En los márgenes, debut de Juan Diego Botto en la dirección, con Penélope Cruz y Luis Tosar entre sus intérpretes, nos recuerda la cruda realidad de la pobreza y la situación límite de muchas familias en la España contemporánea.
En esto de los dramas sociales, urbanos y casi siempre testigos de verdades o realidades incómodas que nuestro cerebro tiende a olvidar en aras de no fustigarnos con aquello que -debería- conmovernos, se abre el debate sobre que tipología o aproximación dramática es la idónea para captar la idea. Juan Diego Botto, en un sorprende debut, opta por ese tipo de sopapo sideral, de pura realidad, despojándose de cualquier necesidad de soporte emotivo o momentos de felicidad: En los márgenes es, avisamos, un film muy duro. De los que uno sale del cine sintiéndose mal al no tener presente, tal vez tanto como debería, lo que puede estar ocurriendo en ese mismo momento en cualquier punto de España.
En los márgenes sigue la jornada de tres familias en contacto directo con el drama de los desahucios: Azucena (Penélope Cruz) y Manuel (el propio Juan Diego Botto) viviendo el que probablemente sea su último día antes de perder su vivienda; Germán (Font García) y Teodora (Adelfa Calvo), cuya relación se ha enfriado debido a un aval perdido; y Rafa (Luís Tosar) y Raúl (Christian Checa), un abogado y su hijastro unidos en una frenética carrera por localizar a la madre de una niña custodiada por los servicios sociales.
Penélope Cruz (que ejerce además de productora) y Luis Tosar llevan el peso dramático de En los márgenes, no sólo por su condición protagónica, sino porque en cierto modo sus roles y tiempo en pantalla se asemejan más a un ejercicio clásica potencia interpretativa: el resto de personajes parecen, tal vez por su menor cantidad de escenas, y por sus tramas de menor peso, escorados hacia un punto de naturalidad que realza esa idea de En los márgenes como espejo de la realidad. Pero en ningún momento Cruz o Tosar nos escoran hacia un evento excesivamente dramatizado: ambos personajes se antojan reales, creíbles pese a que Botto y el libreto prescinden de un exceso de diálogo naturalizado (hay diálogos escritos y se nota). De lo que se trata es de transmitir una realidad muy cruda y, lo peor, sin ayuda alguna al espectador.
No es un film de los que uno haya que evitar spoilers o similares así que podemos hablar de ello: En los márgenes no sólo se dan esas historias sobre ciudadanos, casi todos ellos ahogados económicamente (excepto el personaje de Tosar que es abogado), sino que el transcurso de los minutos no desemboca en un arreglo mágico de la situación. Esto es una mierda el día anterior al que podemos ver en el film, durante el día que describe la película y muy probablemente el día siguiente será igual o peor. Botto (que firma el guión a medias) opta, además, por una carencia clara de emociones y, en especial, de esos pequeños momentos de humanidad que ayudan a capear la crudeza de lo relatado. Algo hay, claro, pero en general Botto consigue (si es que ese era su propósito) que salgas del cine con esa sensación de que, cuando queremos, podemos olvidar las peores pesadillas que ocurren a diario.