Eli, película de terror con buena dosis de thriller psicológico, es junto a Wounds la apuesta de Netflix en cine de género para este fin de semana. Un estreno que prometía por una original premisa pero que desgraciadamente se queda en el terreno de la mediocridad.
Eli es un niño que padece una rara y grave enfermedad autoinmune que no le permite tener contacto alguno con el exterior, ya que sufre reacción alérgica al aire no filtrado o purificado previamente. Eli vive en una pequeña burbuja o carpa de plástico aislado de cualquier elemento externo hasta que sus padres deciden empezar un tratamiento de lo más inusual en una tétrica casa con un no menos tétrico equipo médico. No tardaremos mucho en darnos cuenta de que en esa casa ocurre algo, al menos en apariencia, sobrenatural.
Esta singular propuesta inicial nos mantiene expectantes en su primer tramo de metraje. Vamos descubriendo junto al personaje del niño Eli el entorno de la casa y a la extraña Doctora Horn (Lili Taylor) y sus no menos extraños procedimientos médicos y quirúrgicos. Lastimosamente la película se va haciendo poco a poco más anodina y repetitiva en su trama. El cuerpo del filme es poco estimulante y no es hasta el gran giro final en el que despertamos del letargo.
Es un final a lo Shyamalan. Es decir, un final de estos que no esperas y que te dejan como se dice en mi tierra, con el culo torcido. El problema de Eli es que el camino hasta llegar a él es un tanto farragoso. Un camino exento de elementos de calidad en realización, montaje y con una planificación un tanto descuidada, hacen que ese final quede un tanto descafeinado y probablemente se sienta ridículo para muchos espectadores. Seguramente con otro tratamiento de ese núcleo narrativo hubiera podido resultar bastante satisfactorio. No es el caso.
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Del elenco actoral solo me atrevo a salvar de la quema a la ya curtida actriz Kelly Reilly, a la que siempre recuerdo por su papel protagonista en el buen ejercicio de género que supuso Eden Lake (2008). El resto del reparto va desde lo mediocre a lo rematadamente pésimo como es el caso de Lili Taylor (Expediente Warren, 2013), que encarna el clásico rol de científica loca, lo que se conoce como «mad scientist«, y que para nada transmite la locura o el terror esperable de este personaje tipo.
La dirección de Eli corre a cargo del director irlandés Ciarán Foy. Si bien con Citadel (2012) obtuvo una moderadamente buena recepción por buena parte de la crítica y público, se ahogó en el intento de hacer una buena secuela de la, al menos interesante, película también de género terror, Sinister.
Así pues Eli creo que es una película que se queda en lo que pudo ser y no fue. Tras la sugerente premisa inicial se hunde en todo su tramo central hasta llegar a un final que, a pesar de tener un giro bastante inesperado, no logra remontar lo suficiente para quedarte con un buen sabor de boca después del visionado. Y es que, como anuncio en el título de esta crítica… ¡Shyamalan no hay más que uno!