TÍTULO: AFTERIMAGE: LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL ARTISTA (POWIDOKI)| AÑO: 2016 | DIRECCIÓN: ANDRZEJ WAJDA | PRODUCCIÓN: AKSON STUDIO | GUIÓN: ANDRZEJ MULARCZYK | MÚSICA: BEATA JANKOWSKA-BURZYNSKA | FOTOGRAFÍA: PAWEL EDELMAN | REPARTO: BOGUSLAW LINDA, ALEKSANDRA JUSTA, BRONISLAWA ZAMACHOWSKA, JACEK BELER, MATEUSZ BIERYT | GÉNERO: DRAMA | DURACIÓN: 98 MINUTOS.
Con Afterimage, Andrzej Wajda nos deja como testamento cinematográfico un canto a la dignidad del artista y a su libertad creativa por encima de todo y todos. Al gran público seguramente no le suene el nombre del director polaco, pero hablamos de un cineasta galardonado por los Oscar, los Cesar, los Bafta y los festivales de Berlín, Cannes y San Sebastián. Es decir, es uno de los grandes del cine europeo, y lo deja bien claro con la seguridad con la que maneja la historia. El cineasta ha querido despedirse contándonos los últimos años de su compatriota Władysław Strzemiński, uno de los pintores más importantes de la vanguardia polaca. Adorado por el público y la crítica, chocó frontalmente con las directrices de la Partido Comunista. ¿La razón? Su defensa de la libertad creativa en un periodo en el que los artistas habían de doblegarse a los mandatos gubernamentales. El gobierno trababa a los artistas como instrumentos del orden para doblegar la mentalidad del pueblo. Strzemiński se enfrentó a ellos, pero su lucha no fue la libertad del pueblo, sino la libertad del artista.
La recreación de la Varsovia soviética es impecable. El cuidadísimo diseño de producción y la caracterización de los personajes quedan perfectamente fotografiados en tonos agrisados, tal y como el propio director recordaría esos momentos de la historia de su país.
Wajda apuesta por una película que huye del sentimentalismo y las emociones. Su propuesta es meramente cerebral, al igual que la propia personalidad del pintor. No hay ninguna concesión a la emotividad, marcando distancia entre película y público. Wajda ni siquiera se lo permite a su protagonista. Unos últimos años durísimos los suyos, pero contó con el amor incondicional de su hija, el afecto de su ex-pareja y la devoción absoluta de sus alumnos. Nada de eso hace mella en el corazón del pintor y tanta frialdad en el relato hace que tampoco en el espectador. Sin duda, es lo que buscaba su director, porque ya hemos comentado la firmeza y seguridad con la que cuenta esta historia. Es así el tono que quiso darle y así es como se percibe.
Todos los periodos tiene sus dogmas artísticos. Incluso la vanguardia de la que participó Strzemiński miraba por encima del hombro al arte académico. El dramaturgo Albert Boadella en una entrevista polemizó con que prefería la censura franquista a la democrática, porque al fin y al cabo la otra tenía nombre y apellido y sabías a quién tenías que combatir. La actual, sin embargo, es difusa, sibilina y hasta se niega su existencia. Pero, como las meigas, haberla hayla ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que el artista debe estar comprometido y mostrar denuncia social en su obra? ¿Qué es es eso de que un artista ha de ser tal o cual? ¿Y si no hace critica social? ¿Acaso es menos válido su arte? Que quede el testamento de Wajda para hacernos reflexionar sobre ello.