Entrevista con Víctor Dryere, director de «1974, La Maldición de Altair»

1974, dryere

Con motivo del estreno de su primera película, el mexicano Victor Dryere ha hablado con nosotros acerca de 1974, de su vocación y de su futuro inmediato como director de cine.

Crítica de 1974: La maldición de Altair (2018): Sexo, posesiones y cintas de video…o super 8

-1974 es tu primera película, ¿qué tenía esta historia que te ha hecho contarla? ¿Por qué comenzar una filmografía con esta historia y no con otra? 

La idea de la película comenzó cuando encontré el proyector súper 8mm de mis abuelos y proyecté los videos de mis padres cuando estaban recién casados, dándome cuenta que las imágenes filmadas en ese formato guardan un rastro de algo más profundo, algo un tanto oscuro que se respira en un momento que parecería ser cotidiano. Entonces imaginé lo que sería encontrar cartuchos en una casa abandonada, en los cuáles se revelaran los trágicos eventos alrededor de una joven pareja en los setentas. La historia en sí viene de episodios que viví de niño… soñaba que recibía visitas similares a las de Altair, aunque no tan aterradoras.

-Se suele echar en cara a los cineastas debutantes su exceso de ambición y el querer contar más películas de lo que la película es en sí. Por otra parte, también se dice que la frescura de la primera película, la ilusión y el ir a por todas no vuelve a tenerse nunca más. Parecen dos ideas contradictorias a priori. ¿Con cuál te quedas según tu experiencia?

Con ambas. Sí es verdad que hay un exceso de ambición, así como un exceso de temas que uno quiere contar en esa primera película; y es muy entendible, son años de innumerables experiencias… ¡uno quiere hablar de todas ellas! Pero también es trabajo del artista saber separar lo que sí pertenece al proyecto, y lo que no. Todo lo que no avive o eleve la obra debe desecharse, sin excepciones; esto incluye elementos con gran valor sentimental para el creador. Así que coincido con esta primera idea, pero puede controlarse y, por ende, evitarse. La emoción de la primera película es sin duda una experiencia que no vuelve a repetirse nunca, no de la misma manera. La magia, la ilusión, la inocencia, la ignorancia, las inseguridades, los temores, los interminables sacrificios. Es bello y sobrecogedor. Como enamorarse por primera vez, como visitar París, Londres o Nueva York por primera vez, como encontrarse debajo del mar y estar rodeado de un azul interminable por primera vez. Es estar de cara a cara con lo desconocido, y poder encapsular esa experiencia –para la eternidad– es el regalo de los dioses para el novel creador. Sin embargo, es trabajo del creador saber reinventarse. Una… y otra… y otra vez. Cada película debería ser más fresca que la primera… y mucho más viva que la anterior. El director debutante tiene la emoción de la primera vez, pero el director que ya recorrió ese camino tiene la emoción de la segunda y la experiencia de la primera.

1974, dryere

-El recurso del metraje encontrado, o found footage, parecía una anécdota allá a finales de los 90. Cuando se rodó La bruja de Blair se utilizó para enmascarar las limitaciones de un escaso presupuesto. Dos décadas después es una opción que permanece y ha sido utilizada hasta por ganadores y nominados al oscar como Barry Levinson o Michael N. Shyamalan. ¿Qué te atrajo del metraje encontrado? ¿Por qué contar la historia así y no de una manera, llamémosla, convencional? 

No quería contar una historia recreada en los setenta, quería contar una historia como si ésta hubiera sido realmente filmada por una pareja en 1974 en México y hoy escaneáramos ese material fílmico que se mantuvo guardado por más de cuatro décadas. Para lograr ese tratamiento visual era fundamental filmarlo en 8mm y, por ende, cada elemento de la película tenía que ser original de la época. De esta forma el espectador podría viajar a través del tiempo —alejándose de lo que ve y vive en su cotidianidad—, para adentrarse en una atmósfera íntima y presenciar en primera persona la tensión y terror de lo desconocido. También me era importante contar la historia de manera fragmentada y con cortes abruptos, haciendo alusión a la manera en la que los recuerdos se guardan en la memoria.

-¿Es el terror el camino por el que quieres continuar?

Definitivamente. Como género cinematográfico, el terror me impresiona por su poder impecable para conmocionarnos y ponernos delante de posibilidades que en la cotidianidad evitamos. Como fuerza, el terror me atrae porque es ahí donde exorcizo y exploro la oscuridad que me habita. Y es ahí, en ese negro, donde se esconden los más sublimes tesoros… detrás de cada monstruo interior hay un talento latente que espera ser descubierto.

1974, dryere

-¿Jugar con el super8 parece una apuesta por el formato fotoquímico o es un ejercicio nostálgico? ¿Crees que el fotoquímico tendrá alguna vez una segunda vida, así como el cine mudo o el blanco y negro nunca han sido desterrados?

Un poco de los dos. Crecí viendo cine en celuloide, y fue así como me enamoré de la imagen – la textura, el grano, los colores, las sombras, los brincos entre rollos. La imagen del formato fotoquímico me parece incluso más cruda, más bella y más perfecta que lo que ven mis ojos en el mundo real. La imagen de las cámaras digitales no; al contrario, me parece inferior a lo que veo en el día a día. Mi gusto personal se balancea enteramente hacia el celuloide, pero cada proyecto tiene sus propias necesidades. En el caso de 1974, elegí el fotoquímico por intimidad, por realismo y por la conmovedora nostalgia que provoca el film de S8mm en específico. No creo que el fotoquímico tenga un regreso colosal y grandioso, desgraciadamente. Sin embargo, tampoco creo que desaparecerá por completo. Siempre habrá proyectos que demanden ser filmados en celuloide, y artistas que estén deseosos por satisfacer esas demandas.

-Tenemos la costumbre de acabar las entrevistas introduciendo el humor con una pregunta imposible. Imaginemos que hay un productor que se ha emocionado tantísimo con 1974 que te encarga su nuevo proyecto: Un peplum sobre la guerra entre Cartago, Roma y Anibal cruzando los Alpes con un ejército de elefantes. El único problema es que le ha encantado la manera con la que has rodado 1974. Hasta tal punto que la única exigencia para que te encargues de la superproducción es que… ¡La ruedes tambien como un found footage! ¿Qué harías?

Me reí en voz alta mientras leía la pregunta. Mi respuesta – ¡que se vayan a la mierda el productor y su maldito péplum! Mentira. Me agrada ese productor por agitador. Te cuento que cuatro años después de haber filmado la película, descubrimos una manera de emular el comportamiento del S8mm, casi a la perfección, utilizando cámaras digitales y alterando su imagen de manera muy específica. Le propondría esta opción al desquiciado productor.

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