Burning Days forma parte de la Sección Climatics dentro del Atlántida Film Fest 2023. Película dirigida por Emin Alper pretende denunciar la corrupción y el conservadurismo de Turquía mediante un Thriller rural con tintes políticos.
Si alguien se acerca a Burning Days pensando que se va a encontrar una película como Érase una Vez en Anatolia, se va a decepcionar. Tanto para bien como para mal no tiene nada que ver, aparte de que las dos historias se encuentran en la Turquía profunda. No hay la poesía de Nuri Bilge Ceylan ni esos planos tan bonitos que suele brindar el director turco. El director Emin Alper no evita los simbolismos y metáforas para llevar la película más allá de una simple historia. El protagonista, interpretado por Selahattin Pasali, es un joven fiscal, con unos pocos detalles se sabe que es nuevo en el trabajo y que viene de tradición familiar. Es un profesional, estricto con las leyes y rápido se va a encontrar un entorno corrompido por la corrupción.



La ciudad de Yaniklar parece más un pueblo, dominado por el alcalde, quien se encuentra en elecciones y hará todo lo posible para todo siga como siempre. Con un inicio de presentaciones de personajes que puede parecer que le cuesta empezar a la película, pero al final resulta lo más interesante. Un círculo pequeño de individuos, todos orquestados por el alcalde. Cada paso, palabra o movimiento en seguida se entera todo el mundo, las noticias vuelas, los rumores se propagan como una mecha de dinamita. Una sociedad cerrada en la que el protagonista tendrá que superar como sea. Un Space Tracy en Conspiración de Silencio donde el pueblo guarda los secretos ocultos que todos saben menos el intruso.
La película empieza realmente en una cena con el alcalde y su hijo. El inocentón fiscal sin darse cuenta caerá en la telaraña. Esas artimañas de favores y negocios tan conocidos también en España y que la película se puede trasladar a cualquier lugar del mundo. Una noche de excesos que no termina del todo bien y que el protagonista no recuerda. Es entonces cuando el film se adentra en un thriller algo descafeinado al que le falta fuerza, la atmosfera que estaba creando bastante bien con esa ciudad desértica donde sin ver a la gente se notaba la presión, va perdiendo fuelle hasta llegar un final ya premonitorio en el inicio.
El director aprovecha la historia para denunciar la corrupción que aprovechan los políticos de las necesidades de la sociedad, en este caso el agua donde no dudan de extraer de la tierra provocando socavones. Las tradiciones y la modernidad también chocan, el fiscal un joven del siglo XXI no puede entender como por ejemplo el pueblo se pone a pegar tiros por las calles mientras persigue un jabalí, una tradición que no pretenden cambiar. También están tratadas la represión a las minorías, desde el racismo y el trato vejatorio que tiene la sociedad contra el pueblo gitano, siendo el último escalón de una ciudad que no es que digamos muy rica y la homofobia reinante incrustada en la Turquía actual.



Un punto interesante del film es el personaje no del todo blanco del fiscal. El director juega con su psicología y como él también forma parte de la corrupción imperante para salvaguardar su posición. Un crimen del que también puede ser culpable y que evita ser investigado. Emin Alper no consigue del todo darle ese tono enfermizo que, por ejemplo, Richard Tuggle sí le dio a la poca valorada En la Cuerda Floja, protagonizada por Clint Eastwood. Un protagonista que se mueve cada vez más cerca en la culpabilidad mientras va investigando. Por otra parte, también utiliza al protagonista de Burning Days para reflejar la ambigüedad en la que se encuentra su condición sexual. Seguramente reprimida por la homofobia de la sociedad turca.
Un final más simbólico que concluyente con la historia. Que deja algo frío, por mucho que el director le haya querido dar un mensaje positivo. Deja al final al espectador una sensación de estar viendo una película que podía haber estado mucho mejor. No termina de meterse de lleno en el thriller y prefiere quedarse Emin Alper en la denuncia de un país cada vez más conservador y reaccionario. En realidad, parece que el mundo va a ello. El cine puede ser un arma para poder cambiarlo.