentro en la sala de espera, más allá del dolor, se ve sometido a la percepción de Yann sobre una difícil, pero bastante medicada Raf.

La fractura (02)

Dicho así, y si esto fuera un producto estadounidense, podríamos asustarnos y creer en algún devenir feliz y cursi. Por suerte, y más allá del detalle que Raf es lesbiana, nada de eso ocurre. Y no es un spoiler: es un piropo majestuoso a ese tipo de películas. La fractura no es un film bello, per se, su recorrido por las urgencias de dicho hospital es crudo, sucio, demasiado realista (¿saben cuando recuerdan que estamos muy bien sin estar en un sitio así?). Ambos personajes están lejos, a años luz, de resultar perfectos, siquiera simpáticos. Pero de algún modo Corsini consigue con La fractura que la necesaria (son, recuerden, seres humanos) confraternización y aceptación de lo opuesto, resulte natural. Ah, lo dicho, el cine francés…

La fractura (03)

El apartado actoral de La fractura ayuda en buena parte merced a una Valeria Bruni Tedeshi que se queda con todas las escenas en las que aparece. Pio Marmaï, posiblemente el personaje más difícil por interpretar una realidad incómoda, y una excelente Aïssatou Diallo, en el papel de una enfermera todoterreno, rematan el crucial ingrediente de todo buen exponente del cine galo: los actores y su poder, vía dirección y libreto, de transmisión de emociones. Aunque sean duras.

Que sí, al final un poco de lo que uno esperaría sucede (Raf y Yann, claro, terminan entendiéndose) pero de un modo que al final de La fractura han logrado coexistir en un entorno en el que han caído sin buscarlo. Tal vez ambos personajes siguen sin resultarnos del todo simpáticos (están heridos, solos, cabreados… ¿qué quieren?) pero uno ha disfrutado de este film del mismo modo que ellos soportan su estancia en el hospital. Hemos empatizado con ellos y su situación. Y de eso se trata a veces el cine, ¿no?