Cosas buenas de pelis malas: Glitter

Glitter

Abrimos con Glitter una nueva sección digamos… diferente. Me explico. Estamos instalados en una especie de «haterismo» (¿heiterismo?) oficial en el que cuanto más bilis se manifieste, mucho mejor. Hoy en día, los comentarios y análisis mordaces, pero destructivos, parecen los más celebrados. No hay nada que me de más lástima que ver a un crítico de cine en plan «mariquita mala», poniendo su inteligencia al servicio de la ofensa. Qué bien que cotiza la maldad. La falta de amor que hay en internet dice muy poco de nosotros, qué quieres que te diga.

Nadie quiere hacer una mala película. La sensación de fracaso y haber decepcionado a todo tu equipo cuando el resultado no es el esperado ha de ser desolador. Es tanto lo que hay que controlar y manejar en una película, que no hay ni un sólo director «bueno» que no haya pinchado alguna vez. O, haciendo un símil futbolístico, hasta la selección española de Vicente del Bosque derrapó tras ganar el mundial y la eurocopa. Y aunque el director no sea especialmente bueno, en una película trabajan muchos profesionales y es imposible que todos sean malos.

Internet necesita amor. Así que echemos un poco de cariño y veamos el vaso medio lleno, porque amamos el cine y el amor es ciego… hasta con Glitter.

Hay películas de las que uno piensa automáticamente que va a ser imposible salvarlas. Glitter es una de ellas. Sin embargo, pensándolas bien se le empieza a encontrar una razón. No voy  decir que sea buena. Ni siquiera que no sea tan mala. Lo es. Con avaricia. Lo es con todos los pecados capitales. Pero la he comprendido. Dicen los científicos que nada está aquí porque si. En el cine tampoco. Por eso Glitter tiene cinco razones por las que ha de existir.

1. Glitter es la mejor definición de Guilty pleasure: 

Siempre nos han dicho que la jerarquía de calidad de las películas es la siguiente: Obra maestra-Buena película-Película regular-Mala película-Bodrio.

Es completamente falso. Después de buena película tiene que ir Película que de mala que es, resulta buena. Y una película regular es peor que una película mala. Siempre es preferible un producto fallido a uno insustancial.

Y con Glitter es imposible no echarse unas risas ante semejante despropósito. Ese es su problema y, al mismo tiempo, su mayor virtud. Es divertidísima. La película no hay por donde cogerla, Carey actúa fatal, está perdisísima… todos los que trabajaron allí realmente (¿Seguros vitalicio? ¿En serio? ¿Quién fue el cachondo mental que se encargó del vestuario?).

Sea como sea, tras hora y media de película, te lo has pasado en grande. Y prefiero que sea mala y divertida a que sea buena y aburrida (buena y divertida, por lo visto, no era opción para Vondie Curtis-Hall)

Vondie Curtis-Hall. Si hasta el director tiene nombre de humorista. Quizá en el fondo es lo que era. Al fin y al cabo, ¿alguien que vea el póster dudaría de que es una comedia?

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2. Porque Mariah Carey hace lo que sabe hacer.

Que no es actuar, cierto es. Pero canta como los ángeles. Esta película, para ser un musical e incluso no gustándote la diva neoyorquina, no se te hace cansino escucharla.

Glitter 1 – Nine 0.

3. Porque a nivel histórico resulta interesante. 

El mundo de la música no se parece en nada a lo que era en los 80. Ni en los 90. Ni en gran parte de la primera década del 2000. Ya no tiene nada que ver. Por eso Glitter te cuenta la historia de una cantante que llega al éxito sin Youtube, sin OT, sin los likes de Facebook, sin Spotify.

Glitter es arqueología musical, un documento de cómo era la industria. Podemos verlo como una especie de documental o docudrama, que así se entiende mucho mejor.

4. Porque es una película para fans de Mariah. 

Una película protagonizada por la Carey cantando no te puede importar si no te gusta ella. Es de cajón. Para sus fans, la cinta tiene que interesar infinitamente más que para el resto del universo. Y, al menos en teoría, esa parcela de audiencia era enorme. En Europa no somos del todo conscientes del nivel de estrella absoluta que tiene en EEUU. Cuando abandonó la música pop para centrarse en el R&B dejó de escucharse fuera de América. Pero allí, ese estilo musical lo es (o era) todo y Mariah Carey también.

Reivindicando… el cine de romanos de los 60

He empezado a decir que el público potencial era gigantesco, pero solo en teoría. Y digo en teoría porque de los 22 millones de presupuesto solo recuperaron poco más de 5 (¡y demasiado me parece!).

5. Porque quedó como el canto del cisne de Mariah Carey

Y nunca mejor dicho. Una de las voces más privilegiadas de la música americana se fue ahogando poco a poco. Escuchar hoy a Mariah no tiene nada que ver con el disfrute que daba esa joven cándida y luminosa. Y eso que en esta época ya se había empeñado en parecer la chati de un rapero ex-recluso. La choni que conocemos ahora empezaba a germinar en la era Glitter (y un poco antes también, todo hay que decirlo). Mariah Carey fue el espejo en el que se miró Christina Aguilera para perpetuar la tipología de cantante de voz espectacular vestida de prostituta de Las Vegas. Sí, la culpa de Christina la tuvo Mariah.

Pero esto es Glitter y su voz seguía intacta y era maravillosa. A partir de entonces la fue perdiendo. Bien es verdad, que una Mariah Carey al 50% sigue siendo un sueño inalcanzable para la mayoría de cantantes, pero para quien la escuchó en toda su plenitud, resulta muy incómodo ver (y oír) que ya no puede.

Y por eso necesitamos Glitter, para que su voz quede encapsulada para toda la eternidad.