Contando Ovejas es un largometraje que mezcla la comedia negra y las drogas en un apartamento donde se cae a trozos. Con ciertos retazos a la filmografía de los Hermanos Coen y al mismísimo Tarantino, esta ahonda más en la psique humana. Entrar a este edificio que se trae a trozos es la mayor advertencia que el director nos lanza sobre lo que nos encontraremos allá. Sangre, suciedad y drogas, … Esto solo acaba de comenzar.
Una, dos, tres, …
Contando Ovejas es la historia de Ernesto, ese pobre diablo que no le haría daño ni a una mosca. Un tipo que es tan rezagado y tan debilucho que pensamos que tiene un problema, digamos, en la azotea. Ese pobre tipo que como no tiene donde caerse muerto ha acabado de conserje/manitas en un edificio donde solo viven la casera del edificio, un traficante argentino y él. Este chico tiene una afición, hace figuritas y escenarios de papel maché para luego grabar cortometrajes de animación. Desde hace mucho tiempo, las fiestas de Leandro (el argentino que trafica con drogas) le impiden dormir, y él es incapaz de decírselo a su vecino; en fin, nunca se ha enfrentado a nadie. Un día, no puede evitar quedarse frito en su apartamento y por causas del destino, su único compañero de piso, su perro (Además solo tiene en su vida a ese peludo) se marcha para no volver. Solo, sin poder dormir, y cansado de todo, las ovejas que había estado haciendo de papel maché, cobran vida. Es aquí donde Ernesto y sus ovejas deciden no tragar más y pasan a la acción…
Catorce, quince, dieciséis, …
No había visto ni siquiera el tráiler, pero cuando lees que es una comedia negra siempre me tengo que lanzar. Básicamente, porque me gusta la comedia y la negrura del ser humano. Y sin saber nada, al pasar la primera media hora, había entrado en la boca del lobo. O, mejor dicho, en la de la oveja. Contando Ovejas no es por la expresión que usamos cuando queremos intentar dormir, sino que es que literalmente tienes que contar con esas ovejas. Estas pueden parecer un simple añadido que el director le ha añadido a la película, pero estos personajes son más complejos de lo que parecen. Son la psique humana hecha de papel maché; el lado lógico, el más cobarde, el más bravucón. Y todos estos cumplen una función, la supervivencia de Ernesto. Es el incendio que explota al aparecer el detonante, la desaparición de su fiel compañero. Pero, Llorente le ha dado otros dos motivos más para que inmole, como es debido, unas fiestas interminables de un colgado y los insultos y vejaciones de una casera. A esto se le llama ‘Incidente incitador’, o lo que es lo mismo, ‘Chico, no hay vuelta atrás’.
Treinta y ocho, treinta y nueve, …
Contando Ovejas va de menos a más, de la simpleza a la locura. Una película que sabes cómo empieza, pero deseas saber dónde nos va a dejar. Puede parecer esa cinta española donde la rave y la droga se juntan entre escenas de sexo y el martirio de un marginado, pero no. Esta es la película del fin del bicho raro, la liberación del diferente para ser escuchado. Este largometraje es como esa oveja negra descarriada que sale del redil que tanto nos han acostumbrado cuando metes a muchos españoles en un apartamento. Por eso, Ernesto es como es; es el otro lado de la sociedad que preferimos vivir una vida más relajada, mientras que el mundo nos machaca. Eneko Sagardoy es el encargado de dar vida a Ernesto, y menuda vida le da. Enclenque, que le cuesta mirar a los ojos de los demás, y un cobarde de pura cepa; es la viva imagen de una bala perdida. Natalia de Molina, da vida a Paola, estrella de cine buscando estrellarse con el suelo. Juan Grandinetti es Leandro: amo y señor de los descarriados, ningún descaminado hace nada sin su consentimiento. Y, por último, Consuelo Trujillo en el papel de Doña Juana, esa mujer que sabe que su vida se ha echado a perder y lo único que intenta es sobrevivir con lo poco que tiene, la única persona que sabe que su vida se extravió hace mucho.
Setecientos ochenta y tres, …
Me encanta cuando una película que no esperaba gran cosa llega a ser una sorpresa en toda la cara. Una comedia, no por lo gracioso, sino las situaciones irónicas en los que se envuelven los personajes. Tiene pinceladas de Breaking Bad, pero por suerte no es su intención imitarla; más bien imita a su alocado género. Una ida de olla que no te esperas hasta que ya estás dentro. Y lo más llamativo es que ocurre todo dentro de un edificio, en ningún momento salen de allí. Y es que esta cinta muestra la importancia de una buena historia; no importa donde se desarrolle, sino como avanza la historia.